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sábado, 21 de marzo de 2020

¿De dónde van a sacar el dinero los Estados para combatir la crisis del coronavirus?, se pregunta Eduardo Garzón


Eduardo Garzón:¿De dónde van a sacar el dinero los Estados para combatir la crisis del coronavirus?

Me llega por Whatsapp este artículo de Eduardo Garzón; y me preguntan qué me parece. Bien, se trata de un artículo repugnantemente capcioso. Es decir, es un artículo tramposo, redactado, a sabiendas, con simplona habilidad para inducir a error, o hacer caer en la trampa, a un lector que él sabe ignorante en economía, con la única finalidad de hacer proselitismo "de lo público", es decir, de lo ESTATAL, o sea, del socialismo.

  • Dice Garzon: “¿Por qué no nos preocupa nunca que gaste el sector privado pero siempre que lo haga el público? Es fácil: porque nos han hecho creer que el Estado es una especie de parásito que utiliza el dinero de familias y empresas para operar.

Es que lo es. El Estado, o mejor dicho, los políticos que ocupan sus instituciones son garrapatas extractoras de rentas. Pero no hay que mirar el dinero; mantengan su atención en los bienes y servicios. El Estado (excluyendo sus funciones básicas: seguridad, justicia, defensa), en efecto, es un parásito que, en última instancia, se apropia por la fuerza, no del dinero (que no es más que un medio de intercambio indirecto) sino de los bienes y servicios que producen familias y empresas. Se apropia, nada menos que del 50% del PIB (en los denominados Estados del Bienestar).

  • Escribe Garzón: “Según esta visión dominante, el dinero sería una "cosa" que se genera (por arte de magia al parecer) en el sector privado al calor de los intercambios comerciales, de forma que el Estado tendría que esperar a que dicho dinero se generase para poder recaudarlo y posteriormente gastarlo. Pues bien, todo esto es un cuento y se puede desmontar muy fácilmente”.


La visión, no se si dominante, pero sí de sentido común, es que familias y empresas (sector privado) intercambian los bienes y servicios que ellos mismos han producido utilizando un medio de intercambio: el dinero. Pero, en última instancia, familias y empresas pagan los productos y servicios que compran con su propia producción. Insisto, finalmente, las mercancías se intercambian por mercancías. El dinero no se come, ni satisface directamente necesidades humanas. El dinero sólo es medio de intercambio indirecto. El papel moneda que producen hoy los gobiernos sólo tiene valor, y se utiliza como medio de intercambio, porque con él se han de pagar los tributos de forma forzosa, y por eso la gente lo utiliza para el resto de intercambios (siempre y cuando los Bancos Centrales -Gobiernos- consigan mantener su poder adquisitivo, su valor).

  • Dice Garzón: “El dinero no es una "cosa", es más bien una "magnitud". Es un invento del ser humano para poder medir capacidad de gasto (con la que podemos comprar, pagar deudas, invertir, etc). Al igual que el ser humano creó unidades para medir la distancia, también creó el dinero para medir dicha capacidad económica. Y como magnitud que es, utiliza números. Y como números que son, no tiene sentido hablar de su escasez; los números son infinitos”.


El dinero sí es una cosa (incluso Bitcoin). Es un bien económico. Pero es el bien más fácilmente vendible, es decir, más fácilmente intercambiable por el resto de bienes y servicios. A eso lo denominamos liquidez. El dinero se utiliza como unidad de cuenta, pero NO es una unidad como el metro, que mide la distancia entre dos puntos. ¡Menudo disparate!. El metro es invariable. La unidad de cuenta monetaria, no lo es. El dinero, mejor dicho, la unidad monetaria, es la unidad de cuenta de la contabilidad empresarial, pero no es una magnitud fija. Su poder de compra (su valor) depende de la valoración subjetiva de millones de personas que lo utilizan como medio de intercambio. Por eso los precios varían dependiendo de la cantidad de unidades de cuenta que haya en circulación (oferta monetaria), cosa que no ocurre con la unidad que mide la distancia: el metro. El valor del dinero sí depende de su escasez. La distancia entre dos puntos es la que es siempre, un metro, o un kilómetro, no se estira y contrae, no depende de la valoración subjetiva de los que realizan mediciones, ni de ninguna clase de escasez numérica absurda.

  • Insiste Garzón: “¿A que nadie se imagina un profesor de matemáticas diciendo que no puede dar clases magistrales porque se ha quedado sin números? Pues lo mismo debería ocurrir con el dinero, con la capacidad de gasto: como sociedad, podemos crear tanta capacidad de pago como queramos (otra cuestión distinta es hasta qué punto tiene sentido hacer eso pero, por poder, podemos).


Otro disparate. No podemos crear tanta capacidad de pago como queramos porque, repito, los bienes y servicios (en última instancia) se pagan con bienes y servicios. La producción se paga con producción. La capacidad de pago, por tanto, son los bienes y servicios reales, no números creados y pintados en papel moneda o creados electrónicamente. Decir que podemos crear tanta capacidad de pago como queramos es lo mismo que decir que vivimos en el paraíso y que no hay escasez de ninguna clase.

  • Añade Garzón: “Los euros los crea el Banco Central Europeo, las libras el Banco de Inglaterra, los dólares la Reserva Federal, etc. …  Cuando un banco concede un préstamo a una persona, lo que está haciendo es dotarle de capacidad de pago. Nada más. Es importante entender que el banco no necesita disponer antes de nada: la capacidad de gasto es una convención social, es simplemente dotar de un derecho a una persona para poder gastar en el futuro. Por eso el dinero no es una cosa, es un derecho. Al contrario de lo que se piensa, los bancos no prestan el dinero de una persona a otra; lo que hacen es crear capacidad de pago. Y los límites que tienen para hacerlo –así como otros condicionantes- los deciden y fijan las autoridades públicas”.


Vamos a ver. Cuando un banco concede un préstamo a una persona, lo que está haciendo es situarse como intermediario entre comprador y vendedor. El comprador de un bien utiliza la deuda monetaria que tiene a favor del banco como medio de intercambio. El vendedor de ese bien acepta esa deuda monetaria contra el banco como medio de intercambio. El comprador (y deudor del banco) tiene que producir BIENES Y SERVICIOS en el futuro para cancelar su deuda a favor del banco. Y el vendedor del bien intercambiará la deuda monetaria que tiene contra el banco por BIENES Y SERVICIOS que habrán producido otros. Cuestión aparte es que, en el actual sistema, el banco central (o sea, el gobierno) refinancie las deudas de los bancos comerciales. Pero sobre este asunto, no le interesa hablar a Garzón. Recordemos otra vez, siempre, siempre, en última instancia, las mercancías se intercambian por mercancías. La función del banco es buscar deudores solventes entre demandantes de crédito. Los límites para que la deuda bancaria sea aceptada como medio de pago no los deciden y fijan jamás las autoridades públicas (sic Garzón) sino que dependen de la credibilidad del banco y ésta depende del ahorro real, en bienes y servicios reales, que pueda movilizar el banco en cuestión. Decir que “la capacidad de gasto es una convención social” y que “es simplemente dotar de un derecho a una persona para poder gastar en el futuro” es, por tanto, otro disparate tan gordo como decir que vivimos en jauja, en el país del cuerno de la abundancia, donde jamás habría crisis financieras y económicas, ni escasez de ninguna clase.

  • Garzón dice: “El Estado no es un parásito del sector privado como a menudo se dice y se piensa, sino que es el suministrador del dinero que necesitan familias y empresas para operar. Sin esta competencia del Estado, las familias y empresas no podrían operar de la forma en la que operan en la actualidad”.


Precisamente, el Estado parasita a familias y empresas utilizando el dinero fiat que suministra, para apropiarse por la fuerza de los bienes y servicios producidos por las familias y empresas a cambio de la cancelación de sus deudas tributarias (porque éstas han de pagarse forzosamente en la moneda fiat que produce el Estado).

  • Garzón: “ ¿Se entiende ahora mejor por qué no tiene sentido preguntarse de dónde van a sacar el dinero los Estados? … El problema es que en nuestros sistemas monetarios los bancos centrales se atan voluntariamente las manos a la espalda y se limitan a dar facilidades a los bancos privados para que sean ellos quienes generen la mayor parte de la capacidad de gasto de nuestras economías. ¿Por qué se hace así? Pues porque se quiere que la banca haga negocio. No hay ninguna otra razón.


Cuando Eduardo Garzón dice que los bancos centrales se atan las manos voluntariamente a la espalda, quiere decir, y es cierto, que se mantiene la ficción de que existe una cierta independencia entre gobiernos y bancos centrales. “¿Por qué se hace así?” Pues, no es “porque se quiere que la banca haga negocio” (sic). Se mantiene la ficción de que el gobierno obtiene sus recursos como todo el mundo: trabajando (o mejor dicho: ejerciendo sus funciones). Se hace así para mantener el valor de la unidad monetaria para que los agentes económicos no la rechacen. Cuanto más respeten los gobiernos esa independencia: mayor estabilidad presupuestaria y de precios, mayor crecimiento económico (Suiza, Singapur, Canadá, EEUU, Zona Euro …). En cambio, a menor independencia: mayor desequilibrio presupuestario, mayor inflación de precios, paralización de la producción y de los intercambios, recesiones y depresiones económicas, repudio de la moneda/hiperinflacion, (Zimbawe, Venezuela, Argentina, Alemania 1923 …)

  • Garzón sugiere al lector:“ que se haga la siguiente reflexión. Lo único que pretenden las ayudas públicas para combatir la crisis del coronavirus es compensar la caída de gasto del sector privado. Es decir, si el gasto privado cae en 1.000, estas ayudas pretenden aumentar el gasto en, pongamos, 600, para que el efecto negativo total en la economía sea sólo de 400. Si el Estado está simplemente rellenando un hueco que antes estaba lleno, ¿por qué nos preguntamos ahora de dónde va a salir ese dinero? ¿Por qué no nos preguntábamos antes cómo rellenaba ese hueco el sector privado? Porque han pensado por nosotros. Ese hueco lo ocupaba el gasto del sector privado alimentado con dinero proveniente de los bancos privados con el permiso y apoyo de los bancos centrales. Ahora que proponen saltarse el paso de los bancos privados nos alarmamos y nos preguntamos de dónde va a salir ese dinero. Pues la respuesta es sencilla: del mismo sitio, pero ahora sin que los bancos se lucren por ello. Con la concesión de ayudas estatales el gasto público va a aumentar y también el déficit y la deuda. "¡Alarma! ¡Esto es muy grave! ¡Estaremos endeudados hasta el día del apocalipsis!" son algunos de los mensajes que escucharemos en los días venideros. Pero esto no es más que la absurda conclusión a la que se llega cuando no se conoce bien lo que es el dinero o cuando se sabe pero se utiliza interesadamente para atacar lo público y defender el negocio bancario. Los indicadores de déficit y deuda pública nos señalan simplemente la capacidad de gasto que se está creando. Nada más. No es la peste negra, no es el coronavirus; es simplemente un indicador, un número. Es exactamente lo mismo que los indicadores de crédito concedido por los bancos privados: un número que señala cuánto dinero se ha creado. Pero, qué casualidad, estos indicadores nunca reciben atención (aunque nos lleven a crisis financieras tan graves como las del 2008) pero sí los del Estado y además de forma alarmante. Se les ve el plumero, a pesar de que este chiringuito lleve tanto tiempo montado y a pesar de que haya recibido pocas críticas. Yo animo desde aquí a todo el mundo a que despierte de este engaño que tanto tiempo llevan utilizando sobre nosotros y espero que lo hagamos pronto para así poder combatir los intereses de una minoría y podamos defender lo público sin caer en sus engaños y trampas. ¿De dónde van a sacar el dinero los Estados para combatir la crisis del coronavirus? Pues del mismo sitio que antes, sólo que ahora los bancos no harán negocio por el camino.


Finalmente, yo sugiero al lector que haga el siguiente ejercicio imaginario. Elimine el dinero de la “ecuación”. Veamos. Garzón propone crear “nuevo dinero” saltándose el paso de los Bancos Privados (sic) porque, a pesar de que él mismo sabe que no es cierto, pretende hacer creer al público que el sistema funciona así porque es un chiringuito expresamente montado para favorecer a los bancos.  Ya hemos dicho porque está montado así (y mi opinión es que se deberían abolir los Bancos Centrales). El caso es que Garzón propone que el Banco Central suministre directamente dinero al Gobierno a demanda de éste para que pueda ejercer su función social. Él dice: “si el gasto privado cae en 1.000, estas ayudas pretenden aumentar el gasto en, pongamos, 600, para que el efecto negativo total en la economía sea sólo de 400”. Pero hagamos el ejercicio de eliminar el dinero de la ecuación. Entonces, de lo que realmente se trata es de que (por efecto de la epidemia en este caso) se han dejado de producir bienes y servicios por valor de 1.000 y entonces la pregunta es ¿Cómo va a producir el gobierno, de forma inmediata, los bienes y servicios por valor de 600 que ha dejado de producir el sector privado? No puede (las medidas contra la epidemia lo impiden).
Por otro lado, vale, olvídense del déficit, de la deuda, de los bancos, etc. Lo cierto es que las ayudas, como las nombra Garzón, no van a aumentar los bienes y servicios. ¿Cuál será el escenario? El/los gobiernos, a través de la nueva creación monetaria (Quantitative Easing), además de pagar a empleados y proveedores, proporcionarán poder de compra (ERTES, seguros de desempleo, subvenciones, etc) a millones de personas que, encerrados en sus domicilios de forma forzosa, han dejado de producir y que tienen que sobrevivir demandando productos de primera necesidad (alimentos, luz, gas, agua, vivienda, etc) pero no los demandarán con su propia producción, sino, con la nueva liquidez adicional que los gobiernos van a inyectar en los mercados. Sin embargo, Garzón no plantea que el gobierno reduzca los impuestos. Es decir, Garzón no plantea que el gobierno renuncie a apropiarse por la fuerza de su parte correspondiente de la corriente de bienes y servicios que se están produciendo en el actual escenario catastrófico cuya producción cae en picado. El Estado no renuncia a nada, y además la herramienta que utilizará para mantener el expolio contra los contribuyentes es el nuevo dinero.



La única forma de contrarrestar esa bomba de relojería, pasa por una reducción brutal de la presión fiscal (y máxima flexibilización laboral) reduciendo el gasto público al estrictamente necesario (sanidad y seguridad). Entonces, las empresas y autónomos que aún pueden producir, tendrían más recursos para demandar factores de producción allí donde se necesiten, de forma armoniosa, sin alteración de precios relativos, y aumentar la corriente de bienes y servicios que se van  a demandar hoy y en un futuro próximo con un mínima y puntual expansión monetaria (ayuda directa) dirigida fundamentalmente a prestaciones por desempleo

20 de marzo 2020


Garzón no propone tal cosa, ni ningún otro político, dada la putrefacta socialdemocracia europea. Nos encontramos en un escenario gravísimo se mire por donde se mire. Si la paralización económica se prolongara varios meses, y los gobiernos inyectaran toneladas de liquidez, sin reducir un ápice la presión fiscal, la inflación de precios de bienes de primera necesidad y de materias primas puede ser importante. Si no se frenaran (cosa improbable en la UE) las inyecciones de liquidez, el sistema monetario saltaría por los aires por repudio de la moneda. Se paralizarían los intercambios y la división del trabajo implosionaría. Peligraría incluso la existencia de los Estados, tal y como los conocemos. El porcentaje de muertes producidas por la epidemia sería menor que el producido por la destrucción económica. Menos mal que estamos en Europa y en la Unión Monetaria, y por tanto, este último escenario monetario parece impensable.

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