Sistema 1 |
*Daniel Kahneman, psicólogo, profesor emérito en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey) y premio Nobel de Economía en 2002, ha explicado que nuestro cerebro funciona con dos sistemas. El «sistema 1» emite juicios inmediatos e intuitivos, y el «sistema 2» requiere de esfuerzo mental y elaboración para ello.
Sistema 2 |
Si leemos, por ejemplo, 15 × 32, inmediatamente sabemos que se trata de una operación matemática y que podemos resolverla. También sabemos que el resultado se encuentra dentro de un cierto rango. Así opera el sistema 1. Sin embargo, el sistema 2 es el que le permitirá determinar el resultado, para lo cual tendrá que concentrarse y consumir más tiempo y energías desarrollando el cálculo. El sistema 1 desarrolla sistemas de ideas complejos que no requieren de esfuerzo, pero es incapaz de crear pensamientos ordenados y estructurados. Esto último es lo que hace el sistema 2. Pero el sistema 1 es el predominante. Y este, como dice Kahneman, continuamente genera sugerencias para el sistema 2 en la forma de impresiones, sentimientos, intuiciones, intenciones e impulsos, que en dicho sistema 2 se convierten en creencias y acciones voluntarias.
"Es mejor sentir que pensar, sentir es mejor" (Manolo García)
El sistema 1, entonces, es el emocional, y el sistema 2, el racional. El sistema 1, según Kahneman, es «rápido, automático, no requiere esfuerzo, es asociativo y difícil de controlar o modificar», mientras que las operaciones del sistema 2 son «lentas, seriales, requieren esfuerzo, son deliberadamente controladas y relativamente flexibles y están gobernadas por reglas».
El discurso populista y socialista «ataca» fundamentalmente el sistema 1 explotando diversas emociones: la esperanza, el resentimiento, el odio, el deseo de surgir, la sensación de justicia, la empatía con el que sufre, etc. Mediante un lenguaje simple y básico, apela a emociones e intuiciones espontáneas. El discurso partidario de la sociedad libre, que apela a argumentos y a evidencias empíricas o científicas —a veces apoyadas en estadísticas o en cifras, por ejemplo, de la economía—, suele conectarse con el sistema 2, que es mucho menos efectivo emocionalmente. Los argumentos económicos que prevalecen en ese discurso —y que son necesarios, por cierto—son la mejor prueba del enfoque racionalista de quienes defienden la sociedad libre. Las cifras del PIB, las tasas de crecimiento, las balanzas de pagos, los déficits fiscales y otros datos no conectan fácilmente con las emociones de la gente. En parte, el fracaso de este discurso se debe a que la economía es una ciencia compleja que requiere de la comprensión de dinámicas y fuerzas que operan en el largo plazo y de manera invisible, y que, en una democracia, la gente no considera, ya que se suele regir por el corto plazo.
Kahneman lo explica así: La gente es muy sensible a las presiones y a las consecuencias inmediatas que puedan tener. Los efectos a largo plazo son más abstractos y más difíciles de tener en cuenta [...]. Tomarse las cosas en serio implica un elemento emocional. Las emociones se evocan más rápidamente y con mayor intensidad por cosas inmediatas. Las democracias funcionan así, por ejemplo. La gente se ve obligada a pensar a corto plazo. Es uno de los grandes problemas de las democracias [...]. Eso explica en parte la situación actual. Es sorprendente que la gente vote y que tenga opiniones políticas sobre cosas de las que no tiene ni idea, como la economía. Pero forma parte de nuestra propia naturaleza. Está relacionado con lo que decía antes: el problema es que no sabemos que no sabemos.
El populista y el socialista ofrecen, con un lenguaje simple e ideas también simples, soluciones de corto plazo que son bien recibidas por el sistema 1 y que sólo se pueden neutralizar dejando que opere el sistema 2. Así, por ejemplo, proponer derechos sociales garantizados para todos es algo emocionalmente atractivo que la mayoría apoyará porque nadie puede ser contrario a que las personas tengan todo lo que necesitan. Esto es lo mismo que define todas las tendencias en la publicidad: hoy las marcas no apelan a la racionalidad, sino a emociones puras. No se venden automóviles apelando a argumentos técnicos, sino a sentimientos e identificación con estilos de vida. Las promesas populistas tienen mucho de eso, y es sólo tras un análisis posterior, en el cual se valoran las consecuencias a medio y largo plazo, que se opta por descartar la idea. En ese caso, después de la reflexión, el sistema 2 controla al sistema 1. La clásica fórmula de subir impuestos a los ricos para financiar a los pobres es otro ejemplo del juego entre el sistema 1 y el sistema 2. Intuitivamente, todos estarían de acuerdo en gravar a un rico para mejorar a un pobre. Pero tal idea puede ser puesta en duda y hasta rechazada si se la analiza en profundidad, ya que los mayores impuestos cobrados tendrán probablemente un impacto negativo sobre la inversión, el empleo y la productividad, dando como consecuencia que a los pobres les conviene más que haya menos impuestos si quieren mantener sus trabajos o acceder a uno.
Como explica Kahneman, es el sistema 1 el que entrega siempre la respuesta inmediata a cualquier problema relacionado con ricos y pobres. Se trata de intuiciones morales que nos llevan a preferir al pobre sobre el rico sin entender las consecuencias que ello tiene en el problema concreto que se busca resolver. Así, según el profesor de Princeton, nuestros sentimientos morales nos condicionan a equivocarnos, pero no nos determinan necesariamente a ello, ya que todo depende de la forma en que se plantee el problema.
En el apartado anterior hemos visto lo relevante que puede llegar a ser el lenguaje. Kahneman lo confirma explicando, por ejemplo, que no es lo mismo decir que una empresa cumplió un 40 por ciento de su objetivo de ventas que decir que fracasó en un 60 por ciento; o no es igual decir que la tasa de supervivencia infantil es de un 60 por ciento debido a las políticas del gobierno que exponer que la tasa de mortalidad infantil es de un 40 por ciento, aunque en el fondo estemos diciendo lo mismo. En un caso, la recepción emocional es más bien positiva, y en el otro, negativa. Tampoco es lo mismo hablar de sistema de libre emprendimiento que de neoliberalismo, o hablar de legítima ganancia que de lucro. Esta distinción entre ambos sistemas no puede ignorarse si buscamos hacer llegar bien nuestros razonamientos y explicaciones a la audiencia o si queremos comunicarnos eficazmente. En este contexto, la inteligencia emocional implica trabajar con imágenes, lenguajes y formas que hagan el mensaje de los partidarios de la sociedad libre y abierta llamativo para la mayoría, pero siempre cuidando la honestidad intelectual y resguardando la verdad. El desafío consiste en superar la creencia derivada de la economía neoclásica según la cual las personas son agentes racionales maximizadores de su propio beneficio, ya que, si bien hay mucho de eso, lo que Kahneman prueba es que la realidad es bastante más compleja y que los seres humanos actuamos especialmente propulsados por emociones.
El profesor de economía en la Universidad George Mason (Virginia) Brian Caplan ha llevado esta idea a un punto de mayor depuración en su best seller The myth of the rational voter, en el cual afirma que la razón por la cual las democracias llevan a malas políticas económicas y sociales, perjudicando a la mayoría, es porque los votantes son directamente irracionales o, más bien, irracionalmente racionales. Esto significa que simplemente votan por aquello que los hace sentir bien. Según Caplan, no es la información sobre los hechos, sino las ideologías y las emociones lo que define nuestro juicio. Las ideas populistas, como el proteccionismo, continúa Caplan, son tan difíciles de erradicar porque hay una conexión emocional con ellas que hace que la gente se sienta bien apoyándolas. Dice el autor que «cuando la gente vota bajo la influencia de creencias falsas que se perciben como buenas, la democracia produce persistentemente malas políticas». Nuevamente, vemos aquí que son las ideas e ideologías que incuban fuertes emociones acerca de cómo debe ser el mundo lo que conduce al fracaso de las democracias. Caplan dice que las democracias «sufren de una forma abstracta de externalidad: la contaminación mental de creencias sistemáticamente falsas» que llevan a las personas a votar a favor de políticas que finalmente los perjudican. 379 Esto es así porque las personas toman muy en serio su forma de ver el mundo y rara vez aceptan estar equivocados. De este modo, y como no asumen un costo inmediato por votar de acuerdo a creencias falsas, los votantes buscan maximizar su bienestar psicológico al apoyar políticas que son coherentes con su ideología. Una forma de corregir esto, según Caplan, es incrementar el nivel de conocimientos sobre economía entre la población de una manera que sea entretenida, es decir, emocionalmente inteligente. El economista francés del siglo XIX Frédéric Bastiat elaboró una famosa sátira del proteccionismo en la que planteaba una petición de los fabricantes de candeleros y velas al Parlamento para que se prohibiera que las casas dispusieran de cualquier abertura que permitiese que entrara el sol, a fin de fomentar así la industria local de candelas, velas, lámparas, etc. Para Caplan, dicha sátira es un buen ejemplo de cómo destruir estereotipos y prejuicios que prevalecen en la población enseñando economía de manera efectiva. Caplan explica: No importa si «maestro de economía» es o no la descripción oficial de su trabajo. Todo el mundo que sabe algo de economía —profesores, «expertos», periodistas, estudiantes y ciudadanos interesados—tiene la oportunidad de enseñarla. Cada uno de nosotros debe comenzar, como Bastiat, contrastando la visión popular de un tema con el punto de vista económico, haciendo evidente que los economistas piensan una cosa y los no economistas piensan otra cosa. Seleccione algunas conclusiones con profundas implicaciones en política pública o económica o campos similares —como el efecto del control de precios, los beneficios a largo plazo del ahorro de mano de obra gracias a la innovación...—y agótelas.
El profesor de Harvard Steven Pinker, un experto en psicología evolutiva, confirma el punto de Caplan al sostener que la educación es la mejor forma de contener las reacciones emocionales del sistema 1 basadas en prejuicios, mitos y estereotipos destructivos para el bienestar de la población. Según Pinker, la educación en economía y en áreas como estadística, biología evolutiva y probabilidad supondría una gran contribución para romper prejuicios y falsas creencias.
Pinker explica, por ejemplo, que la mentalidad igualitarista que rechaza el mercado como medio de interacción mediante el sistema de precios es una clara muestra del triunfo de la intuición y el prejuicio sobre la realidad. La mentalidad igualitaria y la de mercado son tratadas por dos sicologías o sistemas distintos, dice el académico: la igualitarista, por un sistema «intuitivo y universal»; la de mercado, por uno «refinado y cultivado». Es fácil entender, dice Pinker, un intercambio cuando es directo en forma de trueque, como, por ejemplo, un par de gallinas por un cuchillo. Pero, cuando entre medio surge el dinero, el crédito y otras figuras más complejas que no nos han acompañado evolutivamente, ese mismo intercambio pasa a ser rechazado. Dice el profesor de Harvard que hay una creencia de que existe algo así como un «precio justo», o bien un valor objetivo que lleva a considerar todo precio por encima del «justo» como avaricia; y señala que tal creencia es una superstición que justificó los precios obligatorios en la Edad Media, los sistemas de control comunistas y los controles de precios en países del Tercer Mundo. Lo mismo ocurre con la prohibición del interés, sobre el que cae una superstición derivada de la incapacidad de comprender cómo funcionan los mecanismos de mercado. Como hemos dicho, el resultado de estos prejuicios intuitivos que surgen de la falta de comprensión racional son leyes e instituciones que, basadas en ideologías sin base en la realidad, causan un daño tremendo a la misma población que las respalda. Así pues, el engaño populista no sólo reside en el problema de sus líderes, sino, fundamentalmente, en su público, con el que hay que comunicarse de manera inteligente y atractiva para que abracen consciente y espontáneamente aquellas ideas que en verdad promueven su libertad y su bienestar, pudiendo así cerrarle las puertas a los prejuicios y las ideologías que los hacen caer en tal falacia populista."
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