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lunes, 3 de noviembre de 2025

LA FILOSOFIA DE LA LIBERTAD ( por Ken Schoolland)

 



Transcripción completa al español del vídeo: 

"La Filosofía de la Libertad"


La filosofía de la libertad se basa en el principio de la auto-propiedad. Tú eres dueño de tu vida. Negar esto implica que otra persona tiene un derecho superior sobre tu propia vida. Ninguna otra persona, ni grupo de personas, es dueño de tu vida, ni tú eres dueño de la vida de los demás. Tú existes en el tiempo: pasado, presente y futuro. Esto se manifiesta en la vida, en la libertad y en el producto de tu vida y tu libertad. Perder tu vida es perder tu futuro. Perder tu libertad es perder tu presente. Y perder el producto de tu vida y tu libertad es perder esa porción de tu pasado que lo produjo. Producto de tu vida y tu libertad es tu propiedad. La propiedad es el fruto de tu trabajo, el producto de tu tiempo, energía y talento. La propiedad es esa parte de la naturaleza que conviertes en un uso valioso. Y sólo mediante intercambio voluntario y consentimiento mutuo puedes conseguir la propiedad de los demás. Dos personas intercambiarán su propiedad de manera voluntaria si piensan que después estarán mejor, o no lo harían. Solo ellas pueden tomar legítimamente esa decisión por sí mismas.


En ocasiones, algunas personas usan la fuerza o el fraude para tomar la propiedad de los demás sin consentimiento voluntario. La iniciación de la fuerza o el fraude para tomar la vida de otro es asesinato, para tomar su libertad es esclavitud, y para tomar su propiedad es robo. Tanto da que esas acciones las cometa una persona actuando sola, muchas personas actuando contra unas pocas, o funcionarios con sombreros elegantes. Tú tienes el derecho de proteger tu propia vida, tu libertad y tu propiedad legítimamente adquirida, de la agresión forzosa (incluida la amenaza) de los demás. Y puedes pedir a otros que te ayuden a defenderte. Pero no tienes el derecho de iniciar el uso de la fuerza contra la vida, la libertad o la propiedad de los demás. Por tanto, no tienes derecho a designar a persona alguna para que inicie (o amenace con iniciar) el uso de la fuerza contra otros en tu nombre. Tú tienes derecho a buscar líderes para ti mismo, pero no tienes derecho a imponer gobernantes a los demás. No importa cómo se seleccionen los funcionarios, ellos son solo seres humanos y no tienen derechos ni reclamos que sean superiores a los de cualquier otro ser humano, independientemente de las etiquetas imaginativas para su comportamiento o del número de personas que los alienten. Los funcionarios no tienen derecho a asesinar, esclavizar o robar. Tú no puedes darles ningún derecho que tú mismo no tengas. Dado que tú eres dueño de tu vida, eres responsable de tu vida. No alquilas tu vida a otros que exijan tu obediencia, ni eres un esclavo de otros que demanden tu sacrificio. Tú eliges tus propias metas basadas en tus propios valores. Éxito y fracaso: ambos son los incentivos necesarios para aprender y crecer. Tu acción en beneficio de otros, o su acción en beneficio tuyo, es virtuosa solo cuando se deriva de un consentimiento mutuo voluntario, porque la virtud solo puede existir donde hay libre elección. Esta es la base de una sociedad verdaderamente libre. Una sociedad libre y voluntaria, no es solo es el fundamento más práctico y humanitario para el progreso humano, sino también el más ético. (La cooperación libre entre personas no es solo útil y beneficioso para el bienestar colectivo, sino moralmente superior).


En el mundo, los problemas que surgen de la iniciación de fuerza por parte del gobierno tienen una solución. La solución es que la gente de la Tierra deje de pedir a los funcionarios del gobierno que inicien el uso de la fuerza en su nombre. El mal no surge solo de personas malvadas, sino también de personas buenas que toleran la iniciación de fuerza como un medio para sus propios fines. De esta manera, las personas buenas han empoderado a las personas malvadas a lo largo de la historia. Confiar en una sociedad libre significa apostar por el proceso de descubrimiento y el intercambio de bienes y servicios en el mercado, en vez de aferrarse a visiones o metas impuestas desde arriba. Recurrir a la fuerza del gobierno para encajar a los demás en esa visión es una pereza intelectual que casi siempre genera consecuencias inesperadas y retorcidas. Construir una sociedad libre exige valor para pensar, hablar y actuar, sobre todo cuando la tentación de quedarnos de brazos cruzados es tan fuerte.





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