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jueves, 20 de agosto de 2009

Inflación: ¡ojo... que el dinero no es neutro!


Sigamos a Ludwig Von Mises:

Imaginemos dos pequeñas comunidades con economías exactamente iguales. Por ejemplo dos ciudades o pueblos con la misma población, las mismas entidades financieras, los mismos negocios y comercios, etc, etc, etc … pero con una diferencia entre ambas: En la comunidad B circula del doble de dinero que en la comunidad A, por tanto, los precios de las mercancías y servicios son el doble en B que en A.*
Ambos pueblos están incomunicados entre sí. Son sistemas independientes.
Ahora imaginemos que el gobierno autoriza la introducción en la ciudad A de una cantidad de dinero igual a la que actualmente hay en circulación, de tal modo que se igualen las masas monetarias en ambas ciudades. O sea, para entendernos: que haya en las dos ciudades la misma cantidad de billetes y monedas.
¿Qué pasará con los precios de las mercancías y servicios en A hasta que la inyección monetaria deje de producir efectos?; es decir ¿qué pasará con los precios relativos?
¿Alguien cree realmente que todos los precios de los bienes y servicios de la ciudad A irán subiendo todos a la vez y proporcionalmente y del mismo modo todos los salarios y las rentas de todos los ciudadanos de A, hasta que todo se iguale a los precios y salarios de B? ... ¡¡¡y santas pascuas, todo el mundo tan contento!!!
Tal cosa solo sería posible si hubiera una intervención milagrosa y sobrenatural que fuera informando a cada individuo de todo el proceso en tiempo real y le dijera que saldo de tesorería debe mantener en cada momento, que compras y ventas debe realizar cada día, hora y minuto; que stock debe mantener, como se van modificando las preferencias temporales, que salario debe reivindicar en cada instante a medida que cada nueva unidad monetaria se extiende en el sistema; como debe ir variando sus cálculos, sus apreciaciones, su contabilidad……

No es posible esto, aunque al gobierno, sea cual fuere, le importa un bledo que no lo sea.

Lo que sucederá es que, en el mejor de los casos, es decir, suponiendo que el dinero NO entra por el sistema crediticio (ese caso ya lo iremos viendo), sino que por ejemplo entra a través de subvenciones directas, entonces habrá desde el minuto uno, un primer grupo de personas que tendrán más capacidad de compra, más poder adquisitivo. Estas personas comprarán a precios que todavía no han sufrido el impacto de la inyección monetaria. Después, otros individuos que vendan sus productos a aquel primer grupo podrán, también rápidamente, aumentar los precios de sus productos mientras que por otro lado, seguirán pagando casi lo mismo por lo que necesitan; perteneciendo por tanto, este 2º grupo al “club” de beneficiados por el aumento del dinero en circulación. A medida que el dinero nuevo se extiende, habrá grupos de personas que no habrán podido aumentar los precios de lo que venden, por falta de demanda (puesto que podría ser que los precios incrementados de algunos productos que ya han sufrido el impacto de la inyección monetaria, sean causa de una disminución de la demanda de otros productos requeridos por personas con menos ingresos), y sin embargo ya, en ese momento, pagarán más por los productos que compran. Es posible, por tanto, que haya precios que inicialmente bajen. Habrá pues, grupos que no se dedican a vender nada, por ejemplo pensionistas, que durante todo el proceso verán como inexorablemente se reduce su poder adquisitivo. En el mejor de los casos, al final del proceso, el gobierno dirá que el “engendro llamado IPC”, que deja fuera activos como el precio de las viviendas, ha subido un x% y les aumentará en tal proporción la pensión, aunque ellos verán con sus propios ojos y “bolsillos” que su cesta de la compra personal probablemente sea más escasa.
De modo que, debido a la inyección monetaria, unas personas se forrarán y otras se empobrecerán; se venderán más de unas cosas y menos de otras. Alguien quebrará y dejará de vender y otros al contrario. Lo que es indudable es que los precios relativos habrán variado. Y aunque el nivel general de precios resulte similar en ambas comunidades, ni los precios de los bienes serán iguales ni lo será tampoco la nueva distribución de la riqueza.
El dinero no es neutro, como bien puso de manifiesto Ludwig Von Mises.
Ni aunque repitiéramos la misma operación un millón de veces – como si se tratara de universos paralelos- jamás se conseguiría, en la ciudad A, mantener la misma distribución de la riqueza y la igualación de todos los precios y salarios con los de la comunidad B.

Bien pues … en este mundo vivimos… y sin rechistar, desde hace más de 150 años. Si usted cree que no es cierto, preguntese cuanto valía una docena de huevos hace 30 años o una onza de oro ¿a qué se debe el descomunal aumento del precio?. Pregúntese ¿que le parece que el "dinero" (si es que a eso le podemos llamar dinero) que usted ahorra gracias su esfuerzo y sacrificio pierda un poder adquisitivo enorme en unos pocos años? .


Nuestras altísimas autoridades políticas y monetarias, capaces de verlo todo desde las alturas, nos cuentan la milonga de que los ahorradores se mantienen líquidos (es decir, atesoran), y que eso impide que se invierta y por tanto no se crea empleo; y entonces, a través de sus leyes de curso forzoso, meten sus zarpas en la actividad económica, poniendo a toda máquina la imprenta monetaria. Quantitative Easing, lo llaman los muy "desgraciaos". El resultado es una gigantesca transferencia de riqueza de nuestros bolsillos a los suyos. Del ciudadano medio, acreedor, hacia los endeudados, es decir, hacia los gobiernos, banqueros y corporaciones asociadas al poder.


"La cura para la inflación, en pocas palabras,

es dejar de inflar. Es tan simple como eso".

H. Hazlitt


De la deflación ya hablaré otro día aunque puede intuirse que se trata del fenómeno contrario, es decir, de una contracción monetaria en vez de una expansión monetaria. Los bancos quiebran, dejan de prestar y el dinero se destruye (porque el crédito es el medio habitual de intercambio, el actual dinero). Si bien la deflación tiene otro componente -que se suma al anterior- y es que cuando se desarrolla como consecuencia de una recesión económica causada por una expansión artificial del crédito, se produce la disminución del poder adquisitivo global, al perder la gente sus empleos.


A todo aparato estatal, que funciona con moneda fiat, "se le caen las bragas" solo de pensar en una deflación prolongada, ya que la carga de la enorme deuda pública que está contrayendo, unida a esa deflación prolongada significa una disminución brutal de los futuros ingresos que, o los dedicamos a remunerar a políticos y burócratas y a esas cosas a que se dedica el Estado del Bienestar, o al revés: reducimos el estado a la mínima expresión, cosa que jamás hará un político voluntariamente.

*Por cada suma dineraria m de A hay una cantidad nm en B, siendo n=2. Por tanto la relación de los precios es 1:n, es decir, ½.
No hay pagos aplazados, y el dinero solo se utiliza como dinero. No tiene ningún otro uso. Ejemplo tomado de "La Acción Humana", un poco contado a mi manera.






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