Uno se da una vuelta por la blogosfera (Rebelión.org, Attac … etc) y por docenas de foros y páginas web, y la verdad es que se sale con la moral por los suelos.
Después de todo lo que ha llovido, muchos siguen igual que hace 100 años. Pretenden la implantación del socialismo del siglo XXI.
No tienen ni puta idea –con perdón- de economía, ni desean tenerla. Es necesario, dicen, la implantación del socialismo para lograr una justa redistribución de la riqueza. Pretenden sustituir un sistema por otro y sin embargo siguen sin plantearse la única cuestión que de verdad interesa: ¿Cómo funciona en la práctica?
... que el socialismo es una imposibilidad teórica y práctica porque en tal sistema no es posible el cálculo económico*.
Los denominados “socialismo real” y el “nacionalsocialismo” fueron catastróficos y ruinosos para las poblaciones que los padecieron. En ambos tipos –soviético y germánico-, los medios de producción, estaban bajo el control total de un órgano burocrático de planificación central. En el socialismo de tipo germano (nazi), salarios, precios** y tipos de interés, estaban complétamente dirigidos. No había auténticos empresarios, sino, empleados públicos que recibían órdenes.
Bajo un sistema SOCIALISTA, NO ES POSIBLE EL CÁLCULO ECONÓMICO racional.
¡A ver si se enteran de una vez! La verdadera causa de que tal sistema no funcionara no fué el derramamiento de sangre a raudales, ni los millones de muertos, ni la aniquilación total de la libertad, ni los gulags o los campos de concentración nazis (que no es poco), ni la demolición de los incentivos, ni que haya tantos socialismos como potenciales jerarcas o führers socialistas se presenten como candidatos. ¡NO!.
La verdadera causa es que, si se suprime el sistema de precios del libre mercado, se imposibilita el cálculo económico. No hay forma de averiguar costes, no es posible comparar, ni contrastar ni elegir. No hay información. Es la completa oscuridad. La miseria absoluta.
La información que proporcionan los precios bajo un sistema de propiedad privada de los medios de producción, es imposible que pueda ser aprehendida por un órgano compuesto de seres humanos, que pretenda dirigir o planificar la economía. Es enorme, está dispersa, es subjetiva, depende de los propios fines de cada persona y de juicios de valor individuales, constantemente se crea y cualquier intento de obtenerla coactívamente desde el órgano gubernamental, la destruye.
El mecanismo de expresión de tal información es el sistema de precios del libre mercado. Sin propiedad privada no hay precios de mercado, sin precios no hay cálculo económico y sin éste, paradójicamente es imposible planificar. Se "cortocircuíta" la información. No es posible averiguar de entre los múltiples medios, cuales son los más idóneos para alcanzar los objetivos deseados. Es preciso reducir a un denominador común, a datos numéricos racionales, la enorme cantidad de información de los miles de millones de factores de producción. Sin cálculo económico no es posible ensamblar nada en esta complejísima sociedad de división del trabajo (o división del conocimiento).
Si a pesar de ello nos lanzamos a la piscina sin agua, y el órgano supremo que planifica, toma la decisión de producir determinados bienes, entonces, el jerarca o director económico de cualquier campo o sector de la supuesta sociedad ideal, deberá dilucidar, con los siempre escasos bienes de capital disponibles, si va a incrementar el bienestar general o por el contrario, dilapidará capital, dejando desatendidas necesidades más urgentes de las personas. Deberá determinar que recursos utiliza para las necesidades presentes y cuales dedica a las futuras. Es decir, deberá decidir qué recursos emplea en producir bienes de consumo y cuales decide emplear en bienes de producción (que proporcionarán bienes de consumo en el futuro). El problema es que carece de la información necesaria. Son los juicios de valor individuales expresados a través del mecanismo de precios de mercado los que determinan la cantidad de tiempo que se debe asignar a procesos de producción más largos o más cortos para no dejar desatendidas las necesidades más urgentes. Es decir, son los juicios de valor individuales expresados en los precios del mercado, los que determinan el valor de los bienes presentes frente a los bienes futuros (preferencia temporal).
Debemos recordar, aprovechando el próximo 20 aniversario de la caída del muro de Berlín ...
David Bowie, "Heroes", Berlín 2002.
Los denominados “socialismo real” y el “nacionalsocialismo” fueron catastróficos y ruinosos para las poblaciones que los padecieron. En ambos tipos –soviético y germánico-, los medios de producción, estaban bajo el control total de un órgano burocrático de planificación central. En el socialismo de tipo germano (nazi), salarios, precios** y tipos de interés, estaban complétamente dirigidos. No había auténticos empresarios, sino, empleados públicos que recibían órdenes.
Bajo un sistema SOCIALISTA, NO ES POSIBLE EL CÁLCULO ECONÓMICO racional.
¡No podeis!
¡A ver si se enteran de una vez! La verdadera causa de que tal sistema no funcionara no fué el derramamiento de sangre a raudales, ni los millones de muertos, ni la aniquilación total de la libertad, ni los gulags o los campos de concentración nazis (que no es poco), ni la demolición de los incentivos, ni que haya tantos socialismos como potenciales jerarcas o führers socialistas se presenten como candidatos. ¡NO!.
La verdadera causa es que, si se suprime el sistema de precios del libre mercado, se imposibilita el cálculo económico. No hay forma de averiguar costes, no es posible comparar, ni contrastar ni elegir. No hay información. Es la completa oscuridad. La miseria absoluta.
La información que proporcionan los precios bajo un sistema de propiedad privada de los medios de producción, es imposible que pueda ser aprehendida por un órgano compuesto de seres humanos, que pretenda dirigir o planificar la economía. Es enorme, está dispersa, es subjetiva, depende de los propios fines de cada persona y de juicios de valor individuales, constantemente se crea y cualquier intento de obtenerla coactívamente desde el órgano gubernamental, la destruye.
El mecanismo de expresión de tal información es el sistema de precios del libre mercado. Sin propiedad privada no hay precios de mercado, sin precios no hay cálculo económico y sin éste, paradójicamente es imposible planificar. Se "cortocircuíta" la información. No es posible averiguar de entre los múltiples medios, cuales son los más idóneos para alcanzar los objetivos deseados. Es preciso reducir a un denominador común, a datos numéricos racionales, la enorme cantidad de información de los miles de millones de factores de producción. Sin cálculo económico no es posible ensamblar nada en esta complejísima sociedad de división del trabajo (o división del conocimiento).
Si a pesar de ello nos lanzamos a la piscina sin agua, y el órgano supremo que planifica, toma la decisión de producir determinados bienes, entonces, el jerarca o director económico de cualquier campo o sector de la supuesta sociedad ideal, deberá dilucidar, con los siempre escasos bienes de capital disponibles, si va a incrementar el bienestar general o por el contrario, dilapidará capital, dejando desatendidas necesidades más urgentes de las personas. Deberá determinar que recursos utiliza para las necesidades presentes y cuales dedica a las futuras. Es decir, deberá decidir qué recursos emplea en producir bienes de consumo y cuales decide emplear en bienes de producción (que proporcionarán bienes de consumo en el futuro). El problema es que carece de la información necesaria. Son los juicios de valor individuales expresados a través del mecanismo de precios de mercado los que determinan la cantidad de tiempo que se debe asignar a procesos de producción más largos o más cortos para no dejar desatendidas las necesidades más urgentes. Es decir, son los juicios de valor individuales expresados en los precios del mercado, los que determinan el valor de los bienes presentes frente a los bienes futuros (preferencia temporal).
Sin embargo, las docenas de miles de informes que docenas de técnicos puedan poner sobre la mesa de su despacho, todos ellos indudablemente muy científicos, no le sirven para nada, puesto que no contienen precios.
Los precios son índices de escasez de los recursos disponibles, creados por la conjunción de múltiples juicios de valor (por tanto: subjetivos) de cada miembro de una economía de mercado. Sin precios, no hay forma de contrastar aritméticamente costes y resultados. Sin precios de mercado no hay forma de determinar los costes de los factores de producción. Sin precios de mercado no es posible saber si los recursos empleados -incluido el factor trabajo- en fabricar determinado producto, son más valiosos para la gente (para los consumidores) que el producto final obtenido. Es decir, no hay forma de saber si se despilfarran los escasos bienes de capital; y por tanto, el órgano burocrático o la asamblea no puede saber si deberían estar en otro sitio, en otra producción.
Es la ruina total; la oscuridad absoluta; la dilapidación masiva de recursos materiales y humanos. Supondría el retroceso varios siglos atrás y por tanto la muerte de miles de millones de seres humanos. Tan solo es posible mantener el sistema a duras penas mientras subsista una economía de mercado internacional (precios de mercado fuera de las fronteras).
Hordas de supuestos economistas y escritores han tratado de solucionar burdamente este problema del cálculo económico bajo un régimen socialista, a saber:
- Cálculos en especie que suman y restan cantidades heterogéneas ¿?.
- La hora trabajo como unidad de medida y cálculo ¿?
- Método de prueba y error ¿?.
- La unidad es una cierta cantidad de “utilidad” ¿?.
-Ecuaciones diferenciales que determinen la producción en “equilibrio” (equilibrio que solo podría ser conocido mediante precios de mercado y al que no se llega nunca ya que éste sólo es una herramienta conceptual) ¡¡¡!!!.
- Establecimiento de un cuasi-mercado ¿?.
No voy a detenerme ahora a examinar estas ridículas soluciones porque alargaría demasiado la entrada (hay libros en los que documentarse).
Lo que sí es preciso denunciar, es que el intervencionismo actual de los gobiernos de los estados occidentales está descojonando -con perdón- el cálculo económico. La imposición de una moneda de curso legal sin respaldo metálico, y la expansión crediticia orquestada por los bancos centrales es un potente narcótico que crea la alucinación consistente en que la oferta de los factores de producción (capital, trabajo y recursos naturales) parecen estar en oferta infinita. La realidad es un lamentable espejismo fiduciario. Cada ciertos años nos encontramos con la crisis, el batacazo económico o la depresión.
La oferta monetaria aumenta en forma de deuda respaldada por bienes que aún no se han producido. Indirectamente, los créditos a largo plazo son moneda de curso forzoso. Los ciudadanos no pueden bloquear a tiempo ese crecimiento de la oferta monetaria en forma de deuda exigiendo el pago mediante la conversión del dinero fiat en oro, plata u otro bien con valor económico independiente del emisor de deuda. Los créditos quedan impagados en masa. La oferta monetaria se contrae, puesto que los medios de pago se destruyen" ("el dinero-crédito"). Y todos los precios de la economía y toda la contabilidad empresarial están expresados en ese dinero fiat. Esa es, lamentáblemente, la unidad de cuenta para el cálculo económico: la deuda bancaria o dinero-crédito.
Siguiendo a F. Suarez: "los bancos centrales comienzan entonces la batalla contra el colapso del sistema financiero y monetario. Por un lado inyectando más liquidez -de la nada- para compensar la contracción, y por otro, con la coautoría de bancos de inversión y en general, de todo el sistema financiero, con manipulaciones en el precio del oro, petróleo, materias primas o en cualquier cosa susceptible de constituir un indicador por sí mismo al objeto de que nadie pueda tener referencia alguna en la que poder confiar para medir el verdadero valor o poder adquisitivo de las monedas fiduciarias, así como que nadie pueda escapar a la fragilidad de todo el sistema financiero".
Esto es realmente, cargarse poco a poco el cálculo económico y por tanto la información necesaria para la cooperación social voluntaria. Y ya sabemos a que conduce eso. Lo pusieron de manifiesto Ludwig Von Mises en 1920 y Hayek una década después.
*Para profundizar en este asunto recomiendo leer Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial de Jesús Huerta de Soto y "Socialismo" de Ludwig Von Mises, pero antes, lea el ensayo de abajo de Ludwig Von Mises..
**En la economía nazi -nacionalsocialista- el mercado era pura apariencia. Todas las ramas de la producción estaban completamente dirigidas y controladas por el órgano supremo. Se conservaba sólo nominalmente la propiedad privada de los medios de producción, Los precios no eran verdaderos precios en el sentido que todos conocemos en la economía de mercado. Son meras unidades cuantitativas carentes de contenido. Los empresarios actuaban como meros funcionarios públicos. Obedecían órdenes. El Gobierno dictaba qué producir, qué cantidades, a qué precios y para quien.
27 de Diciembre de 2021. Actualizo este post para incluir el siguiente vídeo del profesor Rallo:
Esto es realmente, cargarse poco a poco el cálculo económico y por tanto la información necesaria para la cooperación social voluntaria. Y ya sabemos a que conduce eso. Lo pusieron de manifiesto Ludwig Von Mises en 1920 y Hayek una década después.
- - - - - - - - - - - -
*Para profundizar en este asunto recomiendo leer Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial de Jesús Huerta de Soto y "Socialismo" de Ludwig Von Mises, pero antes, lea el ensayo de abajo de Ludwig Von Mises..
**En la economía nazi -nacionalsocialista- el mercado era pura apariencia. Todas las ramas de la producción estaban completamente dirigidas y controladas por el órgano supremo. Se conservaba sólo nominalmente la propiedad privada de los medios de producción, Los precios no eran verdaderos precios en el sentido que todos conocemos en la economía de mercado. Son meras unidades cuantitativas carentes de contenido. Los empresarios actuaban como meros funcionarios públicos. Obedecían órdenes. El Gobierno dictaba qué producir, qué cantidades, a qué precios y para quien.
- - - - - - - - - - - - -
El Sistema Socialista, por Janos Kornai
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
El Cálculo Ecónomico en el Sistema Socialista
Ludwig von Mises
1. Contribución a la Crítica del Concepto "Actividad
Económica"
La ciencia económica tuvo su origen en la discusión sobre el
precio, en dinero, de bienes y servicios. Sus inicios se encuentran en investigaciones
sobre el acuñamiento de monedas, que derivaron hacia investigaciones sobre las
fluctuaciones de precios. El dinero, los precios en dinero y todo lo
concerniente a cálculos en dinero, constituyen los problemas de los cuales surgió
la ciencia de la economía. Tales intentos de investigación económica,
discernibles ya en tratados sobre administración casera y organización de la producción,
especialmente de tipo agrícola, no siguieron desarrollándose en la misma dirección.
Pasaron a ser sólo el punto de partida para diversos departamentos de
tecnología y de ciencias naturales. No sucedió así por accidente, pues solo a
través de la racionalización inherente a los cálculos económicos basados en el
empleo del dinero podía la mente humana comprender y seguir la huella de su
acción.
Los primeros economistas no se preguntaron qué significaban
en realidad "economía" y "actividad económica". Ya tenían
suficientes problemas con las grandes tareas que presentaban los temas
específicos que los preocupaban. No los inquietaba la metodología. Sólo mucho
después empezaron a lidiar con los métodos y objetivos finales de la economía y
con su lugar dentro del sistema general de conocimientos.
Fue entonces cuando se encontraron con un obstáculo
aparentemente insuperable: el problema de definir el tema mismo
de la actividad económica.
Todas las investigaciones teóricas, tanto las de los
economistas clásicos como las de los modernos, se inician con el principio
económico. Sin embargo, como se vio muy luego, éste no proporciona una base
para definir claramente el tema mismo de la economía. El principio económico es
un principio general de acción racional y no un principio específico de la acción
que constituye el tema de la investigación económica1. El principio económico
es un principio que dirige toda acción racional, toda acción capaz de llegar a
ser el tema base de una ciencia. En cuanto a lo que a problemas económicos
tradicionales se refiere, parecía absolutamente ineficaz para separar lo
"económico" de lo "no económico"2.
Por otra parte, era igualmente imposible dividir las
acciones racionales de acuerdo a los fines inmediatos a los cuales estaban
dirigidas y a considerar como tema de la economía sólo aquellas acciones
dirigidas a proporcionar a la humanidad artículos de comercio del mundo
exterior. La objeción decisiva contra tal procedimiento es que, en último
análisis, la provisión de bienes materiales no sólo sirve aquellos fines
generalmente denominados "económicos", sino también otros fines.
Tal división de los motivos de acción racional involucra una
doble concepción de la acción: por una parte, la acción basada en motivos
económicos y, por otra, la acción fundada en motivos no-económicos, concepto
que es absolutamente irreconciliable con la necesaria unidad de voluntad y
acción.
Una teoría de la acción racional debe concebir esa acción como
unitaria.
2. Acción Racional
La acción basada en la razón, que por lo tanto sólo puede ser
comprendida por la razón, sólo tiene un objetivo: el mayor placer del sujeto
actuante. Sus intenciones son: lograr el placer y evitar el dolor.
Naturalmente, al hablar de placer y dolor no usamos estos términos en el
sentido tradicional. En la terminología del economista moderno, por placer se entiende
todo aquello que los hombres encuentran deseable, todo aquello por lo cual
luchan y se esfuerzan. No cabe, por lo tanto, ninguna comparación entre la
"noble" ética del deber y la baja ética hedonista. El concepto
moderno del placer, de la felicidad, de la utilidad y de la satisfacción
incluye todos los fines humanos, sean los motivos de la acción morales o inmorales,
nobles o innobles, altruistas o egoístas3.
En general, los hombres actúan porque no están totalmente satisfechos.
Si gozaran siempre de felicidad completa, carecerían de voluntad, de deseos, de
acción. En el país de los comedores de lotos no existe la acción. La acción
surge de la necesidad, de la insatisfacción. Es una lucha por conseguir algo.
Su objetivo final es salir de una condición considerada deficiente, llenar una
necesidad, lograr una satisfacción o aumentar la felicidad. Si los hombres
contaran con todos los recursos de la naturaleza en abundancia, para lograr la
satisfacción completa por medio de la acción, utilizarían esos recursos
indiscriminadamente; sólo tendrían que considerar sus propios poderes y el
tiempo limitado del cual dispondrían. Porque, comparada con la suma de sus
necesidades, sólo tendrían una fuerza y un plazo de vida limitado con el cual
contar.
Tendrían que economizar siempre tiempo y trabajo, pero permanecerían
indiferentes a la economía de materiales. De hecho, los materiales también son
limitados, por lo cual deben ser empleados en forma tal que se satisfagan
primero las necesidades más urgentes, con el gasto mínimo de materiales para satisfacer
cada necesidad.
Por lo tanto, las esferas de acción racional y de acción económica
son coincidentes. Toda actividad económica es una acción racional. Toda acción
racional es, ante todo, una acción individual. Sólo el individuo piensa. Sólo
el individuo razona. Sólo el individuo actúa. Lo que demostraremos más adelante
en nuestra exposición es cómo de la acción de los individuos surge la sociedad.
3 Cálculo Económico
Hasta donde es racional, toda acción humana aparece como el
intercambio de una condición por otra. El hombre invierte bienes económicos,
tiempo y trabajo en aquello que en determinadas circunstancias le promete un
mayor grado de satisfacción, abandonando la satisfacción de necesidades menores
para satisfacer necesidades más urgentes. Esta es la esencia de la actividad
económica: la ejecución de actos de intercambio 4.
Todo hombre que en el curso de la actividad económica elige
entre dos necesidades, de las cuales sólo puede satisfacer una, está ejerciendo
un juicio de valor5. Este juicio se refiere en primer lugar y directamente a
las satisfacciones mismas; de ellas pasa a reflejarse sobre los bienes. En
general, toda persona en pleno uso de sus sentidos es capaz de evaluar bienes dispuestos
para el consumo. En condiciones simples, tampoco le sería muy difícil formarse
un juicio respecto al significado relativo de los factores de producción. Sin
embargo, cuando las situaciones se complican y se hace más difícil detectar la
relación entre las cosas, tendremos que efectuar operaciones más delicadas si
pretendemos evaluar esos instrumentos. El hombre individualmente puede decidir
fácilmente si aumentará sus cacerías o sus cultivos. Los procesos de producción
que tiene que tomar en cuenta son relativamente breves. Los gastos que demandan
y el producto que entregan pueden calcularse simplemente en conjunto. Pero
decidir si se utilizará una caída de agua para la producción de electricidad, o
para expandir una mina de carbón y aprovechar la energía contenida en el
carbón, ya es cosa muy distinta. En tal caso los procesos de producción son tan
largos y variados, las condiciones requeridas para el éxito de la empresa son
tan múltiples, que ya no bastan las ideas vagas. Para averiguar si una empresa
es segura, tenemos que efectuar cálculos minuciosamente.
La computación exige unidades. No puede haber unidad de
valor-uso subjetivo de las necesidades. La unidad marginal no da unidades de
valor. El valor de dos determinadas necesidades no es necesariamente el doble
de una, aunque es forzosamente mayor o menor que la de una. Los juicios de
valor no constituyen una medida: sólo ordenan y gradúan6. Hasta el individuo
aislado, en aquellos casos en que la solución no es evidente a primera vista,
no logrará llegar a una decisión basada en computaciones más o menos exactas si
sólo cuenta con una evaluación subjetiva. Para apoyar sus cálculos tiene que
establecer relaciones de sustitución entre las necesidades. En general, no le
será posible reducir todos los elementos de computación a una unidad común,
pero podría lograr reducirlos a aquellas necesidades que pueden evaluarse
inmediatamente, es
decir, a bienes listos para el consumo y a la inutilidad del
trabajo, para luego basar su decisión sobre esas evidencias. Hasta eso,
obviamente, es imposible, salvo en casos muy sencillos.
No podría aplicarse en procesos de producción largos y complicados.
En una economía de intercambio, el valor objetivo de intercambio de los bienes
de consumo pasa a ser la unidad de cálculo. Esto encierra tres ventajas. En
primer lugar, podemos tomar como base del cálculo la evaluación de todos los
individuos que participan en el comercio. La evaluación subjetiva de un
individuo no es directamente comparable con la evaluación subjetiva de otros.
Sólo llega a serlo como valor de intercambio surgido del juego de las evaluaciones
subjetivas de todos aquellos que participan en la compra y venta.
En segundo lugar, los cálculos de esta índole proporcionan
control sobre el uso apropiado de los medios de producción. Permiten a aquellos
que desean calcular el costo de complicados procesos de producción, distinguir
inmediatamente si están trabajando tan económicamente como otros. Si a los
precios del mercado no logran sacar ganancias del proceso, queda demostrado que
los otros son más capaces de sacar provecho de los bienes instrumentales a que
nos referimos. Finalmente, los cálculos basados sobre valores de intercambio
nos permiten reducir los valores a una unidad común. Desde el momento que las
variaciones del mercado establecen relaciones sustitutivas entre los bienes de
consumo, se puede elegir para ello cualquier bien de consumo que se desee. En
una economía de dinero, el dinero es el bien elegido. Mas, los cálculos de
dinero tienen su límite. El dinero no es una medida de valor o de precios. El
dinero no "mide" el valor. Tampoco se miden los precios en dinero:
son cantidades de dinero. Y aunque aquellos que describen el dinero como
"standard de pago diferido" lo crean ingenuamente, un bien de consumo
no es un valor estable. La relación entre el dinero y los bienes de consumo no
sólo fluctúa en cuanto a los bienes de consumo, sino también en cuanto al
dinero. En general, tales fluctuaciones no son muy violentas. No perjudican en
forma importante a los cálculos económicos, porque en un estado de continuo cambio
de las condiciones económicas, este cálculo sólo abarca períodos relativamente
cortos, en los que la "moneda dura", por lo menos, no cambia su valor
adquisitivo en forma importante.
Las deficiencias de los cálculos en dinero surgen, generalmente,
no porque se hayan hecho en términos de un medio de intercambio general, sino
porque se basaron en valores de intercambio más que en valores subjetivos de
uso. Por ejemplo, si estamos estudiando las conveniencias de una planta hidroeléctrica,
no podremos incluir en los cómputos el perjuicio que ella podría significar en
la belleza misma de la caída de agua, salvo que tomáramos en cuenta la baja del
valor que produciría la disminución del movimiento turístico en esa región. Sin
embargo, tendremos forzosamente que tomarlo en cuenta cuando decidamos si se
llevará a cabo la empresa.
Tales consideraciones son frecuentemente juzgadas como "no-económicas".
Aceptaremos la terminología, porque la discusión respecto a términos no nos
llevaría a ninguna parte. Pero no se puede decir que todas las consideraciones
de esa índole sean irracionales. La belleza de un lugar o de un edificio, la
salud de toda una raza, el honor de los individuos o de todo un país, aun
cuando no tienen relaciones de intercambio (porque no se comercian en el
mercado), son otros tantos motivos de acción racional, siempre que la gente las
considere significativas como aquellas llamadas normalmente económicas. El que
ellas no entren en los cálculos de dinero se debe a la naturaleza misma de
tales cálculos. Pero eso no disminuye en absoluto el valor de los cálculos de
dinero en los asuntos generales de la economía. Porque todos esos bienes
morales son bienes de primer orden. Podemos valorizarlos directamente y luego
no encontrar dificultad para tomarlos en cuenta, aunque no caigan dentro de la
esfera de los cómputos de dinero. El hecho de que escapen de dichos cómputos no
presenta mayores dificultades para tomarlos en cuenta. Si sabemos exactamente cuánto
hay que pagar por la belleza, por el honor, por la salud, por el orgullo, etc.,
nada nos impide tomarlos en cuenta. La gente muy sensible sufrirá al tener que
elegir entre lo ideal y lo material, pero no se puede culpar de ello a la
economía del dinero. Está dentro de la naturaleza misma de las cosas. Cuando
logramos llegar a juicios de valor, sin recurrir a cómputos de dinero, no
podemos evitar esa elección. Tanto el individuo como las comunidades
socialistas tendrían que hacer lo mismo, y las personas verdaderamente
sensibles no lo encontrarían doloroso. Llamados a elegir entre el pan y el
honor, sabrán siempre cómo actuar. Si no se puede comer el honor, se puede, por
lo menos, dejar de comer por el honor. Sólo aquellos que temen la angustia de
la decisión, porque saben en su fuero interno que no pueden prescindir de lo
material, considerarán la necesidad de elección como una profanación.
Los cómputos de dinero sólo tienen significado en cuanto a
cálculos económicos. Son utilizados para que la distribución de los bienes de
consumo se haga de acuerdo al criterio económico. Tales cálculos sólo toman en
cuenta las necesidades en la proporción en que, bajo determinadas condiciones,
sean intercambiables por dinero. Toda expansión de la esfera de cálculos de
dinero induce a error. En la investigación histórica, llevan a error cuando se
les utiliza como medida pretérita de valores de bienes de consumo. Inducen a
error cuando se utilizan para evaluar el capital o la renta nacional de un
país.
Igualmente, llevan a error cuando se emplean para calcular
el valor de cosas que no son intercambiables, como, por ejemplo, cuando se
trata de calcular las pérdidas ocasionadas por la emigración que sigue a una
guerra7 . Todo eso es diletantismo, aunque sea llevado a cabo por los
economistas más competentes. Pero dentro de esos límites —y en la vida práctica
no son sobrepasados—, los cálculos de dinero hacen todo aquello que podemos
exigirles. Proporcionan un guía dentro de la desconcertante inmensidad de
posibilidades económicas. Nos permiten aplicar juicios de valor que se refieren
directamente sólo a los bienes de consumo o, cuando mucho, a los bienes de
producción más comunes, hasta los bienes más elevados. Sin ellos,
toda producción por medio de largos y complicados procesos sería
como avanzar en la oscuridad.
Dos cosas son necesarias si van a llevarse a cabo cómputos de
valor en términos de dinero. Primero, se intercambiarán no sólo bienes listos
para el consumo, sino también bienes de naturaleza más elevada. Si no fuera
así, no surgiría un sistema de relaciones de intercambio. Es cierto que si un
hombre está "intercambiando" su trabajo por harina para pan dentro de
su propia casa, las consideraciones que tiene que tomar en cuenta no son
diferentes de aquellas que dirigirían sus actos si se tratara de cambiar pan
por ropa en el mercado. Por lo tanto, es perfectamente correcto considerar toda
actividad económica, hasta la actividad económica del hombre solo, como
intercambio. Pero ningún hombre, aunque fuese un genio, tiene la capacidad
intelectual para decidir la importancia relativa de cada uno de un número
infinito de bienes de naturaleza más elevada. Ningún individuo podría
discriminar tan bien entre el número infinito de métodos alternativos de
producción como para aplicar juicios directos acerca de su valor relativo sin cálculos
auxiliares. En sociedades basadas en la división del trabajo, la distribución
de los derechos de propiedad lleva a una especie de división mental del
trabajo, sin la cual sería imposible la economía o la producción sistemática.
En segundo lugar, tiene que haber un medio general de intercambio,
de dinero, en uso. Y éste tiene que servir como intermediario en el intercambio
de bienes de producción, al igual que del resto: si no fuera así, sería
imposible reducir todas las relaciones de intercambio a un denominador común.
Sólo en condiciones muy simples se puede prescindir de cálculos
de dinero. En el círculo estrecho del hogar, donde el padre es capaz de
supervisarlo todo, puede que éste logre evaluar alteraciones en los métodos de
producción sin tener que recurrir a cálculos de dinero, porque en esas
circunstancias la producción se lleva a cabo con relativamente poco capital. Se
utilizan pocos métodos de producción complicados. En general, la producción se
concentra en bienes de consumo o bienes de orden más elevado, que no difieren
mucho de los bienes de consumo. La división del trabajo está aún en las
primeras etapas. El trabajador saca adelante la producción de un bien de comienzo
a fin. Todo esto cambia en una sociedad desarrollada. Es imposible argumentar,
de acuerdo a la experiencia de las sociedades primitivas, que en las actuales
condiciones modernas podemos desentendernos del dinero.
En las condiciones simples de un hogar es posible vigilar todo
el proceso de producción desde su iniciación hasta el final. Es posible juzgar
si un determinado proceso entrega más bienes de consumo que otro. Pero en las
infinitamente más complicadas condiciones actuales eso ya no es posible. Cierto
es que una sociedad socialista vería que 1.000 litros de vino son mejor que 800
litros. Podría decidir si no serían preferibles 1.000 litros de vino a 500
litros de aceite. Esa decisión no exigiría cálculo alguno. La voluntad de un
hombre tomaría la decisión. Pero la verdadera administración económica, la
adaptación de los medios a los objetivos, sólo empieza cuando esa decisión ya
se ha tomado. Esa adaptación sólo es posible mediante el cálculo económico.
La mente humana se encontraría perdida en el desconcertante
caos de alternativas de materiales y procesos.
Al tener que decidir entre diferentes procesos o centros de
producción, nos encontraríamos desconcertados8.
Suponer que una sociedad socialista podría reemplazar los cálculos
en dinero por cálculos en especies, es tan solo una ilusión. Dentro de una
comunidad que no practica el intercambio, los cálculos en especies sólo pueden
abarcar los bienes de consumo. Fallan por completo cuando se trata de bienes de
orden más elevado. Cuando una sociedad abandona la libertad de precios de los
bienes de producción, se hace imposible la producción racional. Cada paso que
aleja de la posesión privada de los medios de producción y el uso del dinero es
un paso más que nos aleja de la actividad económica racional.
Todo esto fue posible porque el socialismo, como sabemos, sólo
existe en oasis socialistas, por decirlo así, dentro de lo que para el resto
del mundo es un sistema basado en la libertad de intercambio y del uso del
dinero.
Hasta allí podríamos estar de acuerdo con el otro argumento
socialista, empleado sólo para efectos de propaganda: que las empresas
nacionalizadas y municipalizadas, dentro de un sistema capitalista en lo demás,
no constituyen socialismo. La existencia de un sistema de libertad de precios
simultáneo significa tanto apoyo para esas empresas, que no aflora para ellas
la particularidad esencial de la actividad económica del socialismo. En las
empresas estatales y municipales es posible llevar a cabo mejoras técnicas, porque
es posible observar los efectos de mejoras similares en empresas privadas
nacionales y extranjeras. En tales asuntos es posible asegurarse acerca de las
ventajas de la reorganización, porque están rodeadas de una sociedad que
permanece aún basada en la propiedad privada en cuanto a medios de producción y
empleo del dinero. Para ellas sigue siendo posible llevar libros y sacar
cálculos que estarían absolutamente fuera de lugar en un medio puramente
socialista. La actividad económica es absolutamente imposible sin cálculos.
Desde el momento en que los cálculos económicos son imposibles bajo el
socialismo, quiere decir que en el socialismo no puede haber actividad económica
tal como nosotros la entendemos. La acción racional podría persistir en cosas
pequeñas e insignificantes. Pero, en general, no sería posible hablar de
producción racional. En ausencia de una racionalidad de criterio, la producción
no podría ser conscientemente económica.
Quizás si la tradición acumulada a través de miles de años de
libertad económica podría preservar el arte de la administración económica de
la desintegración total. Los hombres mantendrían los antiguos procesos, no por
ser racionales, sino por estar santificados por la tradición. Sin embargo, las
condiciones cambiantes en el intertanto los haría irracionales. Pasarían a ser
antieconómicos, como resultado de los cambios impuestos por la decadencia
general del pensamiento económico.
Es cierto que la producción ya no sería
"anárquica". La autoridad suprema gobernaría el abastecimiento. En
vez de la economía de producción "anárquica", pasaría a regir el
orden sin sentido racional. Las ruedas girarían, pero sin efecto.
Tratemos de imaginar la posición de una comunidad socialista.
Habrá cientos de miles de establecimientos que trabajan continuamente. Una
minoría de éstos producirá bienes listos para el consumo. La mayoría producirá
bienes de capital y productos semimanufacturados. Todos estos establecimientos estarán
estrechamente relacionados entre sí. Cada bien pasará por una serie de
establecimientos antes de estar listo para el consumo. Sin embargo, la
administración económica no tendrá realmente una dirección en medio de la
presión de tantos procesos diferentes. No tendrá manera de asegurarse si tal o
cual parte del trabajo es realmente necesaria, o si no se estará gastando
demasiado material para completar su fabricación. ¿Cómo podría descubrir cuál
de los dos procesos es más satisfactorio? Cuando más, podría comparar la
cantidad de productos entregados, pero sólo en contados casos podría comparar
los gastos incurridos en su producción. Sabría exactamente, o creería saberlo,
qué es lo que está tratando de producir. Por lo tanto, tendría que obtener los
resultados deseados con el gasto mínimo. Pero para lograrlo tendría que sacar
cálculos, y esos cálculos tendrían que ser cálculos del valor. No podrían ser
tan sólo "técnicos", ni podrían ser cálculos sobre el valor-uso de los
bienes y servicios. Esto es tan obvio que no necesita pruebas adicionales.
Bajo un sistema basado en la propiedad privada de los medios
de producción, la escala de valores es el resultado de las acciones de cada
miembro independiente de la sociedad. Todos hacen un doble papel en ella,
primero como consumidores y segundo como productores. Como consumidor, el
individuo establece el valor de bienes listos para el consumo. Como productor,
orienta los bienes de producción hacia aquellos usos que rendirán más. Es así
como los bienes de un orden más elevado también se gradúan en forma apropiada a
las condiciones existentes de producción y de la demanda dentro de la sociedad.
El juego de estos dos procesos garantiza que el principio económico sea
observado tanto en el consumo como en la producción. Y en esta forma surge el
sistema exactamente graduado que permite a todos enmarcar su demanda dentro de las
líneas económicas.
Bajo el socialismo, todo esto no ocurre. La administración económica
puede establecer exactamente qué bienes son más urgentemente necesarios, pero
eso es sólo parte del problema.
La otra mitad, la evaluación de los medios de producción, no
se soluciona. Puede averiguar exactamente el valor de la totalidad de tales
instrumentos. Obviamente, ése es igual al valor de las satisfacciones que
pueden darse. Si se calcula la pérdida en que se incurriría al retirarlos,
también se podría averiguar el valor de instrumentos únicos de producción. Pero
no puede asimilarlos a un denominador común de precios, como podría ser bajo un
sistema de libertad económica y de precios en dinero.
No es necesario que el socialismo prescinda totalmente del dinero.
Es posible concebir arreglos que permitan el empleo del dinero para el
intercambio de bienes de consumo. Pero desde el momento en que los diversos
factores de producción (incluyendo el trabajo) no pudieran expresarse en
dinero, el dinero no jugaría ningún papel en los cálculos económicos9.
Supongamos, por ejemplo, que la comunidad de países socialistas
estuviera planeando un nuevo ferrocarril. ¿Sería ese nuevo ferrocarril
realmente conveniente? Si lo fuera, ¿cuánto terreno debería servir? Bajo el
sistema de propiedad privada podríamos decidir esas interrogantes por medio de
cálculos en dinero. La nueva red de ferrocarril abarataría el transporte de determinados
artículos, y en base a ello podríamos calcular si la diferencia en los cargos
de transporte justificaría los gastos de construcción y funcionamiento del
ferrocarril. Un cálculo así sólo podría hacerse en dinero. No podríamos hacerlo
comparando gastos y ahorros en especies. Es absolutamente imposible reducir a
unidades corrientes las cantidades de trabajo especializado y no especializado,
el hierro, carbón, materiales de construcción, maquinaria y todas las demás
cosas que exige el mantenimiento de un ferrocarril, por lo cual es imposible también
reducirlos a unidades de cálculo económico. Sólo podremos trazar planes
económicos cuando todo aquello que acabamos de enumerar pueda ser asimilado a
dinero. Es cierto que los cálculos de dinero no son completos. Es cierto que
presentan grandes deficiencias, pero no contamos con nada mejor para
reemplazarlos, y, bajo condiciones monetarias seguras, satisfacen todos los
objetivos prácticos. Si los dejamos de lado, el cálculo económico se hace
absolutamente imposible.
No queremos decir con esto que la comunidad socialista se
encontraría totalmente desorientada. Tomaría decisiones a favor o en contra de
la empresa propuesta y dictaría una orden. Pero, en el mejor de los casos, esa
decisión se basaría tan sólo en vagas evaluaciones. No podría basarse en
cálculos exactos de valor.
Una sociedad estacionaria podría, efectivamente, prescindir
de esos cálculos. En tal caso, las operaciones económicas sólo se repetirían.
Por lo tanto, si aceptamos que el sistema socialista de producción estaría
basado en el último estado del sistema de libertad económica que había
superado, y que no habría más cambios en el futuro, podríamos concebir un socialismo
racional y económico. Pero sólo en teoría. Un sistema económico estacionario no
puede existir. Las cosas cambian constantemente, y el estado estacionario,
aunque necesario como apoyo para la especulación, es una suposición teórica que
no existe en la realidad. Además, el mantener lazos con el último estado de
economía de intercambio sería imposible, ya que la transición hacia el socialismo,
con su nivelación de rentas, transformaría necesariamente todo el juego de
consumo y producción. Tenemos entonces una comunidad socialista que debe
navegar en un océano de todas las permutas económicas posibles e imaginables
sin la brújula del cálculo económico.
Por lo tanto, todo cambio económico involucraría operaciones
cuyo valor sería imposible predecir con anticipación o de averiguar después.
Todo se reduciría a un salto al vacío. El socialismo es la negación de la
economía racional.
4. La Economía Capitalista
Los términos "Capitalismo" y "Producción
Capitalista" son expresiones políticas. Fueron inventadas por los
socialistas no para aumentar el conocimiento, sino para ridiculizar, criticar y
condenar. Hoy en día, basta pronunciarlos para evocar un cuadro de la
inexorable explotación de los asalariados por los implacables ricos. Se les utiliza
muy poco, si no es para insinuar algún grave mal en el cuerpo político. Desde
un punto de vista científico son tan poco claros y tan ambiguos, que no tienen
ningún valor. Los que los usan sólo están de acuerdo en que indican las
características del sistema económico moderno, aunque sigue siendo motivo de
discusión en qué consisten esas características. Por lo tanto, su empleo es
completamente pernicioso, y habría que tomar muy en cuenta la proposición de
eliminarlos de la terminología económica y dejárselos a los agitadores
profesionales10.
Sin embargo, si quisiéramos descubrir para ellos una aplicación
precisa, deberíamos partir de la idea de cálculos de capital. Dado que sólo nos
preocupa el análisis de los fenómenos económicos actuales (excluida la teoría
económica en que "capital" se usa frecuentemente en un sentido que
responde a fines específicos), debemos antes que nada averiguar qué significado
se da al término en el comercio. Así veremos que sólo se emplea para fines de
cálculo económico. Sirve para reunir bajo un denominador común las propiedades
originales de una empresa, sean ellas de dinero o estuvieren solamente expresadas
en dinero11. El objetivo de sus cálculos es permitirnos saber cuánto ha
cambiado el valor de esa propiedad en el curso de operaciones comerciales. El
concepto de capital es un derivado del cálculo económico. Su verdadero lugar
está en la contaduría, el principal instrumento de la racionalidad comercial.
El cálculo en términos de dinero es el elemento esencial del concepto de
capital12.
Si se emplea el término "capitalismo" para
designar un sistema económico en que la producción es gobernada por cálculos de
capital, adquiere un significado especial para definir la actividad económica.
Una vez entendido esto, no es de ninguna manera errado hablar de Capitalismo y
de métodos capitalistas de producción; y expresiones como "espíritu
capitalista" y "disposición anticapitalista" adquieren una
connotación rígidamente circunscrita. "Capitalismo" define mejor la
antítesis del socialismo que el término "Individualismo" que se
emplea tan frecuentemente. En general, aquellos que se refieren al individualismo
como antítesis del socialismo, lo hacen suponiendo tácitamente que .hay una
contradicción entre los intereses del individuo y los intereses de la sociedad,
y que mientras el Socialismo tiene como fin el bien común, el individualismo
tiene como fin los intereses de determinadas personas solamente.
Dado que ésta es una de las más graves falacias
sociológicas, deberemos evitar cuidadosamente toda expresión que pueda dar cabida
a ella.
Según Passow, se emplea correctamente el término "capitalismo"
cuando se trata de expresar el desarrollo y extensión de grandes empresas en
gran escala13.
Podemos admitirlo, aunque resulta difícil reconciliarlo con
el hecho de que la gente generalmente se refiere a "Grosskapital" y "Grosskapitalist"
y "Kleinkapitalisten". Pero si consideramos que sólo el cálculo de
capital hizo posible el crecimiento de grandes empresas, ello no invalida en
absoluto las definiciones que proponemos.
5. Concepto más Escueto de lo "Económico"
La costumbre de los economistas de hacer distinciones entre
acciones "económicas" o "puramente económicas" y "no-económicas"
es tan poco satisfactoria como la vieja distinción entre bienes ideales y bienes
materiales. Porque la voluntad y la acción son unitarias. Todos los fines están
en conflicto entre sí y es ese mismo conflicto el que los coloca en una escala.
La satisfacción de deseos e impulsos puede lograrse por medio de la interacción
con el mundo externo, lo mismo
que la satisfacción de necesidades más ideales, pero ambas
deben ser sometidas a un mismo criterio. En la vida hay que elegir entre lo
ideal y lo material. Por lo tanto es esencial someterlos a las mismas
alternativas. Al elegir entre pan y honor, fe y fortuna, amor y dinero, estamos
sometiendo ambas alternativas al mismo test. En consecuencia, no es legítimo
considerar lo "económico" como una esfera específica de la acción
humana que puede ser claramente delimitada de otras esferas de acción.
La actividad económica es actividad racional. Siendo
imposible la satisfacción completa, la esfera de la actividad económica es colimitante
con la esfera de la acción racional. Consiste en primer lugar en la evaluación
de los fines y luego en la evaluación de los medios que llevan a esos fines.
Por lo tanto, toda actividad económica depende de la existencia de fines. Los
fines dominan la economía y son lo único que le dan sentido.
Desde el momento en que los principios económicos se aplican
a todas las acciones humanas, es necesario ser muy cuidadoso al distinguir
dentro de su esfera entre lo "puramente económico" y otras clases de
acción. Tal división es indispensable para muchos objetivos científicos.
Destaca un solo fin y lo compara con todos los demás. Ese fin (a estas alturas
no discutiremos si es definitivo o no) es el logro del mayor producto posible,
medido en dinero. Es, por lo tanto, absurdo delimitarlo dentro de una esfera de
acción. Es cierto que cada individuo ya tiene tal esfera delimitada, pero eso
varía de acuerdo al punto de vista general del individuo en cuestión. Será una
cosa para el hombre que aprecia antes que nada el honor, y otra será para aquel
que es capaz de vender a su mejor amigo por dinero. No es ni la naturaleza del
fin ni la particularidad de los medios lo que justifica la distinción, sino la naturaleza
específica de los métodos empleados. Lo único que distingue lo "puramente
económico" de otras acciones es que utiliza el cálculo exacto.
La esfera de lo "puramente económico" no es otra
cosa que la esfera del cálculo de dinero. El hecho de que dentro de cierto campo
nos permita comparar medios con la mayor exactitud, hasta en sus más mínimos
detalles, significa tanto para el pensamiento como para la acción que tendemos
a investir esa clase de acción de especial importancia. No se destaca el hecho
de que tal comparación es sólo una distinción dentro de la técnica de
pensamiento y acción y no una distinción del objetivo final de la acción, que
es unitario. El fracaso de todos los intentos por mostrar lo "económico"
como un capítulo especial de lo racional, y luego destacar dentro de él otro
capítulo como "puramente económico", no es culpa del método empleado.
No cabe duda de que se ha desplegado gran sutileza de análisis en este
problema, y el hecho de que no se haya resuelto indica claramente que la pregunta
no tiene contestación satisfactoria.
Evidentemente la esfera de lo "económico" es la
misma que la esfera de lo racional; y la esfera de lo "puramente económico"
no es otra cosa que la esfera en la cual es posible el cálculo de dinero. En
última instancia, el individuo puede reconocer un solo fin: el logro de la
mayor satisfacción. Esta expresión incluye la satisfacción de todos los deseos
y necesidades humanas, sean ellas "materiales" o "inmateriales"
(morales). En lugar de la expresión "satisfacción" podríamos quizás emplear
la palabra "felicidad", si no temiéramos los mal entendidos que
originaron las controversias sobre Hedonismo y Eudemonismo.
La satisfacción es subjetiva. La filosofía social moderna ha
puesto tanto énfasis en esto frente a anteriores teorías, que hay tendencia a
olvidar que la estructura filosófica del género humano y la unidad de puntos de
vista y de emoción que surgen de la tradición crean una extensa similitud de
opiniones respecto a las necesidades y a los medios de satisfacerlas. Y es esa
similitud de opiniones lo que hace posible la sociedad. Por el hecho de tener
metas comunes, los hombres pueden vivir en comunidad. Frente a esta situación
de que la mayoría de los fines (los más importantes) son comunes a la gran masa
humana, el hecho de que existan fines que sólo interesan a unos pocos, reviste
escasa importancia.
La división habitual entre motivos económicos y no-económicos
queda, por lo tanto, invalidada por el hecho que, por una parte, el objetivo de
la actividad económica queda fuera del ámbito económico, y por otra, que toda
actividad racional es económica. Sin embargo, hay buenas razones para separar las
actividades "puramente económicas" (actividades que pueden evaluarse
en dinero) de otras formas de actividad. Porque, como ya lo hemos visto, fuera
de la esfera de cálculos de dinero sólo quedan fines intermedios, que se pueden
evaluar inmediatamente, y una vez que esta esfera se abandona, hay que recurrir
a juicios de esa índole. Es la aceptación de esta necesidad la que nos
proporciona ocasión de hacer la distinción que hemos expuesto.
Si, por ejemplo, un país desea ir a la guerra, es ilegítimo considerar
irracional ese deseo porque el motivo de guerra yace más allá de los motivos normalmente
considerados "económicos", como podría ser el caso en las guerras de
religión. Si la nación decide ir a la guerra, con el total conocimiento de
todos los hechos, porque considera que el objetivo final es más importante que
el sacrificio que involucra, y porque cree que la guerra es el mejor medio de
conseguirlo, la guerra no puede ser considerada irracional. No es necesario en
este punto decidir si las suposiciones son ciertas o si alguna vez podrían ser
ciertas.
Es precisamente esto lo que se examina cuando se trata de
elegir entre la guerra y la paz. Y es precisamente para aclarar tal examen que
hemos introducido la distinción que estamos discutiendo.
Baste recordar cuán frecuentemente se recomiendan guerras o
tarifas como "buen negocio", desde el punto de vista "económico",
para darse cuenta hasta qué punto esto se olvida.
¡Cuánto más claras habrían sido las discusiones políticas
del siglo pasado si se hubiera tenido presente la distinción entre lo "puramente
económico" y lo "no-económico" en los campos de acción!
La Organización de la Producción bajo el Socialismo
1. La Socialización de los Medios de Producción
Todos los medios de producción pertenecen a la comunidad bajo
el Socialismo. La comunidad dispone de ellos y decide en qué forma utilizarlos
en la producción. La comunidad produce, los productos retornan a la comunidad,
y ésta decide qué se va a hacer con ellos. Los socialistas modernos,
especialmente aquellos de tendencias marxistas, dan mucha importancia a
designar como Sociedad a la comunidad socialista y a describir la transferencia
de los medios de producción al control de tal comunidad como
"socialización de los medios de producción". La expresión es
aceptable en sí, pero no en el sentido en que se la utiliza, ya que permite
ocultar uno de los principales problemas del Socialismo.
La palabra "sociedad" —y su adjetivo
correspondiente "social"— tiene tres significados distintos. Primero,
implica la idea abstracta de interrelaciones sociales, y segundo, la concepción
concreta de la unión de los individuos mismos. Entre estos dos significados completamente
diferentes, el lenguaje corriente ha adoptado un tercero: la sociedad abstracta
se personifica en expresiones tales como "sociedad humana" o
"sociedad civil".
Marx emplea el término con todos sus significados, lo que no
importaría si dejara muy en claro la distinción. Pero hace justamente lo
contrario. Los intercambia con la destreza de un prestidigitador si lo estima
necesario. Cuando se refiere al carácter social de la producción capitalista,
está empleando el término "social" en el sentido abstracto. Cuando
habla de la sociedad que sufre durante los períodos en crisis, se está refiriendo
a la sociedad personificada de la humanidad. Pero cuando habla de la sociedad
que expropiará a los expropiadores y socializará los medios de producción, está
hablando de un sindicato social de hecho. Y todos los significados se intercambian
en los eslabones de sus argumentos cada vez que tiene que probar lo imposible
de probar. La razón para ello es evitar el término "Estado" o su
equivalente, ya que ese término les suena mal a todos aquellos que aman la
libertad y la democracia, cuyo apoyo es necesario inicialmente para los
marxistas. Un programa que entregara al Estado la responsabilidad general y la
dirección de toda la producción no sería aceptado entre aquella gente. Es por
ello que el marxismo tiene que encontrar en todo momento una fraseología que
disfrace la esencia del programa, que logre esconder el abismo que separa a la
democracia del Socialismo. No habla muy bien de los hombres que vivieron
durante las décadas previas a la Guerra Mundial, el hecho que no supieran
detectar tales sofismas.
La moderna doctrina del Estado entiende por
"Estado" una unidad autoritaria, un aparato de compulsión caracterizado,
no por sus metas, sino por su forma. Pero el Marxismo ha limitado
arbitrariamente el significado de la palabra "Estado" para que no
incluya al Estado Socialista. Sólo se denominan "Estados" aquellos
estados o formas de organizaciones estatales que despiertan el disgusto de los
escritores socialistas.
Para la organización futura a la cual aspiran, el término es
rechazado furiosamente, por deshonorable y degradante. Se le llama
"Sociedad". En esta forma la democracia social marxista podría al
mismo tiempo contemplar la destrucción de la maquinaria del Estado existente,
combatir ferozmente todos los movimientos anarquistas y desarrollar una
política que llevara directamente a un estado omnipotente14.
No importa en lo más mínimo qué nombre se da al aparato coercitivo
de la comunidad socialista. Si empleamos la palabra "Estado", tenemos
un término de uso corriente —excepto para la poco crítica literatura marxista—,
una expresión que es generalmente comprendida y que evoca la idea que se
intenta evocar. Pero no hay inconveniente en evitar tal término, ya que despierta
sentimientos encontrados en mucha gente, y en reemplazarlo por la palabra
"comunidad". La elección de la terminología es simplemente cuestión
de estilo y no tiene importancia práctica. Lo que sí es importante es el
problema de la organización de este Estado o comunidad socialista. Cuando se
trata de la expresión concreta de la voluntad del Estado, la lengua inglesa ofrece
una distinción más sutil, permitiendo el uso del término gobierno en vez del de
estado. Nada más indicado para evitar el misticismo extremo inspirado por las
costumbres marxistas
en ese sentido. Porque los marxistas se refieren locuazmente
a expresar la voluntad de la sociedad, sin dar la menor indicación acerca de
cómo la "sociedad" procedería a actuar. Sin embargo, la sociedad sólo
puede actuar a través de aquellos órganos que ha creado. Del concepto mismo de
la comunidad socialista se desprende que el órgano de control debe ser
unitario. Una comunidad socialista sólo puede tener un órgano definitivo de control
que combine todas las funciones económicas y gubernativas. Evidentemente se
podría subdividir y podría haber oficinas subordinadas a las cuales transmitir
instrucciones definitivas. Pero la expresión unitaria de la voluntad común, que
es el objeto esencial de la socialización de los medios de producción y de la
producción misma, necesariamente implica que
todas las oficinas encargadas de la supervisión de
diferentes asuntos estarán subordinadas a una oficina. Esta tendrá la autoridad
suprema para resolver todas las variaciones del objetivo común y unificar la
meta ejecutiva.
Cómo se constituye y cómo logra expresarse la voluntad común
a través de ella resulta secundario en la investigación de nuestro problema
específico. No importa que tal órgano sea un príncipe absoluto o una asamblea
de ciudadanos organizada como democracia directa o indirecta. No importa en qué
forma concibe ese órgano su voluntad y cómo la expresa. Para nuestros
propósitos debemos considerarlo real y no necesitamos gastar más tiempo
pensando si podrá cumplirse, cómo podrá lograrse o si el Socialismo estará condenado
a desaparecer porque es irrealizable. Al comienzo de nuestra investigación
deberemos postular que la comunidad socialista no cuenta con relaciones exteriores.
Abarca el mundo entero con todos sus habitantes. Si la concibiéramos como
limitada, de manera que sólo abarcara una parte del mundo y los habitantes de
ella, deberemos suponer que no tiene relaciones económicas con los territorios
y con los pueblos ajenos a esos límites. Discutiremos el problema de la
comunidad socialista aislada. Las implicancias de la existencia contemporánea
de varias comunidades socialistas las
discutiremos cuando hayamos estudiado el problema general a
fondo.
2. El Cálculo Económico en la Comunidad Socialista
La teoría del cálculo económico demuestra que en la comunidad
socialista es imposible el cálculo económico.
En cualquiera empresa grande los departamentos individuales
son independientes en cuanto a su contaduría. Pueden presupuestar el costo de
materiales y de obra de mano, y resulta posible que un grupo individual efectúe
un balance separado y sume los resultados de su actividad en cifras. Es así
como es posible asegurarse cuán eficientemente han funcionado los departamentos
por separado y tomar las decisiones correspondientes respecto a la
organización, limitación o expansión de dichos departamentos o la creación de
nuevos departamentos.
Naturalmente es inevitable que se produzcan algunos errores en
tales cálculos. Ellos surgen en parte de la dificultad para fijar los costos de
funcionamiento. Otros errores surgen de la necesidad de calcular en base a
informaciones indefinidas, por ejemplo: cuando se calcula la posibilidad de
ganancias de ciertos procesos, la depreciación de la maquinaria utilizada se determina
adjudicando a esa maquinaria cierto plazo de vida útil. Pero todos esos errores
pueden mantenerse dentro de límites estrechos que no influyen en el resultado
total del cálculo.
La duda que queda es atribuida a la incertidumbre de las condiciones
futuras, inevitables en cualquier estado de cosas.
Parece natural, entonces, preguntar por qué los diferentes departamentos
de producción de una comunidad socialista no podrían manejar cuentas separadas
en la misma forma. Pero eso es imposible. Las cuentas separadas para un solo
departamento de una misma empresa sólo son posibles cuando se establecen en el
mercado precios de toda clase de bienes y servicios, dando una base para los
cálculos. Allí donde no hay mercado no existe el sistema de precios, y allí
donde no hay sistema de precios no puede haber cálculo económico.
Algunos pensarán que es posible permitir el intercambio entre
los diferentes grupos de empresas para establecer un sistema de relaciones de
intercambio (precios) y crear así una base para el cálculo económico dentro de
la comunidad socialista. Sería posible organizar departamentos de industrias
con administración separada dentro del marco de un sistema económico unitario
que no reconoce la propiedad privada en los medios de producción, sometidos,
naturalmente, a la suprema autoridad económica, pero capacitados para
transferirse mutuamente bienes y servicios por un precio calculado en un medio
común de intercambio. Así es como concibe la gente la organización productiva
de la industria socialista cuando se
habla de socialización completa y cosas semejantes. Pero nuevamente
se evade el punto decisivo. Las relaciones de intercambio de bienes de
producción sólo pueden establecerse en base a la propiedad privada de los medios
de producción. Si el Sindicato del Carbón entrega carbón al Sindicato del
Hierro, puede
fijarse el precio sólo si ambos sindicatos son propietarios
de
los medios de producción de la industria. Pero eso ya no
sería socialismo sino sindicalismo.
Para aquellos escritores socialistas que aceptan la teoría del
valor de la mano de obra, el problema es, naturalmente, muy simple.
Dice Engels: "Apenas la sociedad toma posesión de los medios
de producción y los aplica a la producción directamente social, la obra de mano
de todos, por diferente que sea su utilidad específica, pasará a ser de
inmediato obra de mano directamente social. La cantidad de trabajo social
inherente a cualquier producto no requiere ser confirmada en forma indirecta;
la experiencia diaria demostrará cuánto trabajo será necesario como término
medio. La sociedad puede fácilmente calcular cuántas horas de trabajo requiere
un motor a vapor, un hectolitro de trigo de la última cosecha o cien metros
cuadrados de paño de cierta calidad. Evidentemente, la sociedad tendrá que
averiguar cuánta obra de mano es necesaria para la fabricación de cada artículo
de consumo. Tendrá que basar sus planes en un estudio de los medios de
producción con que puede contar, y claro que la fuerza de trabajo cae dentro de
esa categoría. La utilidad de los diferentes bienes de consumo comparados entre
sí y contra la obra de mano necesaria para su producción determinará finalmente
el plan a seguir. El pueblo decidirá fácilmente todo, sin la intervención del
tan mentado valor"15.
No nos interesa repetir aquí los argumentos críticos contra la
teoría del valor de la obra de mano. Sólo nos interesa en cuanto nos sirvan de
ayuda para juzgar la posibilidad de hacer de la obra de mano la base del
cálculo económico dentro de una comunidad socialista.
A primera vista parecería que los cálculos basados en la obra
de mano toman en cuenta las condiciones naturales de la producción, como
también las condiciones que surgen del elemento humano. El concepto marxista
del tiempo de mano de obra socialmente necesario considera la ley de los
rendimientos decrecientes en cuanto a resultados de diferentes condiciones naturales
de producción. Si la demanda por un bien aumenta y hay que explotar condiciones
naturales menos favorables, también aumenta el tiempo social necesario para la
producción de una unidad. Si se descubren mejores condiciones de producción, entonces
baja la porción de trabajo social16. Pero eso no basta.
La computación de los cambios en los costos de trabajo marginal
sólo toma en cuenta las condiciones naturales hasta donde influyen en los
costos de trabajo. Más allá de eso, el cálculo del trabajo falla. Por ejemplo,
deja fuera el consumo de factores materiales de producción. Supongamos que el
tiempo de trabajo socialmente necesario para producir dos bienes P y Q es de
diez horas, y que la producción de una unidad de P y Q exige el material A, una
unidad del cual requiere una hora de trabajo socialmente necesario, y que la
producción de P involucra dos unidades de A y ocho horas de trabajo, y la de Q una
unidad de A y nueve horas de trabajo. En el cálculo basado en tiempo de
trabajo, P y Q son equivalentes, pero en el cálculo basado en el valor, P
debería ser más valioso que Q.
Este primer cálculo es falso. Sólo el último corresponde a
la esencia y objetivo del cálculo económico. Es cierto que ese exceso con que P
sobrepasa a Q, este substratum material "es proporcionado por la
naturaleza sin ayuda del hombre"17; pero siempre que sólo esté presente en
cantidades tales que pase a ser un factor económico, también tiene que entrar
en alguna forma en el cálculo económico.
La segunda deficiencia de la teoría del cálculo de trabajo es
que no toma en cuenta las diferencias en la calidad del trabajo. Todo trabajo
humano es económicamente homogéneo para Marx, porque siempre es "el gasto
productivo del cerebro, músculos, nervios, manos, etc., humanos". "El
trabajo especializado es tan sólo el trabajo simple intensificado, o mejor
dicho multiplicado, de manera que una pequeña cantidad de trabajo especializado
equivale a una mayor cantidad de trabajo simple". La experiencia demuestra
que esta solución de trabajo especializado a trabajo simple sucede constantemente.
Un bien podrá ser el producto de trabajo altamente especializado, pero su valor
lo iguala con el producto del trabajo simple y representa sólo una cierta
cantidad de trabajo simple18. Boehm-Bawerk tenía razón al describir este
argumento como una genialidad de sorprendente candidez19. Al criticarlo, puede convenientemente
dejarse en suspenso el posible descubrimiento
de una medida fisiológica unitaria de todo trabajo humano, tanto
físico como "mental". Porque es un hecho que entre los mismos hombres
existen diferencias de capacidad y de conocimientos que dan como resultado
distintas calidades en los bienes y servicios producidos. Lo que finalmente
resulta decisivo para la solución del problema de la factibilidad de emplear el
trabajo como base para el cálculo económico es la interrogante acerca de si es
posible asimilar diferentes clases de trabajo a un denominador común sin una
evaluación de los productos por los consumidores. Es evidente que el argumento
esgrimido por Marx sobre este punto ha fracasado. La experiencia demuestra que
los bienes se intercambian sin considerar si son producto del trabajo
especializado o del trabajo simple. Esto sólo probaría que una cantidad
definida de trabajo simple es igual a una cantidad definida de trabajo especializado,
siempre que se demuestre que la fuente del valor de intercambio fue el trabajo.
Cosa que no se ha podido probar y es exactamente lo que Marx se dedicó a
demostrar. El hecho que en el intercambio haya surgido una nueva relación entre
el trabajo especializado y el trabajo simple bajo la forma de tasas de salario,
punto al cual no se refiere Marx, no aporta una prueba de esa homogeneidad.
Este proceso de igualación es el resultado del movimiento de mercado y no
depende de la previa suposición. Los cálculos basados en el costo de la obra de
mano, más que en valores monetarios, tendrían que establecer una relación puramente
arbitraria para reducir el trabajo especializado a trabajo simple, lo que haría
de ellos un instrumento inútil para la organización económica de los recursos.
Por mucho tiempo se pensó que la teoría del valor del trabajo proporcionaba la
base ética necesaria para la exigencia de socializar los medios de producción.
Sabemos que fue un error. Aunque la mayoría de los socialistas han adoptado tal
punto de vista y aunque el mismo Marx, con su opinión abiertamente no-ética, no
pudo deshacerse de él, es evidente que, por una parte, las exigencias políticas
de introducir el método socialista de producción no necesitan ni reciben apoyo
de la teoría del valor del trabajo; mientras que, por otra parte, aquellos que
piensan en distinta forma respecto a la naturaleza y causa del valor pueden también
tender al socialismo. Desde otro punto de vista, empero, la teoría del valor
del trabajo sigue siendo un dogma para los que abogan por el método socialista
de producción. La producción socialista dentro de una sociedad basada en la
división del trabajo sólo parece practicable si existe una unidad objetiva reconocida
del valor, lo que permitiría el cálculo económico en una comunidad sin
intercambio ni dinero. Y el trabajo parecería ser lo único que serviría ese
propósito.
3. Las Recientes Doctrinas Socialistas y los Problemas del Cálculo
Económico
El problema del cálculo económico es el problema fundamental
del Socialismo. El hecho que durante décadas se haya hablado y escrito sobre
Socialismo sin tocar tal problema demuestra claramente lo funestos que fueron
los efectos de la renuencia de Marx de estudiar científicamente la naturaleza y
el funcionamiento de una economía socialista20.
Probar que el cálculo económico sería imposible dentro de la
comunidad socialista es probar también que el Socialismo es impracticable. Todo
lo que se ha dicho a favor del Socialismo, durante los últimos cien años, en
miles de discursos y artículos, toda la sangre derramada por sus partidarios no
hacen del Socialismo algo que funcione bien. Las masas podrán desearlo ardientemente,
se podrán producir revoluciones y guerras, pero nunca triunfará. Cada tentativa
por implantarlo llevará al sindicalismo, o por otro camino, al caos, que muy
pronto disolverá la sociedad, basada en la división del trabajo, en pequeños
grupos autosuficientes.
El descubrimiento de este hecho es evidentemente muy poco
conveniente para los partidos socialistas; y socialistas de todo tipo han
intentado refutar mis argumentos e inventar un sistema de cálculo económico
para el Socialismo. No han tenido éxito. No han podido presentar un solo
argumento que yo ya no hubiera descartado21. Nada ha logrado descalificar las
pruebas de que el cálculo económico es imposible bajo el Socialismo22.
Las tentativas de los bolcheviques rusos de hacer del Socialismo
algo de la vida real y no un simple programa de partido, no se han enfrentado
con el problema del cálculo económico bajo el Socialismo porque las Repúblicas
Soviéticas existen en un mundo que crea precios en dinero para todos los medios
de producción. Los gobernantes de las Repúblicas Soviéticas basan en esos
precios los cálculos de acuerdo a los cuales toman sus decisiones. Si no fuera
por esos precios, sus acciones carecerían de objetivos y de planificación. Sólo
pueden calcular, llevar libros de contaduría y hacer planes si tienen como
referencia ese sistema de precios. Su posición es la misma que la del estado y de
las municipalidades socialistas de otros países: no ha surgido aún para ellos
el problema del cálculo económico socialista. Las empresas estatales y
municipales calculan en base a los precios de los medios de producción y de
bienes de consumo que crea el mercado. Pero sería precipitado deducir que
porque existen empresas estatales y municipales, es posible el cálculo económico
socialista.
Sabemos que las empresas socialistas de un solo rubro de producción
resultan únicamente porque reciben ayuda de su entorno no socialista. El estado
y las municipalidades pueden mantener sus empresas propias porque los impuestos
pagados por las empresas capitalistas cubren sus pérdidas. En la misma forma,
Rusia ya se habría derrumbado si no hubiera sido apoyada financieramente por
los países capitalistas. Pero mucho más importante que esta ayuda material
prestada por la economía capitalista a las empresas socialistas es la
asistencia mental. Sin las bases para el cálculo que el Capitalismo pone a
disposición del Socialismo bajo la forma de precios de mercado, las empresas
socialistas no podrían mantenerse, ni siquiera en rubros únicos de producción o
en países individuales. Los escritores socialistas podrán seguir publicando
libros acerca de la decadencia del Capitalismo y el advenimiento del milenio
socialista; podrán describir los males del Capitalismo en tonos dramáticos y
compararlos con tentadores informes de las bendiciones de una sociedad
socialista. Sus escritos podrán seguir impresionando a los insensatos, pero todo
eso no cambiará el destino de la idea socialista23. El intento de reformar al
mundo en tal sentido podría destruir la civilización, pero nunca lograría
establecer una comunidad socialista que resultara exitosa.
4. El Mercado Artificial como Solución para el Problema del Cálculo
Económico
Algunos entre los socialistas más jóvenes creen que la comunidad
socialista solucionaría el problema del cálculo económico mediante la creación
de un mercado artificial para los medios de producción. Reconocen que fue un
error de los viejos socialistas el tratar de establecer el Socialismo por medio
de la suspensión del mercado y de la abolición de los precios fijos para los
bienes de orden más elevado. Sostienen también que fue un error ver en la
supresión del mercado y del sistema de precios la esencia misma del ideal
socialista. Insisten en que si no queremos caer en un caos sin sentido en el
cual desaparecería nuestra civilización, tanto la comunidad socialista como la comunidad
capitalista deberían crear un mercado en el que todos los bienes y servicios
tengan su precio. En base a ese arreglo, creen que la comunidad socialista
podría hacer sus cálculos tan fácilmente como los empresarios capitalistas.
Desgraciadamente, aquellos que apoyan esas proposiciones no
ven (o no quieren ver) que no es posible el divorcio entre el mercado y sus
funciones como regulador de precios, del rodaje de una sociedad basada en la
propiedad privada en cuanto a medios de producción, en la cual y de acuerdo a
las reglas de tal sociedad, los propietarios, capitalistas y empresarios pueden
disponer de su propiedad en la forma que les parezca mejor.
Porque la fuerza impulsora de todo el proceso que crea los
precios de mercado para los factores de producción es la incesante búsqueda de
los capitalistas y empresarios por aumentar sus ganancias acatando los deseos
de los consumidores. Sin el esfuerzo de los empresarios (incluyendo a los
accionistas) por aumentar sus ganancias, los propietarios sus rentas, los
capitalistas los intereses y los trabajadores sus salarios, sería imposible que
funcionara con éxito el mecanismo. Sólo la perspectiva de una buena ganancia
lleva a la producción hacia esos canales en los cuales la demanda del consumidor
se satisface al menor costo. Si la perspectiva de ganancias se pierde, falla el
resorte que mueve el mecanismo del mercado, porque es esa perspectiva la que lo
mueve y lo hace funcionar. Es así como el mercado constituye el punto focal del
orden capitalista de la sociedad; es la verdadera esencia del Capitalismo. Sólo
es posible bajo el Capitalismo, y no puede ser imitado
"artificialmente" bajo el Socialismo.
Los que abogan por el mercado artificial opinan, sin embargo,
que se puede crear un mercado artificial instruyendo a los contralores de las
diferentes unidades industriales a actuar como si fueran empresarios de un
estado capitalista. Sostienen que hasta en un régimen capitalista, los gerentes
de las sociedades de accionistas trabajan no para ellos mismos, sino para las
compañías, es decir, para los accionistas. Por lo tanto sería posible para
ellos actuar en la misma forma, con la misma circunspección y dedicación al
deber. La única diferencia sería que bajo el Socialismo el producto del trabajo
del gerente iría a la comunidad y no a los accionistas. Es así como, en
contraste con todos los socialistas que escribieran en el pasado sobre el tema,
especialmente los marxistas, ellos creen que sería posible construir un
Socialismo descentralizado, a diferencia del Socialismo centralizado.
Para poder juzgar tales proposiciones es necesario reconocer
que, en primer lugar, esos contralores de las unidades industriales individuales
tendrían que ser designados. Bajo el Capitalismo, los gerentes de las
sociedades de accionistas son designados directa o indirectamente por los accionistas.
Dando a esos gerentes el poder para producir por medio de las acciones de la
compañía (de los accionistas mismos), ellos están arriesgando su propiedad o
parte de ella. La especulación (porque es una especulación) puede tener éxito y
originar ganancias, pero también puede fallar y causar la pérdida de todo o
parte del capital.
Este riesgo de poner el propio capital a disposición de una
empresa cuyo resultado es inseguro, y de hombres cuya habilidad y capacidad no
está probada, aunque se conozcan sus actuaciones anteriores, representa la
esencia misma de las empresas de accionistas. Constituye una absoluta falacia
suponer que el problema del cálculo económico en la comunidad socialista se
refiere sólo a asuntos de rutina diaria para los gerentes de las sociedades de accionistas.
Es obvio que tal creencia sólo puede surgir de la concepción exclusiva de un
sistema económico estacionario, sistema que, indudablemente, permite solucionar
muchos problemas teóricos, pero que no tiene contrapartida en la vida real y que
en forma excluyente podría llevar a error. Es evidente que en condiciones
estacionarias no surge el problema del cálculo económico. Cuando pensamos en la
sociedad estacionaria, pensamos en una economía en la cual todos los factores de
producción están utilizados en tal forma que, en las debidas condiciones,
proporcionen el máximo de las cosas más solicitadas por el consumidor. Es
decir, bajo condiciones estacionarias no existe el problema que requiera el
cálculo económico para su solución. La función esencial del cálculo económico
ya ha sido efectuada "por hipótesis". No hay necesidad de un aparato calculador.
Para emplear un término popular, pero insatisfactorio, podríamos decir que el problema
del cálculo económico es de dinámica económica; no es un problema de estática
económica.
El problema del cálculo económico es una situación que surge
en una economía que está cambiando perpetuamente, una economía que se enfrenta
cada día con nuevos problemas que hay que resolver. Ahora bien, para resolver
esos problemas es necesario, antes que nada, que se retire el capital de
ciertas líneas de producción, de ciertas empresas particulares, para ser aplicado
a otras líneas de producción, a otras empresas. No es asunto de los gerentes de
las sociedades de accionistas, es esencialmente asunto de los capitalistas,
aquellos que venden y compran acciones, que efectúan préstamos y que los recuperan,
que hacen depósitos en los bancos y los retiran, que especulan con toda clase
de bienes. Son estas operaciones de capitalistas especuladores las que crean
las condiciones en el mercado del dinero, en las bolsas de comercio y los
mercados al por mayor, que tienen que ser aceptadas por el gerente de la
sociedad de
accionistas, el que, de acuerdo a los escritores socialistas
que estamos analizando, debe concebirse nada más que como el empleado confiable
y concienzudo de la compañía. Son los capitalistas especuladores los que crean
la información que él tiene
que ajustar a sus asuntos y que, por lo tanto, definen la
dirección de sus operaciones comerciales.
De todo esto se desprende que la deficiencia fundamental de
todas aquellas construcciones socialistas que invocan el "mercado artificial"
y la competencia artificial para solucionar el problema del cálculo económico,
estriba en que se basan en la creencia de que el mercado para los factores de
producción sólo es afectado por los productores que venden y compran bienes.
Es imposible eliminar de esos mercados la influencia del
abastecimiento de capital por parte de los capitalistas y la demanda
de capital por parte de los empresarios sin destruir el
mecanismo mismo. Frente a esta dificultad, el socialista probablemente propondrá
que el Estado socialista, como propietario de todo el capital y de los medios
de producción, sencillamente aplique el capital a aquellas empresas que ofrecen
más ganancias. El capital disponible, sostendrá, debería destinarse a aquellas
empresas que den más ganancias, pero eso significaría simplemente que los
gerentes menos cautos y más optimistas recibirían capital para expandir sus
empresas, en tanto que los gerentes más escépticos y más cautos no obtendrían
nada. Bajo el Capitalismo, el capitalista decide a quién le va a confiar su
propio capital. No son en absoluto decisivas las opiniones de los gerentes de sociedades
de accionistas respecto a las perspectivas futuras de sus empresas y las
esperanzas de los programadores acerca de las posibilidades de ganancias de sus
planes. Lo que decide es el mecanismo del mercado del dinero y del mercado de
capitales. De hecho, ésa es su principal función: servir al sistema económico
en conjunto, juzgar las posibilidades de ganancias de diferentes alternativas y
no obedecer ciegamente lo que proponen los gerentes de determinadas empresas, limitados
por el estrecho horizonte de sus propias empresas.
Para comprender bien esto es esencial reconocer que el capitalista
no solamente invierte su capital en aquellas empresas que ofrecen un alto
interés o buenas ganancias; también trata de alcanzar un equilibrio entre sus
deseos de ganancias y su riesgo de pérdidas. Tiene que tener visión. Si no la
tiene, sufre pérdidas. Pérdidas que llevan a que su gerencia sobre los factores
de producción sea transferida a manos de otros que sepan medir en forma
eficiente los riesgos y perspectivas de la especulación.
Si ha de permanecer socialista, el Estado socialista no puede
entregar a otras manos esa gerencia sobre el capital, que permite la expansión
de empresas ya existentes, la contracción de otras y la creación de empresas
totalmente nuevas. No se puede suponer que los socialistas propondrían
seriamente que esa función "simplemente" hiciera lo que los
capitalistas y especuladores hacen bajo condiciones capitalistas, con la única diferencia
que el producto de su visión no los beneficiaría a ellos sino a su comunidad.
Proposiciones de esta índole podrían ser hechas a los gerentes de sociedades de
accionistas. En cambio no podrían ser hechas a capitalistas y especuladores,
porque ningún socialista discutiría que la función que ejecutan los capitalistas
y especuladores bajo el Capitalismo —es decir, dirigir el empleo de los bienes
de capital hacia la forma en que satisfagan mejor la demanda del consumidor—
sólo la hacen porque los incentiva el preservar su propiedad y lograr ganancias
para acrecentarla o, por lo menos, para poder vivir sin descapitalizarse.
De lo expuesto se desprende que la comunidad socialista no
tiene otra alternativa que colocar su disponibilidad de capital en manos del
Estado, o para ser más exacto, en manos de los hombres que, al detentar la
autoridad, llevan los negocios del Estado. Esto significa la eliminación del
mercado, que es en realidad la meta fundamental del Socialismo, porque el
dominio de la actividad económica por el mercado implica organización de la
producción y distribución del producto según las disponibilidades del poder
adquisitivo de los miembros individuales de la sociedad que influyen sobre el
mercado; es decir, implica precisamente aquello que el Socialismo se ha
propuesto eliminar.
Si los socialistas tratan de menospreciar el significado del
problema del cálculo económico dentro de la comunidad socialista, aduciendo que
las fuerzas del mercado no llevan a arreglos justificables, demuestran simplemente
que no entienden el problema. No es cuestión de elegir entre producir cañones o
ropas, viviendas o iglesias, lujos o la mera subsistencia. En un orden social,
hasta bajo el Socialismo, se puede decidir fácilmente qué clase y qué cantidad
de bienes de consumo se deberían producir. Nadie pone esto en duda. Pero una
vez que se toma la decisión, persiste el problema de descubrir en qué forma
podrían emplearse mejor los medios de producción para producir los bienes en
cuestión. Para solucionar dicho problema tiene que existir un cálculo económico,
y tal cálculo económico sólo puede efectuarse dentro de una sociedad que está
basada en la propiedad de los medios de producción, por medio de precios en
dinero para los bienes de producción que salen al mercado. Lo que equivale a
decir que tienen que existir precios en dinero para la tierra, para la materia
prima, para los productos semifabricados. Tienen que existir salarios en dinero
y tasas de interés.
Por lo tanto, la alternativa sigue siendo: socialismo o
economía de mercado.
- - - - - - - - - - -
- - - -
1 Le correspondió a la escuela empírico-realista, con toda
su horrible confusión de todos los conceptos, explicar el principio económico
como específico de la producción bajo la economía de dinero. Lexis, Allgcrneine
Volkswirtschaftslehre ( B e r l í n y Leipzig, 1910), p. 15.
2 Amonn,
Objekt und Grundbegriffe der the oretischen Nationalökonoinie (Viena y Leipzig,
1927), p. 185.
3 Mili, Daz
Nützlichkeitsprinzip, trans. Wahrmund, Gesammelte Werke, Edición alemana Th. Gomperz
(Leipzig, 1869), Vol. 1, pp. 125-200.
Nota del editor: Una traducción alemana de Utilitarismo.
4
Schumpeter, Das Wesen und der Hauptinhalt der theoretischen Nationalökonamie
(Leipzig, 1908), pp. 50, 80.
5 Los siguientes comentarios reproducen parte de mi ensayo
Die Wirtschaftsrechnung in sozialistischen Gemeinwesen (Archiv für Socialwissenschaft,
Vol. XLVII. pp. 86-121). Nota del editor: El ensayo de Mises fue traducido al
inglés por S. Adler e incluido en el Collectivist Eco-norme Planning: Critical
Studies on the Possibilities of Socialism, por N.G. Pierson, Ludwig von Mises,
Georg Halm y Enrico Barone; editado con una introducción y un ensayo final por
F.A. Hayek. Londres Routledge & Kegan Paul Ltd., 1935. 293 pp. Bibl. ensayo de Mises titulado
"Cálculo Económico en la Comunidad Socialista", en inglés, aparece en
pp. 87-130.
6 Cuhel,
Zur Lehre von den Bedürfnissen (Innsbruck, 1907), p. 198.
7 Wieser,
Über den Ursprung und die Hauptgesetze des wirtschaftlichen Wertes,
Viena, 1884, pp. 185 y siguientes.
8 Gotti-Otthlienfeld,
"Wirtschaft und Technik", Grundriss der Sozialökono-mik, II
(Tübingen, 1914), p. 216.
9 Neurath también aceptó esto. (Durch die Kriegwirtschaft
zur Naturalwirtschaft [Munich, 1919], pp. 216 y siguientes). Asegura que toda
economía administrativa completa (economía planificada) es finalmente una
economía natural (sistema de trueque). "Socializar significa, por lo
tanto, adelantar la economía natural". Sin embargo, Neurath no reconoció
las insuperables dificultades que el cálculo económico enfrentaría en la
comunidad socialista.
10 Passow, Kapitalismus, cine begrifflich-terminologische
Studie (Jena, 1918), pp. 1 y siguientes. En la segunda edición, publicada en
1927, Passow expresó la opinión (p. 15, nota 2), en vista de la más reciente
literatura, que el término "Capitalismo" podría perder gradualmente el
color moral.
11 Carl Menger,
"Zur Theorie des Kapitals" (Jahibüchern für Nationalökonomie und
Statistik), Vol. XVII, p. 41.
12 Passow, op. cit. (2ª edición), pp. 49 y siguientes.
13 Passow, op. cit. (2ª edición), pp. 132 y siguientes.
14 Ver la crítica de Kelsen, "Staat und
Gesellschaft", en Sozialismus und Staat, (Leipzig, 1923), págs. 11 y
siguientes.
15 Engels,
Herrn Engen Dührings Umwälzung der Wissenschaft, págs
335 y siguientes.
Nota del editor: En la edición inglesa, Anti-Dühring: Herrn
Eugen Dühring's y su Revolución en la Ciencia, págs. 429 y siguientes.
16 Marx, Das Kapital, Vol. 1, págs. 5 y siguientes. Nota del
Editor: En inglés, ver Marx, Karl. Capital: A Critique of Political Economy. 3
volúmenes. Vol. 1. El Proceso de Producción Capitalista. Traducido de la
tercera edición alemana por Samuel Moore y Edward Aveling. Editado por
Frederick Engels. Revisado v ampliado de acuerdo a la cuarta edición alemana
por Ernest U n t e r m a n n . Chirago: (Charles H. Kerr & Co., 1906. (Nota:
E.ste Volumen I, también reimpreso por Random House como Modern Library Ciant,
con las mismas páginas que la edición de Kerr). Vol. I I . The Process of Circulation of
Capital. The Process of Capitalist Production as a Whole. Ambos
volúmenes U y
III fueron traducidos por Ernest U n t e r m a n n y
editados por Frederick Engels. Ambos fueron publicados por el mismo Charles H.
Kerr & Co. de Chicago en 1909. En esta nota, págs. 5 y siguientes se
refieren a págs. 45 y siguientes en el inglés.
17 Ibid., págs. 5 y siguientes. Nota del Editor: págs. 50 y
siguientes en la traducción inglesa.
18 Ibid., págs. 10 y siguientes. Nota del Editor: págs. 55 y
siguientes en la traducción inglesa.
19
Böhm-Bawerk, Kapital und Kapitalzins, Vol. I, 3ª edic. (lnnsbruck,
1914), pág. 531. Nota del Editor: Bohm-Bawerk, obra en 3 volúmenes en ingles:
Böhm-Bawerk, Eugen von Capital and Interest. 3 volúmenes. (South Holland, Illinois: Libertarian Press, 1959). Vol. I.
History and Critique of interest Theories. Traducido por George D.
Huncke y Hans
F. Sennholz.
20 Podemos indicar aquí que ya en 1854 Gossen sabía que
"sólo a través de la propiedad privada se encuentra la medida para
determinar la cantidad de cada bien que convendría producir bajo determinadas
condiciones. Por lo tanto, la autoridad central, propuesta por los comunistas,
para la distribución de las diversas tareas y para su recompensa, descubriría
muy luego que había emprendido un trabajo cuya solución sobrepasa las habilidades
del hombre individual". (Gossen. Entwicklung der Gesetze des menschlichen
Verkehrs, nueva edición [Berlín, 1889], pág. 231). Pareto (Cours d'Economie
Politique, Vol. II, Lausanne, 1897, págs. 364 y siguientes) y Barone (Il
Ministro della Produzione nello Stato Colectivista in Giornale degli
Economisti, Vol. XXXVII, 1908, págs. 409 y siguientes) no llegaron al meollo
del asunto. Pierson reconoció, abierta y completamente, el problema en 1902,
Ver su Das Wertproblem in der sozialisttichen Gesellschaft (traducción alemana
por Hayek, Zeitschrift für Volkswirtschaft, New Series, Vol. IV, 1925, págs.
607 y siguientes). Nota del Editor: Tanto el artículo de Barone ("The Ministry
of Production in the Collectivist State", págs. 245-290) como el artículo
de Pierson ("The Problem of Valué in the Socialist Society", págs. 41-85)
están incluidos en el Collectivist Economic Planning, editado por Hayek.
21 He discutido brevemente las más importantes réplicas en
esos dos ensayos: "Neue Beiträge zum Problem der sozialistischen Wirtschachnung"
(Archiv für SoziWtomfn.se/ifl/>, Vol. LI, págs. 488-500) y "Nene Schriften zum Problem der sozialút Wirtfschaftfirechnung"
(Ibid., Vol. LX, págs. 187-190). Nota del Editor: Nette Beitrage zum
Problem der sozialistischen Wirtschaftsrechnting" aparece como apéndice de
este libro en la pág. 473. El segundo ensayo mencionado por Mises en esta nota
fue publicado en 1928 y no ha sido traducido al inglés. El ensayo era una
revisión de la moderna y reciente literatura sobre el cálculo económico bajo el
Socialismo.
22 Ya no cabe duda dentro de la literatura científica acerca
de esto. Ver Max Weber, "Wirtschaft nnd Cesellschaft" (Grundriss der
Sozialöko-nomik, Vol. I I I )
, Tübingen, 1922, págs. 45-49; Adolf Weber, "Allge-meine Volkfiwirtschaftslehre",
4a edición, Munich y Leipzig, 1932, Vol. II, págs. 369 y siguientes;
Brutzkus, "Die Lehren des Marxismus ira. I.ichte der russischen
Revolution", Berlín, 1928, págs. 21 y siguientes; C. A. Verrijn Stuart, "Winstbejag txr.sw hehoeftenbevrediging"
(Over-druk Economist, 76, Jaargang Aflevering 1 ) , págs. 18 y
siguientes; Pohle-Halm, "Kapitalismus nnd Sozialismns", 4? edición,
Berlín, 1931, págs. 237 y siguientes.
23 Característica de esta rama de la literatura es la obra
recientemente publicada de C. Landauer "Planwirtschaft und
Verkehrswirtschaft" (Munich y Leipzig, 1931). Aquí el autor trata el
problema del cálculo económico muy ingenuamente, al principio asegurando que en
una sociedad socialista "las empresas individuales . . . podrían comprarse
mutuamente, tal como las empresas capitalistas comercian entre ellas"
(pág. 114). Pocas páginas más adelante explica que, "además de esto",
el Estado socialista tendrá que "organizar alguna especie de auditoría de
control"; el Estado será "el único capaz de hacerlo, porque a
diferencia del Capitalismo, controla la producción misma" (pág. 122).
Landauer no logra comprender por qué no es permitido sumar y
restar cifras de diferentes denominaciones. Un caso así, evidentemente, es
imposible de ser auxiliado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario