Estas últimas Navidades, despues de comer y beber hasta pulverizar las pocas enzimas de nuestros sistemas digestivos (que ya tenemos una edad), todavía nos quedaba 1/4 de neurona sobria para acordarnos de la escoria, digo, clase política (esa tropa de delincuentes organizados).
En este episodio, mi familia, paradigma de indignación, se propone nacionalizar los bancos.
Previamente habíamos llegado al consenso de que no procedía nacionalizar todos los medios de producción:
- "Por favor, eso no. ¿de que estás hablando?; que estamos en el s.XXI y ya se sabe que eso no funciona".
- ¡Ah vale!, entonces, nacionalizamos los bancos, pero mantenemos el mercado ¿no?
- ¡Hombre, pues, suponemos que si...! pero habrá que intervenir ...
- ¿Otro txupito de Ballantine's?
- Venga, dale al frasco, carrasco.
Y así discurría la velada.
Bien, si nacionalizamos los bancos, cabe preguntarse: ¿Lo harán mejor los políticos que las entidades privadas? ¿Van a condonar deudas para evitar desahucios? ¿Van a prestar nuestro dinero a los necesitados aún a riesgo de que no lo devuelvan?...¿Acaso no eran políticos los que estaban sentados en los consejos de administración de las cajas de ahorros?...Si nacionalizamos todo el sistema financiero -manteniendo el resto como economía de mercado, si es que queda algo de mercado- habrá que plantear a los políticos algunas preguntillas, a saber:
¿Van a gestionar ustedes el sistema de tal forma que -en conjunto- los vencimientos de sus deudas sean posteriores a los vencimientos de los créditos que concedan?
Saltarse esta regla de oro es lo que han hecho todos los bancos, principalmente las cajas de ahorros (endeudarse a corto e invertir a largo), y por ello han tenido que ser rescatad@s. Y han sido rescatados precisamente porque el rescatador, es decir el banco central, les ha dado crédito una y millones de veces para refinanciar los vencimientos de sus deudas. Es decir, han permitido, dirigido y orquestado el que todos, incluídos ellos mismos, se saltaran esa regla de oro. Y resulta que los gobiernos son propietarios de los rescatadores (son accionistas de los bancos centrales).
Así pues, no hay incentivo alguno para que los Estados hagan lo contrario aunque sean los propios políticos democráticamente elegidos los que gestionen todo diréctamente. Al revés: Si yo soy el Gobernante y quiero que me re-elijan, prestaré financiación a todo proyecto que me rente votos, y obligaré a los ciudadanos a financiarme, aunque eso implique inmovilizar recursos por mucho más tiempo que el autorizado por los ahorradores al conceder crédito al Estado (o sea, todos los que tenemos cuentas o libretas a la vista o billetes o monedas de curso legal concedemos crédito aunque pocos reflexionen o sepan que esto es así). Si los proyectos resultan ser un desastre, pagarán los contribuyentes.
Es decir, como político, me importará un pimiento saltarme la regla de oro.
Si, vale, es cierto que ya sospechabas que los bancos no tienen ahí guardado tu dinero, pero como último recurso siempre podremos acudir a la famosa maniobra Zaragormendi.
"Maniobra Zaragormendi": lección de finanzas e infórmatica aplicadas:
“La hostia se oyó en cuatro
términos municipales de Bilbao”, asegura el jefe de la Policía Local de
Baracaldo, población donde transcurrieron los hechos, y provocó una grieta de
diecisiete metros lineales en el frontón municipal. “Creíamos que se había desplomado
la cubierta del polideportivo”, asegura uno de los vecinos.
“La mitad de las vacas del pueblo
se han quedado sordas”, puntualiza otro vecino de una pequeña localidad situada
a ocho kilómetros de Baracaldo.
Al parecer, la razón por la que
el banco no podía devolver al cliente el dinero de la participación preferente
consistía en un complicado problema informático-financiero que se resolvió de
manera extremadamente sencilla en cuanto el director, ya con la cara del revés,
apretó cinco o seis botones del teclado de su ordenador y luego introdujo un
número largo seguido de unas letras.
Abelardo Zaragormendi, el
jubilado que tuvo la feliz ocurrencia de propinar el bofetón, asegura que no es
ningún experto en ordenadores y finanzas y que él ha sido el primer sorprendido
por el resultado. “Le dije al director que quería sacar el dinero de la
preferente, me empezó a decir palabras raras y le solté el sopapo
automáticamente, sin pensar en cosas informáticas”, cuenta Zaragormendi. “Yo
había oído algo de reiniciar pero no creía que se referían a esto”, añade. El
cliente obtuvo además un juego de sartenes y tres calendarios.
La “Maniobra Zaragormendi”, como
ya se conoce al suceso de la oficina bancaria de Baracaldo, será incorporada el
próximo curso en todos los manuales de informática y economía de las
universidades españolas.
“Es una hostia de recorrido, con
la mano abierta, tirando primero el hombro hacia atrás hasta que te cruja el
esternón. Luego sueltas el brazo y acompañas el hostión con un "me cago en
diox" en voz alta”, ha revelado
Abelardo Zaragormendi.