La gente cree que toda acción motivada por el ánimo de lucro
es poco menos que antisocial. Se juzgan los planes de los políticos por sus
motivaciones y por los fines perseguidos que declaran. La gente no piensa en
las consecuencias de la implantación de determinadas políticas si dan por
buenas y sinceras las intenciones de sus autores - que han de parecer honrados.
Por el contrario, en el mercado, las motivaciones son egoístas, por lo que no
goza de buena reputación. La Economía es contra-intuitiva, de modo que, el
hecho de que el mercado canalice o transforme las motivaciones egoístas en
beneficio de toda la sociedad llega siempre demasiado tarde. A pesar de que gracias a él, se ha multiplicado la vida en todo el planeta en las últimas décadas, el mercado es malo
y culpable antes de que empiece el juicio, por el mero hecho de ser un proceso
que se basa en el interés propio.
