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sábado, 5 de abril de 2025

LOS ARANCELES DE TRUMP, EL PATRÓN ORO, LA GLOBALIZACIÓN Y EL SOCIALISMO MONETARIO.


De como EEUU ha llegado al punto actual según La Administración Trump y su entorno ideológico

El entorno ideológico de Trump describe cómo ha llegado EEUU a la situación actual de acuerdo con la siguiente secuencia de hechos económicos:

Desde la segunda guerra mundial, EEUU creó un proceso conocido como globalización. Países con mercados anteriormente cerrados trabajaron para abrir e integrar sus economías, impulsados tanto por avances tecnológicos en comunicación y transporte como por decisiones políticas destinadas a eliminar barreras comerciales y fomentar asociaciones internacionales. Las motivaciones detrás de esta apertura fueron las siguientes. En el ámbito económico, la Teoría de la Ventaja Comparativa sugiere que, si cada nación se especializa en producir lo que puede hacer de manera más eficiente, el comercio resultante beneficiará a todos. Políticamente, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría, Estados Unidos buscó fortalecer alianzas anticomunistas. Dar acceso al mercado USA se consideró muy importante y, posteriormente, integrar a países ex-soviéticos y a China en el sistema económico global, con la esperanza de que esto promoviera su liberalización y democratización. Como decía Thomas Friedman: “los países con McDonald's nunca irán a la guerra entre sí”.  “Si todos somos tan dependientes económicamente unos de otros, tendremos que encontrar una manera de llevarnos bien y esa es la política que hemos estado siguiendo”. Sin embargo, estas teorías no se materializaron como se esperaba. China fortaleció su economía, sí, pero no se democratizó; por el contrario, también fortaleció al PCCh y su poder militar, aprovechando el sistema creado, a menudo en detrimento de las naciones que promovieron su integración. Económicamente, en lugar de un intercambio equilibrado de bienes, muchas industrias se trasladaron fuera de Estados Unidos. Las cadenas de suministro salieron de USA hacia países que implementaron políticas para atraer manufactura, resultando en déficits comerciales significativos para Estados Unidos. Esto llevó a la pérdida de bases industriales y a la transferencia de activos nacionales al extranjero, hipotecando la prosperidad económica futura a cambio de bienes más baratos. Economistas como Paul Krugman argumentaban que los déficits comerciales se corregirían por sí mismos. Sin embargo, cuando esto no ocurrió, otros sugirieron que no importaba, ya que el objetivo principal era maximizar el consumo. Esta perspectiva pasó por alto aspectos cruciales como la calidad del empleo, la trayectoria de la innovación y la seguridad nacional. La globalización no ha funcionado como se anticipó. Ha perjudicado a muchas comunidades y trabajadores. Es esencial reconsiderar y revertir algunas de estas políticas. Por tanto, la Administración Trump refleja un rechazo al modelo de globalización que predominó durante tanto tiempo y que no cumplió con las expectativas.

La ideología predominante del entorno ideológico de Trump dice que es importante reconocer que lo que sucedió no es lo que esperaban los economistas. Lo que sucedió fue que las cosas simplemente se trasladaron fuera de Estados Unidos. Cada año EEUU compra alrededor de un billón de dólares más en cosas del resto del mundo de lo que vende al resto del mundo. ¿Cómo se paga eso?  Con activos. Veamos.

Dado que EE.UU no puede pagar todas sus importaciones con exportaciones, la diferencia se paga con: Bonos del Tesoro y deuda gubernamental → Inversores extranjeros, incluidos gobiernos como el de China, compran deuda de EE.UU., lo que significa que en el futuro EE.UU. tendrá que pagarles con intereses. Acciones y propiedad de empresas → Empresas extranjeras compran participaciones en compañías estadounidenses, lo que significa que parte de las ganancias de estas empresas van al extranjero en lugar de quedarse en EE.UU. Bienes raíces y activos físicos → Inversionistas extranjeros compran propiedades en EE.UU., transfiriendo riqueza y control sobre activos tangibles fuera del país. Este modelo no es sostenible porque EE.UU. está perdiendo control sobre su economía: Cada vez más empresas y tierras estadounidenses están en manos extranjeras. Se está hipotecando el futuro: La deuda que se emite hoy tendrá que ser pagada por futuras generaciones. El país se vuelve más dependiente del exterior: Si en algún momento los compradores extranjeros de deuda o activos estadounidenses deciden venderlos o dejan de comprar, el dólar podría debilitarse y la economía de EE.UU enfrentaría serias dificultades. En resumen, están diciendo que EE.UU. no está simplemente "imprimiendo dinero" para pagar por sus importaciones, sino que está intercambiando riqueza futura y activos reales para sostener un estilo de vida basado en el consumo excesivo y la dependencia de bienes extranjeros.

En resumen, las leyes económicas no han funcionado, el liberalismo ha fracasado, los economistas no han acertado y la globalización, tal como se implementó, no ha funcionado; ha generado ganadores y perdedores; y Trump (respaldado por la inmensa mayoría del electorado, según parece) está abordando estas disparidades para construir una economía más equitativa y sostenible, siendo su  arma más potente el arancel.

¿Qué es lo que se omite en esta narrativa?

Se omite el abandono definitivo del Patrón Oro (Nixon, 1971) y la adopción del Socialismo Monetario.

SOCIALISMO MONETARIO

¿Qué habría pasado si Nixon no hubiera desligado el oro de la oferta monetaria en 1971?

Si el sistema del patrón oro, como estaba establecido bajo los acuerdos de Bretton Woods, no se hubiera abandonado, Estados Unidos no habría tenido flexibilidad para financiar su déficit comercial. Bajo el patrón oro, la cantidad de dólares en circulación estaba vinculada a las reservas de oro del país. Esto imponía una restricción física y tangible: no se podía "imprimir" más dinero (o emitir más deuda) de lo que las reservas de oro permitieran, porque otros países podían exigir que sus dólares fueran convertidos en oro a una tasa fija (35 dólares por onza en ese momento).

¿Cómo habría afectado esto la situación de la narrativa anterior?

Imposibilidad de financiar déficits comerciales masivos con deuda irrestricta. En el sistema de patrón oro, si EE.UU. importara más de lo que exportaba (como el actual billón de dólares anual), no podría simplemente emitir Bonos del Tesoro o activos financieros sin límite para cubrir la diferencia. Los países acreedores (como China hoy en día) podrían haber exigido oro a cambio de sus dólares excedentes. Si las reservas de oro de EE.UU. se agotaran, el país se vería obligado a equilibrar su comercio exterior rápidamente, ya sea exportando más o importando menos. En otras palabras, el déficit comercial no podría haber alcanzado los niveles actuales sin un ajuste inmediato.

Menor venta de activos

Sin la capacidad de emitir deuda masiva o dólares ilimitados, EE.UU. no podría haber "vendido su futuro" tan fácilmente mediante bonos, acciones o bienes raíces a inversores extranjeros. Habría tenido que depender más de su producción interna y exportaciones para pagar las importaciones, lo que limitaría la transferencia de control sobre empresas y tierras estadounidenses al extranjero.

Sostenibilidad forzada, pero, quizás, con costos:

Se critica la insostenibilidad del modelo actual. Bajo el patrón oro, esa insostenibilidad no habría sido una opción: el sistema habría colapsado mucho antes o forzado ajustes dolorosos (como devaluaciones o recesiones) para mantener el equilibrio. Esto también habría significado menos consumo excesivo y menos crecimiento económico basado en deuda en las últimas décadas. Sin embargo, el crecimiento sería más sano, sostenible, no maniaco-depresivo (en palabras de Huerta de Soto)

Impacto en el dólar como moneda de reserva:

El abandono del patrón oro permitió que el dólar se convirtiera en una moneda fiat global, aceptada sin respaldo físico porque los países confían en la economía estadounidense y su capacidad de emitir deuda. Si Nixon no hubiera tomado esa decisión, el dólar no tendría la misma hegemonía, y EE.UU. no podría financiar su estilo de vida actual tan fácilmente. Incluso el oro habría seguido siendo el estándar global.

¿Qué no habría pasado?

El escenario donde EE.UU. financia un déficit comercial masivo vendiendo deuda, acciones y activos físicos no habría sido posible a esta escala bajo el patrón oro. El país habría tenido que vivir más cerca de sus medios reales, lo que probablemente habría resultado en:

-Menos consumo de bienes importados.

-Una economía más enfocada en la producción interna y las exportaciones.

-Menor dependencia de la inversión extranjera para sostener el déficit.

El crecimiento económico de EE.UU habría sido, quizás, más lento, y el país no habría disfrutado de la misma prosperidad basada en el crédito que ha tenido desde los años 70, quizás. Pero las tensiones comerciales (como esta "orgía del arancel" de Trump) no surgirían o lo habrían hecho en menor escala y mucho antes, como respuesta a la necesidad de proteger la balanza comercial.

Socialismo Monetario y Globalización

La narrativa Trump plantea que la globalización, impulsada por la teoría de la ventaja comparativa y motivaciones políticas (como integrar a China y países exsoviéticos), no cumplió sus promesas. En lugar de beneficiar a todos, resultó en desindustrialización, déficits comerciales masivos, pérdida de empleos y transferencia de riqueza al extranjero en EE.UU. Se critica que esto ha perjudicado a los trabajadores y comunidades, proponiendo políticas proteccionistas como aranceles, subsidios a la industria y reequilibrio comercial para priorizar la manufactura y el bienestar local sobre el consumo global.

Esto constituye un mal enfoque para oponerse a la globalización. Culpar a la globalización es miope, ya que el problema no es el comercio en sí, sino que sin la ruptura del patrón oro y la adopción del socialismo monetario, la economía habría crecido más lentamente pero de forma más "sana".

Globalización limitada bajo el patrón oro

Con el patrón oro, EE.UU no podría haber sostenido déficits comerciales tan grandes como el billón de dólares anual actual. La necesidad de equilibrar la balanza comercial habría restringido la capacidad de importar masivamente bienes baratos de países como China. Esto habría frenado la globalización tal y como la conocemos: menos cadenas de suministro globales, menos externalización de fábricas y un comercio más equilibrado. En este sentido, la pérdida de industria y empleos por la globalización no habría ocurrido a esta escala, porque el sistema monetario no lo habría permitido.

Crecimiento más lento, pero "sano"

La economía habría crecido más despacio pero de forma más uniforme. Sin la flexibilidad del dólar fiat, EE.UU. no podría haber financiado un consumo excesivo ni acumulado deuda para importar bienes. Esto habría obligado a una economía más enfocada en la producción interna y las exportaciones, preservando más empleos manufactureros. Podríamos decir que sería "más sana" porque dependería menos de deuda y transferencia de activos al extranjero, algo que se ve como una "hipoteca del futuro". Sin embargo, desde luego, también habría menos acceso a bienes baratos y un nivel de vida más modesto para los consumidores estadounidenses.

Si el patrón oro hubiera persistido, muchos de los males que se atribuyen a la globalización —desindustrialización, déficits comerciales, pérdida de control sobre activos— no se habrían materializado tan intensamente. La globalización no habría alcanzado el nivel actual, y EE.UU. no habría "perdido" tanto frente a competidores como China. Esto debilita su crítica, porque el escenario que él deplora depende de la ruptura del patrón oro y la posterior hegemonía del dólar fiat, que permitió a EE.UU. consumir más allá de sus medios y a las empresas externalizar sin restricciones.

Proteccionismo como solución defectuosa

Las medidas como los aranceles, subsidios, reequilibrio comercial, etc,  buscan revertir los efectos de la globalización, pero bajo el patrón oro no habrían sido necesarias porque el sistema habría autoimpuesto disciplina comercial. Sin embargo, en el mundo actual, estas políticas podrían encarecer bienes y provocar represalias comerciales.

Patrón oro y globalización

Bajo el patrón oro, en EE.UU no hay razón alguna para que no se hubiera producido la innovación tecnológica (impulsada por la competencia global), acceso a bienes asequibles y expansión de sectores como servicios y tecnología, que han sido motores de prosperidad. La narrativa Trump se enfoca en los perdedores (trabajadores manufactureros) sin reconocer que el crecimiento agregado ha elevado el nivel de vida general. El período de 1870 a 1914, conocido como la "primera globalización", ocurrió bajo el patrón oro internacional. Sin embargo, es probable que la globalización no habría alcanzado la escala ni la forma de la globalización actual. En contraste, el sistema fiat permite a EE.UU. financiar déficits emitiendo deuda sin límite físico inmediato, lo que ha amplificado el comercio global y las cadenas de suministro modernas. Con patrón oro, la globalización tendría menos dependencia de importaciones masivas y externalización, porque los desequilibrios comerciales se corregirían más rápido. China no podría haber acumulado billones reservas de dólares bajo el patrón oro sin drenar el oro de EE.UU., limitando su ascenso como fábrica global. El patrón oro imponía disciplina: los países no podían devaluar sus monedas para ganar competitividad ni expandir la oferta monetaria sin respaldo.

La imposibilidad práctica de la planificación monetaria

Un banco central, como la Fed, opera en un sistema fiat donde decide la oferta monetaria (emitiendo o retirando dinero) y las tasas de interés para influir en la economía. Pero, determinar la tasa "correcta" es imposible por varias razones. La economía es un sistema complejo con millones de actores (individuos, empresas, gobiernos) tomando decisiones basadas en conocimientos locales y expectativas. La Fed no puede conocer en tiempo real todas estas variables: cuánto quieren ahorrar, invertir o gastar las personas, o cómo reaccionarán a una tasa específica. Hayek lo llamó el "problema del conocimiento": la información está dispersa, constantemente varía, es inarticulable y no puede centralizarse en una autoridad como la Fed. Las políticas monetarias tienen retrasos y efectos impredecibles:  tardan meses o años en impactar plenamente (lag effect). Por ejemplo, subir tasas en 2022 para frenar la inflación post-pandemia no tuvo efectos inmediatos, y la Fed tuvo que ajustar sobre la marcha, a veces exacerbando la volatilidad. Tiene Incentivos distorsionados: La Fed y los Bancos Centrales responden a presiones políticas.

Las leyes económicas no fallaron; la política sí

Las predicciones de la Teoría Económica se cumplieron: crecimiento global, especialización, destrucción creativa. Que el socialismo monetario sea imposible también se confirmó: los países socialistas que sobrevivieron (China, Vietnam) lo hicieron adoptando mercados. El fallo está en la gestión política de los países capitalistas que adoptaron el socialismo monetario. Ese estatismo/socialismo,  ha llevado a EE.UU a enfrentar una deuda pública que supera los 35 billones de dólares (abril de 2025, según tendencias actuales) y un déficit comercial anual de alrededor de un billón ¿y ahora qué?

 Conclusión

Si el patrón oro hubiera persistido, la globalización habría existido, pero EE.UU. no enfrentaría el nivel actual de déficit, desindustrialización ni dependencia de China, porque el sistema habría forzado ajustes antes. La "orgía del arancel" de Trump, quizás busca replicar esa disciplina artificialmente, pero con patrón oro no habría sido necesaria: el mercado lo habría regulado. La globalización y el patrón oro no son incompatibles; coexistieron históricamente y podrían hacerlo hoy. No sería como la globalización moderna, con sus déficits persistentes, cadenas de suministro globales y dependencia de deuda fiat, pero no nos encontraríamos en la insostenible situación actual con una deuda mundial superior a los 300 billones de dólares, tres veces el PIB mundial.

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Bonus Track

"No hay forma de evitar el colapso final de todo auge desatado a base de expansión crediticia. Tan sólo cabe optar entre provocar más pronto la crisis poniendo fin voluntariamente a la expansión crediticia o dejar que, por sí solos, el desastre y la ruina total del sistema monetario se produzcan algo más tarde” (Ludwig Von Mises).

Con una deuda global que supera los 300 billones de dólares, triplicando el PIB mundial— se plantea una prueba de fuego para la máxima de Mises. Veamos.

Nos hallamos ante una expansión crediticia estructural. En el sistema fiat moderno, el dinero es deuda. Cuando un banco central (como la Fed) o los bancos comerciales crean dinero, lo hacen mediante préstamos: Bancos centrales: Emiten dinero comprando activos (ej. Bonos del Tesoro) y registrándolo como pasivo en su balance. Cada dólar nuevo es deuda del sistema. Los bancos comerciales multiplican la oferta monetaria prestando bajo el sistema de reserva fraccional siendo recurrentemente refinanciados por el Banco Central. Esto es, en esencia, una expansión crediticia perpetua. Desde que Nixon abandonó el patrón oro en 1971, esta dinámica se desató sin un ancla física (oro), permitiendo que la deuda crezca exponencialmente. Los 300 billones de deuda "pública" global (según estimaciones del Institute of International Finance para 2025) reflejan este proceso: gobiernos, empresas y hogares han acumulado pasivos que superan con creces la producción real (PIB mundial ~100 billones). 

La cita de Mises —"No hay forma de evitar el colapso final de todo auge desatado a base de expansión crediticia..."— viene de su crítica al dinero fiat y las políticas monetarias expansivas. Su razonamiento es: Expansión crediticia artificial: Cuando se inyecta dinero (deuda) sin respaldo en bienes reales, se crea un auge económico temporal: más consumo, inversión y crecimiento. Desajustes inevitables: Este auge distorsiona los precios y las señales del mercado, llevando a malas inversiones (burbujas) que no reflejan la capacidad productiva real. Colapso inevitable: Eventualmente, la deuda debe ajustarse a la realidad económica. Esto puede ocurrir de dos formas: Abandono voluntario: Frenar la expansión (subir tasas de interés, reducir emisión), provocando una crisis controlada pero inmediata. Catástrofe tardía: Seguir expandiendo hasta que el sistema colapse por insostenibilidad (hiperinflación, defaults masivos).

Mises veía el dinero fiat como un experimento condenado, porque sin un límite natural (como el oro), la tentación de emitir más deuda es irresistible, pero insostenible a largo plazo. Las últimas cinco décadas han sido un auge impulsado por deuda. Desde los 70, la deuda global creció de ~50% del PIB a más del 300% hoy, gracias a tasas bajas, QE y estímulos (2008, 2020). Esto coincide con el "auge desatado" de Mises. Las burbujas en vivienda (2008), las acciones y deuda soberana son desajustes visibles, muestran inversiones infladas por crédito fácil, no por productividad real. Intentos de ajuste: Cuando la Fed sube tasas (2022-2023) para frenar la inflación, provoca mini-crisis (bancos regionales colapsan, mercados tiemblan), sugiriendo que el "abandono voluntario" lleva a recesiones, como predijo Mises. Una deuda tres veces el PIB mundial implica que cada dólar de producción soporta tres de deuda. Si el crecimiento económico (2-3% anual) no puede pagar intereses (que suben con tasas más altas), el sistema parece al borde del abismo. El dólar sigue como moneda de reserva, retrasando el "desastre total". Países como China acumulan deuda estadounidense (Bonos del Tesoro), pero si pierden la fe y venden, el colapso que Mises predice podría acelerarse. Inflación como señal: La inflación post-2020 (9% en EE.UU, más en otros países) muestra los límites de emitir dinero sin respaldo. Si se descontrola (hiperinflación), sería la "ruina total" prevista en la cita de Mises. 

¿Por qué no ha colapsado aún? Respuestas. Inercia del sistema: La hegemonía del dólar y la interconexión global actúan como amortiguadores. Nadie quiere un colapso total, porque todos perderían (EE.UU., China, UE). Innovación y productividad: Aunque la deuda triplica el PIB, el crecimiento tecnológico (IA, energía) han aumentado la producción real, postergando el ajuste. Manipulación política: Bancos centrales y gobiernos siguen "pateando la lata" con más deuda o rescates, evitando el "abandono voluntario" y retrasando la catástrofe. Esto parece insostenible. 

La máxima de Mises se basa en lógica económica pura, y los 300 billones de deuda global son una bomba de tiempo que valida su advertencia. Opción 1 (crisis pronto): Si la Fed u otros bancos centrales frenan la expansión (tasas altas sostenidas, fin del QE), veremos defaults (gobiernos, empresas) y recesiones severas en los próximos años. Esto ya empezó en 2023-2024 con quiebras y tensiones fiscales. Opción 2 (ruina tardía): Si siguen emitiendo para refinanciar deuda, el colapso será más grande: hiperinflación, pérdida de confianza en monedas fiat, o un reset global (¿monedas digitales?). Esto podría tardar décadas, pero es inevitable si la deuda sigue creciendo más rápido que el PIB. La evidencia sugiere que Mises tiene razón: no hay escapatoria al ajuste. La pregunta es si los gobiernos optan por el dolor ahora o lo posponen hasta un desastre mayor. La situación real (inflación, deuda récord) indica que estamos en la trayectoria que él predijo.

Trump y su "orgía del arancel" en este contexto.

Las políticas de Trump (aranceles, proteccionismo, relocalización de fábricas) pueden verse como un intento de lidiar con los síntomas de la expansión monetaria y la globalización tal y como la conocemos, pero no abordan la raíz del problema monetario.

Trump quiere reducir el déficit comercial (un billón anual) para que menos dólares salgan al exterior y se necesite menos deuda para financiarlo. Esto podría interpretarse como un "abandono voluntario" parcial de la dependencia del crédito externo, alineándose con la opción de Mises de provocar una crisis temprana. Sin embargo, no toca la deuda interna (35 billones en EE.UU.) ni la emisión de dinero por la Fed. Los aranceles no generan suficiente ingreso fiscal para pagar esa deuda; al contrario, si suben precios (inflación), los costos de refinanciarla podrían aumentar. Traer fábricas a EE.UU busca fortalecer la producción real, lo que en teoría podría reducir la brecha entre deuda y PIB. Pero el proceso es lento (más de un mandato), y el auge ya está tan avanzado que los aranceles solo serían un parche. En 2018-2019, los aranceles a China bajaron el déficit bilateral, pero el déficit total de EE.UU. apenas cambió, porque el consumo siguió dependiendo de importaciones (ahora de Vietnam, México). La expansión monetaria no se detuvo. Si los aranceles provocan represalias y frenan el comercio global, el crecimiento económico (que sostiene la deuda) podría colapsar antes, forzando el ajuste que Mises predice. Esto sería la "crisis más pronto", pero sin control: inflación, recesión y defaults, no una solución ordenada. Alternativamente, si falla y el déficit persiste, solo retrasa el "desastre tardío", dejando la deuda intacta. El enfoque de Trump es nacionalista (fortalecer EE.UU. frente a China), no una crítica al sistema fiat. Sin frenar la emisión de dinero o la deuda, su estrategia no evita el colapso; a lo sumo, cambia quién sufre más cuando llegue (EE.UU. vs. rivales). 

La globalización, como la conocemos desde los 70, es un producto y amplificador de la expansión crediticia. Permitió a EE.UU. consumir más allá de su producción, financiando déficits con deuda que países como China acumulan (Bonos del Tesoro). Esto es el auge crediticio en acción: más dinero/deuda circulando globalmente, inflando la oferta monetaria a 300 billones. Sin el dólar fiat y la globalización, este nivel de desequilibrio no habría sido posible bajo el patrón oro, como veíamos antes. La desindustrialización que Trump critica es un efecto del crédito barato: empresas externalizan porque el sistema fiat lo permite, no porque las leyes económicas fallen. China se benefició, pero su deuda interna (40% del total global) también creció, mostrando que todos están atrapados en el mismo auge. Mises lo predijo: la expansión artificial del crédito distorsiona la producción real, creando burbujas (manufactura en China, servicios en EE.UU.) que colapsarán cuando el ajuste llegue. La interdependencia global hace que el "desastre tardío" de Mises sea más catastrófico. Si un país clave (EE.UU., China) entra en default o hiperinflación, las cadenas de suministro y los mercados financieros globales se derrumban en cadena. Ejemplo: Si China vende masivamente Bonos del Tesoro, el dólar cae, pero su economía también sufre (menos exportaciones). Nadie escapa. No hay posibilidad de revertirla rápido:  Trump quiere deshacer la globalización, pero 50 años de integración no se revierten en un mandato. La deuda ya existe, y el sistema depende de ella. Frenarla de golpe (aranceles, proteccionismo) podría precipitar la crisis de Mises antes, pero no la evita. La estrategia de Trump podría ser un intento torpe de forzar el "abandono voluntario" al reducir la dependencia externa, pero no ataca la raíz (emisión de dinero). Si tiene éxito parcial, retrasa el colapso; si falla o exagera, lo acelera. En ambos casos, la máxima se cumple: el auge crediticio no se sostiene. La globalización es el vehículo del auge que Mises critica. Ha maximizado el crecimiento, pero también la deuda y los desajustes. Su escala asegura que el colapso, cuando llegue, sea global y devastador, cumpliendo la "ruina total" si no se actúa antes.

Visión del futuro

La deuda global de 300 billones es la encarnación del auge crediticio que Mises advirtió. Trump y la globalización son síntomas y respuestas dentro de este sistema fiat, pero ninguno resuelve el problema de fondo. Trump puede mover piezas (aranceles, déficit, manufacturas), pero no desarma la bomba de relojería de la deuda. Sus aranceles son como tratar un cáncer con analgésicos: alivian el dolor local, pero la enfermedad sigue. Globalización: Ha estirado el auge al máximo, pero también la cuerda que romperá. El colapso que Ludwig Von Mises predice parece inevitable, y la globalización asegura que será un dominó mundial. Bonito panorama. Se cumplirá la máxima: o los bancos centrales frenan la expansión (crisis pronto, tal vez con Trump como catalizador involuntario) o seguimos hasta la "ruina total" (hiperinflación, defaults globales). La evidencia (inflación reciente, tasas subiendo, deuda récord) sugiere que estamos cerca del límite, pero la inercia política y la fe en el dólar lo prolongan.

 


Txus Alonso (Kaialde) 5 de abril de 2025

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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