Quien compre bonos del estado, ya no tiene porque preocuparse
de invertir su dinero en aquellos cometidos que mejor satisfacen los deseos de
los consumidores. Ya está complétamente a salvo de la competencia mercantil. Su
posible ineficacia ya no será sancionada con pérdidas patrimoniales graves. Sus
rentas están plenamente garantizadas mediante impuestos recaudados por el
aparato coactivo del Estado. Quien invierte en
Deuda Pública se convierte en asociado del Estado. Cobrarán su interés mediante
el tributo exigido a las masas.
