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Antes de Marx, los «socialistas utópicos» se convirtieron en
materia de examen científico. Este examen redujo a la nada la ideología
socialista. Marx entró en escena con un sistema (“socialismo científico”) que,
según él, lo protegía de la ingrata crítica de los economistas, científicos y
de los lógicos. Para ello empleó varios medios. Negaba el carácter necesario y
universal de la lógica. El pensamiento era función de la clase social en que vive
el pensador. Su principio más notable era la prohibición de pensar e investigar
científicamente la organización y el funcionamiento de la economía socialista,
puesto que el socialismo, según Marx, era ineluctable. Lo que resultó, de su
aplicación, no fue nada bonito: la miseria y el hambre.
Hoy en día, un selecto grupo de hijos de puta, amparados por
legiones de idiotas útiles, salidos como salchichas de la educación pública, vuelven
a la carga.
Considerando a todos los individuos, no por sí mismos, sino
encuadrándolos dentro de un colectivo, de oprimidos o de opresores, según el caso,
proclaman la definitiva justicia social y la promulgación de derechos por
doquier. El heteropatriarcado, identificado y personificando al capitalismo,
sería el principal colectivo opresor, objeto de aniquilación mediante
reconversión total a través de la creación de cientos de géneros y de una nueva moralidad "puritana progre". Persiguiendo el igualitarismo, se cargan la
igualdad ante la ley, los contratos libres y la familia tradicional, pilares de la civilización occidental. Disfrazados de ecologistas,
además, pretenden, nada menos, que salvar el planeta contra el cambio climático,
bloqueando la creación de riqueza a las naciones y regiones que intentan salir
de la pobreza extrema a través de la globalización y el libre comercio.
Los métodos, más democráticos de este selecto grupo de hijos
de puta avalados por esos millones guerreros de la justicia social, son más
sofisticados, pero sólo en apariencia. Sigue plenamente en vigor el principal
medio del sistema marxista creado para protegerse de las ingratas críticas
científicas: la prohibición de pensar e investigar científicamente la
organización, los costos y el funcionamiento de la inevitable economía
socialista, de control total de los medios de producción, resultante de la
aplicación legal, hasta las últimas consecuencias, de las medidas de justicia
social y contra el cambio climático. En consecuencia, la libertad de expresión está siendo sistemática y salvajemente atacada, con el beneplácito, insisto, de millones de idiotas útiles
cerebralmente lobotomizados por la educación estatal. El puritanismo progre y la corrección política,
de casi todos los medios de comunicación, criminaliza, calificando de
negacionistas del cambio climático y de la ideología de género a todo
científico, pensador, artista o profesional que se salga del guion oficial y ponga en
duda las postmodernas doctrinas. La quema de brujas en las hogueras y las
guillotinas han sido sustituidas por, la más civilizada, pena de muerte social
y profesional.
De conseguir sus propósitos, el resultado, como siempre, no
será nada bonito.
Vídeo 1: Axel Kaiser - El terror de la virtud. Corrección
política y libertad de expresión en el siglo XXI.
Vídeo 2: Def Con Dos - Stop Puritanismo Progre
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