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lunes, 2 de mayo de 2016

Vaporizador Personal (E-cig): Una revolución de "salud publica" liderada por el propio consumidor que podría acabar con el Estado del Bienestar

El vaping es un ejemplo único de donde puede llegar una revolución de consumo liderada por el consumidor
(BPh: Big Pharma: Multinacionales Farmacéuticas)
(BT: Big Tobacco: Multinacionales Tabaqueras)


Los libertarios y los liberales mencionan frecuentemente la pelea que sostienen empresas como Uber, BlaBlaCar o Airbnb contra los privilegios de los grupos de presión (hoteleros) asociados a los gobiernos o dependientes de licencias (taxis) de las administraciones públicas. Sin embargo, pienso que, en la actualidad, el paradigma de la lucha por la soberanía del consumidor contra el Estatismo y los grupos de presión (BT, BPh) está representado por el sector del Vaporizador Personal (el mal llamado cigarro electrónico). ¿Por qué? Porque este sector disruptivo, formidable herramienta de reducción de daños por tabaquismo, liderado desde sus principios por el consumidor, con miles de pequeños emprendedores dispersos por todo el planeta, puede salvar de la muerte prematura a millones de personas. Y no es broma. Está sucediendo ya en Reino Unido, donde hay más de tres millones de vapers que han abandonado el tabaco.
Pero ... ¿Podrían los Estados permanecer ajenos ante semejante revolución, perdiendo ingresos fiscales presentes procedentes de los grupos de presión y sin posibilidad de justificar  e imponer ingresos fiscales futuros procedentes de la nueva tecnología?




Me temo que no. Lo cierto es que políticos, burócratas y lobbies están tratando de ocultar la verdad en este asunto directamente relacionado con la salud con propósito de obtener regulación privilegiada a su favor.
El brutal bombardeo de casi todos los medios de comunicación (salvo excepciones: Manuel Llamas aquí, aquí y aquí), dependientes de la publicidad institucional, voceros de políticos y lobbies, contra el vaporizador personal, acabó con el 70 u 80% del sector del vapor en este país. Y lo que es peor, acabó bloqueando una natural y espontánea progresión consistente en la conversión del fumadores en vapers (lo cual dice bastante de lo que en verdad les importa la "salud pública").
Además, en grotesca y grosera violación de derechos individuales, la publicidad del e-cig ha sido recientemente prohibida (aniquilando la comunicación directa entre productores, distribuidores y consumidores).

El resultado hoy en día, como era de esperar, es desconocimiento generalizado.  Una imagen vale más que mil palabras, vean:

Mayo de 2016
VAPOR-MY
Vapor de fresa, melocotón y vainilla...

El "sector de la salud" está absolutamente regulado en todo el mundo y mueve miles de millones de dólares y euros. Los clientes de las multinacionales farmacéuticas no somos diréctamente los consumidores o pacientes, son los gobiernos, los clientes directos. Sólo el Estado decide lo que es o no es TERAPEUTICO y autoriza y/o prohibe fármacos y tratamientos. Pero en poco tiempo, ha surgido y evolucionado un artilugio -una tecnología-. cuyo uso, como digo, constituye una increíble herramienta de reducción de daños, capaz de ayudar a cientos de millones de fumadores a abandonar el hábito del tabaco, evitando así, su muerte prematura. La evolución tecnólogica proseguiría imparable si la FDA, los Gobiernos y la propia UE se mantuvieran "quietecitos", sin tocar demasiado las pelotas, donde han permanecido estos últimos años mientras se ha desarrollado toda esta tecnología disruptiva; es decir, deberían quedarse completamente al margen de los contratos libres establecidos entre emprendedores y consumidores en todo el mundo a lo largo de la última década en la cual se ha desarrollado esta tecnología del vapor.
Gobiernos y políticos de todos los colores no pueden soportar quedar al margen (a excepción, quizás, del Reino Unido).
Tal y como ha venido desarrollándose esta tecnología, al margen de gobiernos y burócratas, si millones de consumidores de todo el planeta dirigiendo la actividad de miles de emprendedores, comprando o dejando de comprar, buscando todos el mutuo beneficio (incluido el económico), sin proponérselo, sin una planificación central gubernamental ni de organismos burocráticos internacionales de salud, actuando libremente, sin mandatos coactivos específicos ni regulaciones especiales, buscando cada cual satisfacer una necesidad personal recreativa, medicinal y/o económica (legítima), si todo este proceso espontaneo, sin una sola victima, llevara aparejado una reducción drástica –incluso la eliminación en una o dos décadas- de un gravísimo problema de "salud pública" como es el "tabaquismo", entonces, no sólo se pondrían en peligro los actuales ingresos fiscales de los Estados, sino que también se pondría en peligro el propio Estado del Bienestar (es decir, el bienestar del Estado). Podría pegar un giro brusco la percepción actual que los ciudadanos tienen de la necesidad de grandes gobiernos protectores con legiones de burócratas y enormes poderes regulatorios para dirigir la producción y redistribuir a su antojo, bajo la excusa del bien común. Se pondría en peligro la creencia de que no bastan los tribunales de justicia para castigar el engaño y el fraude sino que, prioritariamente, la gente necesita a políticos y burócratas, con más y más competencias para intervenir, controlar, prohibir, autorizar, legislar sobre la salud de las personas, por encima de los acuerdos libres médico/paciente; con más y más poder para crear toda clase de agencias, organismos, oficinas, observatorios y toda clase de entes públicos de control sobre cualquier proceso o tratamiento que pudiera denominarse terapéutico (o sobre cualquier otra actividad económica con potencial para facturar millones de dólares o euros). La gente corriente ha de seguir percibiendo que un asunto tan importante como lo que ellos denominan "salud pública" no puede estar liderada por el consumidor, como ya lo están la alimentación o la industria textil (en las democracias liberales). Si un proceso económico espontáneo liderado por el consumidor acabara con el tabaquismo, ello podría significar el principio del fin de los Estados del Bienestar, algo que todo político actual ha de evitar, a toda costa, por su propia supervivencia.
Ya lo dijo Spinoza: “Todo ente tiende a perseverar en su ser”.

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Aaron Biebert, director del documental A billion Lives, estrenado este mes de mayo, viajó a través de cuatro continentes. Entrevistó a médicos, científicos y otras personas que "trabajan para salvar unos mil millones de vidas". Lo que encontró fue el profundo fracaso de los gobiernos, la corrupción generalizada en la comunidad de la salud pública y una desestabilización de gran alcance por parte de las grandes multinacionales.



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Ocultar la Verdad

Informe del Real Colegio de Médicos Británico

Actualización 2018

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