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martes, 27 de marzo de 2012

Cómo fabricar 5 millones de parados

Mi cuñado (jeje) lee este blog. Dice que empiezo bien, pero que en un determinado punto “se me va la olla” y ya no hay quien me siga.
Bien … lo intentaré de nuevo.
Pregunta: ¿Cómo fabricar 5 millones de parados?
Respuesta: Con inflación monetaria.
La inflación no es lo que nos cuentan. La inflación, correctamente entendida, no es el aumento de los precios (IPC). La inflación es el aumento de los medios de intercambio; es decir, el aumento de la masa monetaria. El aumento de los precios es la consecuencia. Inflación, por tanto, es el aumento de la cantidad de moneda ("dinero") en circulación, sin el correspondiente incremento de bienes y servicios. (Aunque realmente no lo sean, utilizaré, por tanto, aquí, como sinónimos, dinero y medios de pago o medios de intercambio, o moneda).
Puesto que la inflación no produce automáticamente un aumento proporcional y al mismo tiempo de todos los precios y salarios de una economía, para compensar sus nefastas consecuencias (pérdida de poder adquisitivo de los ingresos de los más pobres y castigo al ahorrador), los gobiernos –hasta hace poco- “nos tranquilizaban” obligando por ley, reglamentos o convenios, a empresas y administraciones públicas, a indexar anualmente salarios y pensiones al Índice General de Precios (IPC), que ellos mismos confeccionan.
Pero las realmente perversas consecuencias del aumento continuado de los medios de pago NO son esas.

Lo peor es que la inflación de la masa monetaria crea y desplaza los puestos de trabajo a lugares equivocados. Y cuando la inflación cesa, se produce desempleo masivo. Aquí en Spain, nada menos que 5 millones de trabajadores han perdido el trabajo.
Pero esto..., ¿como sucede? ¿cual es la mecánica del proceso?.

Bien …, es complicado, así que, vayamos por partes.

Intentemos visualizar cómo la creación de nuevo dinero ( ojo, he dicho antes que aquí empleo el término dinero como medio de intercambio generalmente aceptado) va desplazando la demanda y por tanto el trabajo, de unos sectores a otros y de la producción de bienes de consumo a la producción de bienes de inversión; todo ello sin que el consumidor haya sacrificado y reducido voluntariamente el consumo presente.


Fuerza impulsora del dinero

Empecemos por sucesos simples. Todo el mundo ha visto en la tele que cuando toca la lotería de Navidad muy repartida entre los vecinos de un pequeño pueblo, se produce un aumento de la demanda de ciertos bienes y servicios que se comercializan en ese pueblo (champán, coches, electrodomésticos, joyas, preservativos, viajes, ropa elegante, mazapanes y polvorones… etc). La gente trabaja haciendo cosas [me acabo de quedar calvo]. Si las cosas que se producen no tienen demanda, la gente que las fabrica se queda sin trabajo. Si te toca la lotería, probablemente contribuirás a crear empleos temporales, incrementando la demanda de ciertos productos en la zona donde resides.
Por tanto, en última instancia (sin interferencia institucional), es la demanda de los consumidores – comprando y dejando de comprar- la que sostiene o destruye los puestos de trabajo.

Sin embargo, los empresarios del pueblo no aumentarán definitivamente sus plantillas de trabajadores a pesar de que se haya elevado espectacularmente la demanda de los productos que venden. No lo harán, porque saben que la demanda volverá a caer en picado en cuanto se esfume el dinero de la lotería del bolsillo de los afortunados. Y por tanto, los nuevos puestos de trabajo creados, también se esfumarían cuando caiga la demanda.
Esto parece bastante evidente, pero mira por donde, hay alguien que sí aumentó sus plantillas, equipos e instalaciones de forma permanente: nada menos que todas las Administraciones Públicas en el Estado Español:
Durante todo el periodo inflacionario 2003/08 al Estado le tocó la lotería cuando aumentaron espectacularmente todos sus ingresos fiscales gracias a la actividad económica propiciada por la expansión monetaria. Resulta que, nuestros sabios políticos, pensaron que la lotería les iba a tocar todos los años por los siglos de los siglos. Aumentaron espectacularmente sus "plantillas, equipos e instalaciones" y ahora estamos metidos en un follón de órdago intentando conseguir financiación para mantenerlos (crisis de deuda).


Bien … , volvamos a lo nuestro.
Podríamos decir pues, que la inflación monetaria –en el pueblo- ha consistido en una única inyección de dinero que ha entrado en el sistema económico del pueblo por un sitio concreto: ha sido inyectada a los propietarios de los décimos de lotería premiados.
Si un ser sobrenatural de procedencia celestial comunicara a empresarios y comerciantes que va tocar la lotería todas las navidades durante los próximos 30 ó 40 años, entonces probablemente, los empresarios sí que ampliarían permanentemente sus plantillas, equipos e instalaciones.
Bien … , hasta aquí parece que no hay complicaciones. Podemos asegurar que un aumento de la cantidad de dinero que entra por algún sitio de la economía aumenta la demanda de algunas o muchas cosas y por tanto- si la cantidad de nuevo dinero sigue entrando- desplaza el trabajo allí donde se ha producido ese aumento de la demanda. Vemos pues, que el dinero tiene fuerza impulsora propia.


Catástrofe natural

Si en lugar de tocar la lotería, se produjera una enorme catástrofe natural (terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, … etc) con gran destrucción de bienes, fabricas, equipos e instalaciones, el efecto sería una escasez inmediata de bienes de consumo y de capital (éstos últimos, necesarios para reanudar el flujo de producción de bienes de consumo en el futuro). Esa escasez provocará un aumento de los precios de muchas cosas. Dependerá de la utilidad marginal de los bienes que se hayan perdido en la catástrofe.
De un día para otro, mucha gente se quedaría sin trabajo, sin corriente de ingresos, y se produciría una disminución brutal de la demanda de casi todo. El pueblo sería más pobre.
No hay duda de que las grandes catástrofes naturales producen desempleo, a pesar de que ciertos economistas propusieran "la destrucción de inventarios" (o alguna que otra guerra) para salir de las crisis.




Este último supuesto puede parecer, a simple vista, lo opuesto a que toque la lotería. ¡Pero no!.¡No es el caso opuesto!. la cantidad de dinero en circulación sigue siendo la misma. Lo que realmente se ha destruído es la riqueza.

Si después de la catástrofe, tocara el gordo de la lotería, los comerciantes del pueblo seguirían sin poder vender más coches porque los concesionarios y los vehículos están destruidos, no venderían más champán porque las tiendas se han derrumbado, no podrían vender más turrón y mazapanes … etc, porque las instalaciones para fabricarlos se han perdido al igual que las cosechas… etc, etc.

Contracción monetaria

El caso opuesto sería precisamente “el opuesto”, es decir, una gran salida o destrucción de dinero del pueblo. Una contracción monetaria. Una deflación de la masa monetaria. La consecuencia de la deflación es la contraria a la inflación. Si se produce una deflación monetaria la consecuencia es que los precios han de ajustarse a la nueva cantidad de moneda en circulación. Si hay menos medios de intercambio  los precios y salarios han de bajar.
Imaginemos una especie de corralito local donde el gobierno municipal o provincial, decretara la independencia con cierre de fronteras. Se produciría una brutal fuga de capitales. Y como no poseen moneda propia el gobierno habría de implantar un corralito y confiscar medios de intercambio. 
Bien …, en este caso opuesto, la gente no habría perdido su trabajo. Los bienes de consumo seguirían en las tiendas, y estarían intactos los bienes de capital necesarios para producirlos. Pero, ¿Cómo se efectuarían los intercambios? y ¿como se abonarían los salarios si no hay medios de pago?. El dinero, se ha esfumado y el trueque es una cosa muy complicada en una sociedad con una gran división del trabajo. Tendríamos un grave problema que, sin duda, paralizaría la actividad económica. Se produciría una enorme demanda de dinero (medios de intercambio) que haría caer los precios. La gente vende cosas a cambio de dinero. Es muy difícil que si vendes trabajo, el que te contrata te pague con los bienes reales que tu necesitas. Así que la gente demandaría dinero intensamente provocando un descenso brutal de precios y salarios. ¿Por qué?  porque al demandar intensamente medios de intercambio con sus propios bienes y servicios y su propio trabajo, debido a la escasez de esos medios de intercambio, en cada operación estarían dispuestos a ofrecer cada vez mayores cantidades de sus propios bienes y servicios a cambio de la misma cantidad de dinero (bienes de intercambio).
Pero ese descenso no se produciría en todos los bienes y servicios proporcionalmente y al mismo tiempo porque para eso sería necesaria una intervención celestial y milagrosa.
Una descomunal deflación, en la vida real, podría suceder si dejáramos quebrar todo el sistema financiero (ver aquí).  Al desaparecer los depósitos bancarios, desaparecerían las nueve décimas partes de la masa monetaria, y todos los precios y salarios deberían ajustarse a la escasa cantidad de dinero en circulación.¡Sería la guerra!


Desplazamientos monetarios voluntarios e involuntarios

Hemos dicho que si cae el gordo de la lotería en un pueblo, eso supone una gran inyección de dinero que conlleva un aumento de la demanda en el pueblo, pero ese dinero no es dinero nuevo, no es de nueva creación. Procede de lo que mucha gente se ha gastado en décimos -no premiados- en el resto del país. Es dinero que no se ha gastado en otra cosa y que ha ido a parar al pueblo afortunado. Por tanto el aumento monetario de la demanda de bienes y servicios en el pueblo es, digamos, equivalente a la disminución monetaria de la demanda de bienes y servicios en el resto del país. Si bien es cierto que esa disminución es inapreciable, mientras que el aumento de la demanda en el pueblo “da mucho cantazo”.
Todo ello se ha producido por decisiones voluntarias de los consumidores.
Si en determinado sitio "A" quedan bienes invendidos porque la gente se ha gastado el dinero en loteria, cuando los productos demandados en determinado sitio "B" -que es donde toca la lotería- se agoten, no habrá problema de suministro, puesto que no se han consumido en "A", ya que los consumidores de "A" habían decidido voluntariamente gastar sus ingresos en décimos de lotería (no premiados).
Una situación así (llevar el dinero ya existente, de un sitio a otro) puede también ser no voluntaria. Por ejemplo, si el gobierno decide expropiar con impuestos a determinados ciudadanos para subvencionar a otros.
En ambos supuestos (el voluntario y el involuntario) se producirían enormes cambios en la demanda de muchísimos bienes y servicios, y por tanto, enormes desplazamientos del factor trabajo; bien geográficamente, por sectores, o entre etapas del proceso productivo, o cualquier combinación de las tres. El trabajo creado por el sector público será finalmente insostenible en cuanto disminuyan drásticamente sus ingresos (que proceden del sector privado).


Inflación monetaria

Bien … , hasta ahora hemos visto casos en los que hemos quitado dinero de un sitio y lo hemos puesto en otro. ¿Qué pasa cuando se crea dinero nuevo a lo bestia? (expansión crediticia mediante un sistema bancario de reserva fraccionaria con Banco Central monopolista de moneda; y/o monetizando deuda pública). De entrada ya podemos visualizar lo que no sucederá. No sucederá que voluntariamente dejen de gastar unos para que lo gasten otros. Todos intentarán gastar lo mismo o más que antes; y si las inyecciones monetarias se introducen por medio del sistema crediticio, se precipitará una pugna por los recursos más escasos entre los empresarios de las diferentes etapas del proceso productivo. 
Además, invariadas las demás circunstancias, el dinero perderá su valor. Cada unidad monetaria perderá capacidad de compra.
Podríamos imaginar una intervención sobrenatural demoníaca, que persuadiera a la gente de que aquello que hasta ese momento se venía utilizando como dinero, irá perdiendo poco a poco todo su valor hasta reducirse a cero. Esto último, no es totalmente ficción. En la vida real ha sucedido: Alemania 1922, si bien, lo de la intervención sobrenatural demoníaca no ha podido ser probado.
El dinero pierde todo su valor cuando la gente empieza a darse cuenta de que el gobierno aumenta sin control el gasto publico sin que en paralelo se produzca el mismo incremento de bienes y servicios en la economía. Entonces el gobierno tércamente imprime moneda a lo bestia para financiar su gasto, aumentando así la masa monetaria. 
Otra forma de producir inflación monetaria es, como he dicho antes, a través de una expansión crediticia. [Ver otras entradas aquí]
En ambos casos difieren los puntos por los que se introducen las inyecciones monetarias en la economía.

Aunque en principio la inflación es bien recibida por la mayoría porque beneficia al deudor frente al acreedor y además crea empleo, el resultado final es catastrófico. Mientras dura el proceso, la gente corriente no es capaz de relacionar los disparates en la producción con el aumento de moneda en circulación. Además hoy en día los mayores deudores son el Estado y el sistema financiero. Percátense que todos los ciudadanos que tienen una cuenta corriente o libreta de ahorro son acreedores de los bancos.

Mientras se lanzan al mercado nuevos medios de pago, los precios van aumentando puesto que el dinero cada vez vale menos. Los empresarios actúan incentivados por las expectativas de beneficios y estos dependen de los futuros precios esperados. Pero éstos están siendo perturbados por la inflación monetaria. Así que dependiendo de por donde vayan entrando los nuevos medios fiduciarios, irán variando los precios de unos productos con respecto de otros (burbujas). Aquellos que reciban primero el nuevo dinero creado tendrán más poder de compra, y por tanto, más poder para atraer factores de producción, incluida mano de obra, puesto que comprarán a precios que todavía no han recogido el impacto de la inyección monetaria. Si, por ejemplo, ese flujo de nuevo dinero entra para financiar bienes de producción (es decir, bienes alejados del consumo final), o bienes duraderos financiados mediante créditos (v. g. inmuebles), serán éstos los primeros beneficiados, pero, tan pronto como con ese nuevo dinero se remunere a los factores de producción, éstos tendrán, a su vez, más poder de compra y demandarán más bienes de consumo final (v.g. vestido, calzado, ocio, alimentación ... etc) provocando que suban sus precios y por tanto los empresarios de estas etapas finales tendrán, por último, más poder de compra. Se produce una descoordinación intertemporal. Será necesario pues que las inyecciones monetarias que entran en la economía financiando proyectos más alejados del consumo final, sean aún mayores para que puedan finalizar los proyectos emprendidos. Así pues, variará la afluencia de mano de obra de la producción de unos sectores a otros; de unas etapas temporales de producción a otras. 
Así lo expone Hayek:
"Durante el periodo del boom (inmobiliario), la proporción de las rentas que los consumidores deseaban dedicar al consumo presente (o futuro inmediato) y al ahorro (consumo futuro más distante) no era la misma que la proporción en que los empresarios estaban dividiendo sus recursos entre la producción futura inmediata y la producción para un futuro más distante".

[Creo que mi cuñado volverá a decir que se me ha ido la olla].

Bien, vamos viendo pues, cómo la inflación lleva el trabajo a “lugares equivocados”.
Unos creerán que los precios terminarán bajando. Pero, al final -si la inflación no cesa- la gente se desprenderá rápidamente del dinero para adquirir determinados bienes reales o divisas. Unos se darán cuenta antes y otros después.
La manipulación gubernamental del dinero y del crédito es causa del enriquecimiento de unos pocos a costa del empobrecimiento de la mayoría. Incluso es probable que no termine beneficiando a nadie.
Por tanto, el aumento (o descenso) continuado de la cantidad de moneda en circulación, implica enormes desplazamientos (y finalmente, cuando la inflación cesa, destrucción) del factor trabajo, porque no todos los precios – durante el proceso inflacionario, hiperinflacionario o deflacionario- subirán o bajarán en la misma proporción y al mismo tiempo, puesto que la distribución del nuevo dinero va cambiando entre los diversos sectores y etapas del proceso productivo como consecuencia de las inyecciones monetarias y no como consecuencia de decisiones voluntarias de  ahorradores, empresarios y consumidores. 
En países industrializados, con enorme división del trabajo, el resultado final de este proceso es desempleo masivo y destrucción de la división del trabajo.
Si el proceso inflacionario no cesa, simplemente se producirá la destrucción del sistema monetario. 

Keynes, sí, ese Keynes dijo:

"El proceso (inflacionario) agrupa a todas las fuerzas de la economía en el campo de la destrucción y lo consigue de una forma que sólo un hombre entre un millón es capaz de diagnosticarlo" (Keynes 1919)

Como bien señaló Hayek, este era el Keynes de 1919, luego, sus preferencias políticas le convirtieron en el inflacionista de los años 30.


"La moneda es, no solamente el medio de prácticamente todos los intercambios económicos, sino también el denominador mismo de los cálculos en la materia. Cuando la moneda sufre depreciaciones y devaluaciones, invita al gobierno a controlar precios y salarios, a la distribución compulsiva por medio de adjudicaciones y racionamientos oficiales, a las cuotas destructivas de las importaciones, a los altos aranceles y recargos, a la prohibición de viajes al extranjero e inversiones en otros países y a otras muchas restricciones oficiales a la actividad individual. La destrucción monetaria produce no sólo la pobreza y el caos, sino también la tiranía. Pocas políticas pueden destruir mejor los fundamentos de una sociedad libre que la corrupción de su moneda" (Hans F. Sennholz).