Servir a la Gente
Los kanamitas no eran muy atractivos, es cierto. Parecían un
poco cerdos y un poco hombres, y ésta no es una combinación agradable. Verlos
por vez primera era un auténtico shock; éste era su handicap. Cuando una cosa
con el aspecto de una fiera viene de las estrellas y te ofrece un regalo, te
sientes inclinado a no aceptarlo.
No sé cómo esperábamos que fueran los visitantes
interestelares..., es decir, los que habíamos pensado alguna vez en ello. Quizá ángeles, o
bien algo demasiado extraño para ser realmente espantoso. Posiblemente fue por
eso que nos horrorizamos tanto y experimentamos tal repugnancia cuando
aterrizaron en sus grandes naves y vimos cómo eran en realidad. Los kanamitas eran bajos y muy peludos..., con pelos gruesos
y erizados de un color grismarrón en todo su cuerpo abominablemente
rechoncho. Su nariz parecía una trompa y tenían ojos pequeños, y manos muy gruesas de
tres dedos cada una. Llevaban tirantes de cuero verde y pantalones cortos, pero
creo que los pantalones eran una concesión a nuestras ideas sobre decencia pública.
La ropa estaba cortada a la última moda, con bolsillos verticales y medio cinturón
en la parte posterior. Sea como fuere, los kanamitas tenían sentido del humor. Había tres de ellos en aquella sesión de la O.N.U., y puedo asegurarles que su presencia en una solemne Sesión Plenaria resultaba muy
extraña..., tres rechonchas criaturas con aspecto de cerdos, vestidas con tirantes
verdes y pantalones cortos, sentadas a la larga mesa de debajo de la tarima, rodeadas
por los bancos atestados de delegados procedentes de todas las naciones. Estaban
correctamente erguidos, y miraban cortésmente a todos los oradores. Sus orejas planas
caían por encima de los audífonos.