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martes, 26 de mayo de 2009

En busca de... la cooperación social.



Mucha gente se re-pregunta en estos tiempos cual es el modelo social que evita la dominación de unas personas por otras.
Para orientarnos un poco, quizá debamos rebobinar.
Volvamos atrás.
Hubo un tiempo en que el hombre fue una bestia brutal. Olvidemos la Ética, la Moral, las Religiones, la Justicia, la Ley…
Bien... aquí lo tenemos, un asesino, un cazadorun hombre primitivo con una innata propensión

a matar y destruir; con tendencias agresivas y homicidas que abogarán en favor de la conservación de la vida. Un animal depredador.

Sí pero… un animal débil, que no habría podido vencer a las fieras carnívoras de no haber contado con un arma singular: la razón.
El hombre, un ser racional, capaz de ordenar su conducta, que no cede fatal e inexorablemente a toda apetencia, descubre que solo hay dos alternativas, el libre intercambio o la guerra.

Puede el hombre despojar a sus vecinos de todo cuanto tienen, matarlos y comérselos. Pero también puede, como ser racional, renunciar a esta indudable apetencia de sangre caliente y reconfortante, e iniciar el proceso de cooperación social a través del libre intercambio y la división del trabajo. En principio, la renuncia duele porque es más fácil atacar y arrebatar la presa de otro, como el león arrebata su presa al leopardo cuando éste ha hendido ya los colmillos y empieza a saborearla. 
Pero es que el ser humano es capaz de elegir. Actua a sabiendas, consecuente con sus fines, encaminados a satisfacer necesidades presentes y futuras. Prefiere, por tanto, dejar insatisfechos ciertos mortíferos deseos que son incompatibles con la vida social y, en interés propio, aprende a disciplinar su comportamiento en función de las necesidades de sus congéneres. El ser humano empieza a producir no para sí mismo, sino, para el intercambio. Así emprendió la raza humana el camino de la civilización. Se estableció un "Orden Espontaneo" más favorable para todos que el desorden del asesinato y el saqueo. Producir lo que uno no necesita para intercambiarlo líbremente por lo que se necesita. Eso es disciplinar las acciones propias en función de las necesidades de nuestros semejantes.
Ahora bien, esta elección no es irrevocable ni definitiva. A diario se trastocan las escalas valorativas y se prefiere la barbarie a la civilización. La ciencia económica estudia las acciones de los hombres; es neutral, no entra a valorar el placer del asesinato o los deleites del sadismo, se limita a constatar que es preciso elegir; y analiza si los medios son adecuados para la consecución de determinados fines. La cooperación social basada en el libre intercambio y la división del trabajo es incompatible con la guerra.


Un millón de años en 7 minutos








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