Sobre el pucherazo en las elecciones del 36, recomiendo la lectura del libro de los profesores Alvarez Tardío y Roberto Villa:
LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA VISTA POR UNA REPUBLICANA
POR CLARA CAMPOAMOR
CAPÍTULO I.
EL HORIZONTE EN JULIO DE 1936
Uno de los primeros días de julio de 1936 charlaba yo con un
político del partido del Sr. Martínez Barrio[10], presidente del Congreso de
los Diputados y jefe de la Unión Republicana, vinculada al Frente Popular[11].
—Martínez Barrio —me decía— está muy preocupado. El gobierno
se espera una rebelión de los partidos de derecha y ese gobierno, que en
distintas ocasiones ha demostrado su impotencia, está decidido esta vez, en
caso de sublevación, a armar a la población civil para defenderse. Vd. se
imagina lo que eso supondría: desde los primeros días, diez o doce incendios
estallarán en Madrid...
—¡Pero qué locura! Eso supondría desencadenar la anarquía.
Hay que evitarlo a toda costa.
—Sí, ¿pero cómo? Es difícil. Le digo que el gobierno está
decidido.
—Sin embargo su partido también está representado en el
gobierno. Tendrán Vds. su parte de responsabilidad en lo que ocurra.
—¿Nosotros? Hace tiempo que no pintamos nada. Desde hace
semanas nuestros ministros se limitan, en las reuniones del Consejo, a hacer
constar en acta su opinión, para descargarse de toda responsabilidad de cara al
futuro. Izquierda Republicana[12], ya no actúa. Por otro lado, el gobierno
carece ya de poder. Toma decisiones que el presidente de la República rompe de
inmediato. Éste interviene personalmente en el gobierno, mucho más de lo que
Alcalá-Zamora hiciera jamás. Se mete en todo y el presidente del Consejo,
«Civilón», que así lo llaman en todas partes[13], carece de voluntad y no
reacciona. Mire, hace más de doce días que el gobierno ha decidido nombrar al
Sr. Albornoz embajador en París y no se consigue que el presidente firme el
decreto.
—¡Pero sí que pueden evitar que se repartan armas al pueblo!
Oponiéndose, cueste lo que cueste, aún rompiendo, si es necesario, el Frente
Popular.
—Martínez Barrio no quiere tomar esa responsabilidad; espera
a que otros la tomen. Pero la situación es insostenible.
Esa era, en julio de 1936, la situación del Frente Popular,
formado para obtener, mediante una alianza[14], el número de votos impuestos
por una ley electoral que exigía una mayoría del 40% de los votos emitidos.
El Frente Popular había reunido todos los partidos de
izquierda. Ya se habían dejado sentir las consecuencias de esa imposible
armonía con ocasión de los numerosos conflictos obreros que habían estallado
tras la victoria electoral de febrero de 1936. Pero el último y el más grave de
esos conflictos obreros había sido el de los trabajadores de la construcción.
Unidos en apariencia para defender sus reivindicaciones
profesionales, trabajadores socialistas y sindicalistas habían formado, antes
del conflicto, el «frente obrero» con frecuencia preconizado por el cabecilla
socialista Largo Caballero…..[….]
Al fin, cuando se agravó el conflicto, el gobierno tuvo que
zanjarlo imponiendo un determinado acuerdo entre patronos y obreros
socialistas. Los sindicatos se negaron entonces a aceptarlo, y al día
siguiente, al reanudarse el trabajo, ametrallaron a la entrada de las obras a
sus camaradas socialistas que se presentaban para trabajar. Estos,
aterrorizados, se negaron de nuevo a trabajar y el conflicto se prolongó,
quedando los revolucionarios extremistas como dueños absolutos del movimiento y
de la calle, habiendo reducido a la impotencia estratégica a los republicanos,
sus aliados electorales.
¿Cómo lograron soportar los obreros y la capital de la
República las consecuencias de esa huelga interminable?