Este relato - "El día de la cigarra"- del blog zaramatimes de ayer, me viene al pelo para recordar el fenómeno de la preferencia temporal. Un fenómeno, que la práctica totalidad de los gobernantes se empeñan en ignorar -cuando intervienen el dinero y el crédito-. Algunos, tal vez de forma bienintencionada, otros, quizás, en su propio provecho, para mantenerse en el poder.
Consiste en que:
El ser humano, siempre y en todo caso -invariadas las demás circunstancias- prefiere la satisfacción más próxima a la más remota, es decir, prefiere consumir en el presente a hacerlo en el futuro, o dicho de otra forma, valora más los bienes presentes que los futuros.
Concebir lo contrario sería como no llegar nunca a consumir ni a disfrutar; ya que cuando llegue el futuro, éste ya no lo es; será el presente, y por tanto se pospondría de nuevo la decisión de consumir, y así sucesívamente, hasta producirse la muerte. Esto último, no ocurre así en la lógica humana. Por tanto, la preferencia temporal es guía de la acción humana.
Sin embargo, no es un fenómeno exclusivamente humano, sino, una circunstancia típica del proceder de infinidad de seres vivientes como por ejemplo, las hormigas. La diferencia estriba en que para el hombre, no resulta inexorable, ni meramente instintivo el alargamiento del periodo de provisión, como sucede con aquellos animales que acumulan alimentos, sino que es fruto de un proceso consciente de valoración.
Cada ser humano, individualmente, es libre para decidir "ser esclavo de su trabajo" posponiendo al límite el consumo, es decir, la satisfacción de sus necesidades y apetitos materiales y espirituales, hasta extremos insólitos; o es libre para lanzarse al consumo sin freno, de néctares divinos (como en el relato de zaramatimes); o lo es para decidir cualquier combinación temporal y material de ambas cosas. Cada elección tendrá sus consecuencias.
Mantener la vida y dejar cubiertas las necesidades vitales son presupuestos insoslayables para llegar a satisfacer necesidades futuras. Pero, aún cubiertas las necesidades vitales, y mientras no nos encontremos todos en el paraíso, persistirá el fenómeno de la preferencia temporal.
Bien, y ¿cómo se manifiesta el fenómeno en cuestión?. Pues,-en una sociedad donde sea posible el cálculo económico- se manifiesta por la mayor valoración monetaria de los bienes presentes con respecto a los bienes futuros. Veamos.
Si el objetivo de su acción es conseguir 1000 €, ¿Usted que prefiere: conseguirlos hoy ó dentro de un año? La respuesta es obvia y lógica: usted prefiere sin duda alguna, tener 1.000 euros hoy y ser libre para decidir gastarlos, invertirlos o lo que le venga en gana.
Sin embargo, tal vez prefiera tener 1.100 euros dentro de un año, que tener 1.000 euros hoy; ó tal vez, la preferencia de otro individuo sea la contraria, pagar 1.100 € dentro de un año para disfrutar o invertir 1.000 € hoy.
The Marshmallow Test
En el vídeo podemos ver como los niños del test Marshmallow manifiestan sus preferencias temporales. Todos valoran más los bienes presentes que los futuros. Algunos no pueden esperar a consumir el dulce. Ellos saben que si se aguantan, el consumo futuro será superior, pero no todos lo consiguen, porque valoran más el consumo presente aunque sea menor. Los que aceptan posponer el consumo presente solo lo hacen a cambio de un mayor consumo futuro.
Actualización.
La circunstancia consistente en la existencia de diferentes preferencias temporales entre individuos, dará lugar a un mercado de intercambio de bienes presentes por bienes futuros.
Se puede afirmar por tanto, que -en una sociedad con cálculo económico- el fenómeno de la preferencia temporal se manifiesta a través del tipo de interés.
El tipo de interés sólo es un precio, pero es el precio más importante de una economía. No es el precio del dinero. Es el precio que manifiesta la valoración que dán los individuos a los bienes presentes en relación a los bienes futuros. Es el precio del tiempo económico.
Una preferencia temporal muy alta significa que se valoran mucho más los bienes presentes en relación a los futuros. Implica un alto tipo de interés. Una baja preferencia temporal significa que las necesidades más urgentes están cubiertas y por tanto se valoran menos los bienes presentes que los bienes futuros. Esto implica un tipo de interés más bajo. Un tipo de interés negativo (como el tipo de referencia que han llegado a aplicar los bancos centrales), aplicado al vídeo de los niños, supondría que posponer el consumo resulta penado o castigado con comer menos que la unidad de dulce que tienen al principio. Sería absurdo. Un tipo de interés negativo se traduce en consumo de capital.
El hombre actúa siempre intentando dar satisfacción inmediata al cumplimiento de sus fines. Para ello, y dado que los recursos siempre son limitados, deberá elegir entre ellos, poniendo de manifiesto su preferencia temporal, repartiendo los recursos disponibles entre el consumo presente y futuro. Entre ahorro (inversión) y consumo. La preferencia temporal es determinante de la proporción entre consumo e inversión. Y el tipo de interés vendrá determinado fundamentalmente por la preferencia temporal (no por la demanda de dinero como proponen los Keynesianos) y la aversión al riesgo.
Pero, ¡ay amigo!, aquí es cuando intervienen gobiernos y burócratas, entrando como elefantes en cacharrerías. Gobernantes y Burócratas, en lugar de permitir que sea la suma o la conjunción de las preferencias temporales de los individuos, es decir, el mercado, el que fije los tipos de interés, pues, lo hacen ellos (tipo de referencia del Banco Central); "para eso son gente superior, privilegiada y mejor informada, que saben más y mejor que nosotros lo que nos conviene".
Mediante "leyes de curso forzoso", deciden también qué moneda debe utilizarse para liberar deudas; es decir, en última instancia, para el intercambio de todos los bienes y servicios. Y por si fuera poco, ponen en circulación "cantidades industriales de toneladas" de esa moneda, causa de los ciclos económicos y del permanente aumento de precios que sufrimos y al que estamos tan habituados que consideramos hasta lo más normal del mundo.
Y de esos polvos vienen estos lodos. Tipos de interés artificialmente bajos. Tipos de interés cero. Hasta tipos de interés -reales- negativos.
Un tipo de interés (real) que sea cero o negativo se produce cuando el índice general de precios (IPC) es superior al tipo de interés de mercado que sigue la referencia del tipo marcado por el Banco Central.
Es como si a la pregunta ¿usted que prefiere?, ¿comer hoy o el año que viene?, usted respondiera: “mejor el año que viene, naturalmente”. ¿?¿?¿?¿?¿?
Porque ¡ojo!, no perdamos de vista las dos caras de la moneda. Si la sociedad recibe crédito a tipo de interés real cero o negativo es porque la sociedad ofrece crédito a ese tipo cero o negativo.
¿Quienes son éstos últimos?, ¿los que lo ofrecen?.
Pues en teoría, deben ser los que prefieren comer el año que viene.
¿Nos hemos vuelto locos, entonces, durante tantos años?. Obviamente no. Los autores del desaguisado han sido y son nuestros políticos y su legión de burócratas con sus torpes zarpas, manipulando el dinero y el crédito.
Antes he dicho que pueden hacerlo de forma bienintencionada ¿por qué?. Pues porque el fenómeno de la preferencia temporal, que se da en todo ser humano (adulto, en plenitud de facultades mentales), sin excepción, restringe el ahorro (y por tanto la inversión).
¡Claro, hay que remediar esto como sea!
Si no hay crédito para todos los demandantes (bienes reales que no se han consumido), ¿que hacen nuestros políticos y burócratas para seguir prometiendo y por tanto volver a ser reelegidos?: crear "nuevo dinero" (medios de intercambio) a través de la expansión crediticia rebajando el tipo de interés o monetizando deuda pública. Es decir, ocultando la preferencia temporal de la gente, crean nuevas unidades monetarias con poder de compra para sobrepujar por los bienes y servicios ya existentes en el mercado.
Sin embargo, la teoría de la preferencia temporal, nos informa que una sociedad que carece de ahorro es una sociedad cuyos miembros apenas pueden cubrir sus necesidades vitales o poco más. O bien, el extremo opuesto, es decir que, creyendo encontrarnos en el paraíso, pensamos que no existe en realidad problema económico alguno, ni escasez de ninguna clase, y por tanto nos lanzamos a un consumo sin fin, olvidándonos de proveer el futuro.
Así pues, la expansión "artificial" del crédito "es la madre de todos los engaños", pura dinamita social. Se hace creer que existe un ahorro que, realmente no existe. Se produce la ficción de que ha habido un aumento del ahorro en paralelo a la expansión monetaria. La consecuencia inevitable será la descoordinación intertemporal entre ahorradores, inversores y consumidores.
El tipo de interés, manifestación de la preferencia temporal, es "el faro que destella en la costa al anochecer". Es guía de la actividad empresarial, puesto que señala al emprendedor el coste de los recursos puestos a su disposición por la sociedad (por los ahorradores) y el tiempo máximo que puede disponer de ellos.
La expansión del crédito orquestada por el banco central impulsa, bajo el engaño, un periodo económico de auge ficticio. Se comienzan entonces, proyectos que no se podrán culminar, puesto que no hay ahorro para ello, y los recursos son los mismos que había antes de la expansión monetaria. Se producirán entonces los sucesos microeconómicos que se describen en esta otra entrada: "Rastreadores" y que nos conducen a una crisis inevitable.