Putin es un autócrata; sin embargo, tenía cierto prestigio en Occidente. No
es un globalista. Contaba con un grupo brillante de personas ocupándose de la
macroeconomía. El Banco Central, el Ministerio de Economía, estaban dirigidos
al más alto nivel profesional. Rusia tenía importantes reservas de moneda
extranjera (hoy congeladas por las sanciones internacionales). Tenía una
inflación razonable, un presupuesto muy equilibrado y una deuda estatal muy
baja: el veinte por ciento del PIB, la más baja de cualquier economía
importante. Una de las mejores gestiones macroeconómicas. Sin embargo construyó
un régimen en el que la propiedad privada, una vez más, depende totalmente del
gobernante. Además, entre otras "lindezas democráticas", Alexey Navalny, principal
rival político vivo de Putin, envenenado por el FSB, cumple condena en prisión. Al fin y al cabo, Rusia es una dictadura
militar-policial con un déspota -proveniente de la KGB- en el poder. Como era
de esperar, finalmente, la balanza se ha desequilibrado hacía el lado
militar-policial (de donde viene Putin) doblegando a la parte profesional
macroeconómica. Putin, por desgracia, no es un Ludwig Erhard (cuan distinto sería el mundo si Rusia hubiera encontrado a su Ludwig Erhard). Un régimen, el de Putin, con todos los problemas de información (y corrupción) que suelen
tener los déspotas: terminan rodeándose de gente que sólo cuentan lo que el
tirano quiere oír. "Selección negativa" se denomina. La información empeora. Los aduladores
aumentan en número. Los mecanismos correctivos disminuyen. Y los errores se
vuelven mucho más importantes. La invasión, además de un atroz acto criminal,
ha sido un error geopolítico descomunal. Zelensky, “el actor presidente”, judío, no ha
desertado y salido por patas del país. Resultó que tiene cojones. Kiev no ha
caído en tres días; el pueblo ucraniano está combatiendo la agresión, y la siguiente sorpresa para Putin, probablemente, haya
sido la reacción de Occidente, cuyos políticos, en principio aplicaron tibias sanciones, puro teatro. Sin embargo, posteriormente, parece como resurgido desde abajo. Resulta que Occidente no está acabado aún, ni está
correctamente representado por la legión de políticos globalistas que nos están
arruinando con sus políticas eco-feministas e identitarias, que reaccionaron,(tarde y mál) presionados desde abajo, 4 ó 5 días después de iniciada la invasión.