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lunes, 9 de diciembre de 2024

Clara Campoamor. Extracto de su libro "La Revolución Española Vista por una Republicana"

 




Sobre el pucherazo en las elecciones del 36, recomiendo la lectura del libro de los profesores Alvarez Tardío y Roberto Villa: 

1936, Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular



LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA VISTA POR UNA REPUBLICANA

POR CLARA CAMPOAMOR

CAPÍTULO I.

EL HORIZONTE EN JULIO DE 1936

Uno de los primeros días de julio de 1936 charlaba yo con un político del partido del Sr. Martínez Barrio[10], presidente del Congreso de los Diputados y jefe de la Unión Republicana, vinculada al Frente Popular[11].

—Martínez Barrio —me decía— está muy preocupado. El gobierno se espera una rebelión de los partidos de derecha y ese gobierno, que en distintas ocasiones ha demostrado su impotencia, está decidido esta vez, en caso de sublevación, a armar a la población civil para defenderse. Vd. se imagina lo que eso supondría: desde los primeros días, diez o doce incendios estallarán en Madrid...

—¡Pero qué locura! Eso supondría desencadenar la anarquía. Hay que evitarlo a toda costa.

—Sí, ¿pero cómo? Es difícil. Le digo que el gobierno está decidido.

—Sin embargo su partido también está representado en el gobierno. Tendrán Vds. su parte de responsabilidad en lo que ocurra.

—¿Nosotros? Hace tiempo que no pintamos nada. Desde hace semanas nuestros ministros se limitan, en las reuniones del Consejo, a hacer constar en acta su opinión, para descargarse de toda responsabilidad de cara al futuro. Izquierda Republicana[12], ya no actúa. Por otro lado, el gobierno carece ya de poder. Toma decisiones que el presidente de la República rompe de inmediato. Éste interviene personalmente en el gobierno, mucho más de lo que Alcalá-Zamora hiciera jamás. Se mete en todo y el presidente del Consejo, «Civilón», que así lo llaman en todas partes[13], carece de voluntad y no reacciona. Mire, hace más de doce días que el gobierno ha decidido nombrar al Sr. Albornoz embajador en París y no se consigue que el presidente firme el decreto.

—¡Pero sí que pueden evitar que se repartan armas al pueblo! Oponiéndose, cueste lo que cueste, aún rompiendo, si es necesario, el Frente Popular.

—Martínez Barrio no quiere tomar esa responsabilidad; espera a que otros la tomen. Pero la situación es insostenible.

Esa era, en julio de 1936, la situación del Frente Popular, formado para obtener, mediante una alianza[14], el número de votos impuestos por una ley electoral que exigía una mayoría del 40% de los votos emitidos.

 

El Frente Popular había reunido todos los partidos de izquierda. Ya se habían dejado sentir las consecuencias de esa imposible armonía con ocasión de los numerosos conflictos obreros que habían estallado tras la victoria electoral de febrero de 1936. Pero el último y el más grave de esos conflictos obreros había sido el de los trabajadores de la construcción.

Unidos en apariencia para defender sus reivindicaciones profesionales, trabajadores socialistas y sindicalistas habían formado, antes del conflicto, el «frente obrero» con frecuencia preconizado por el cabecilla socialista Largo Caballero…..[….]

Al fin, cuando se agravó el conflicto, el gobierno tuvo que zanjarlo imponiendo un determinado acuerdo entre patronos y obreros socialistas. Los sindicatos se negaron entonces a aceptarlo, y al día siguiente, al reanudarse el trabajo, ametrallaron a la entrada de las obras a sus camaradas socialistas que se presentaban para trabajar. Estos, aterrorizados, se negaron de nuevo a trabajar y el conflicto se prolongó, quedando los revolucionarios extremistas como dueños absolutos del movimiento y de la calle, habiendo reducido a la impotencia estratégica a los republicanos, sus aliados electorales.

¿Cómo lograron soportar los obreros y la capital de la República las consecuencias de esa huelga interminable?