4000 años de controles de precios - pdf |
El más famoso y el más extensivo intento de controlar
precios y salarios ocurrió durante el reinado del Emperador Diocleciano quien,
lamentablemente para sus súbditos, no fue el más atento estudioso de la historia
económica griega. Dado que tanto las causas de la inflación que Diocleciano intentó
controlar y los efectos de sus esfuerzos están bastante bien documentados, es
un episodio que vale la pena considerar en detalle.
Poco después de su asunción al trono en el año 284,
"los precios de las mercancías de todo tipo y los salarios de los
trabajadores alcanzaron niveles sin precedentes".
Diocleciano en su Edicto (como veremos) atribuyó la
inflación enteramente a la "avaricia" de mercaderes y especuladores. Ciertamente
hubo un fuerte aumento de los impuestos, en parte justificable por la defensa
del Imperio pero parte de él gastado en grandiosas obras públicas de valor
cuestionable. Sin embargo, a medida que los impuestos crecían, la base
impositiva se redujo y resultó cada vez más difícil recaudar impuestos, dando
como resultado un círculo vicioso.
Parecería claro que la principal causa de la inflación fue
el drástico crecimiento de la oferta monetaria debido a la devaluación o degradación
de la moneda. A fines de la República y comienzos del Imperio, la moneda romana
estándar era el denario de plata; el valor de dicha moneda había sido reducido
gradualmente hasta que, en los años anteriores a Diocleciano, los emperadores
acuñaban monedas de cobre cubiertas de estaño que se denominaban aún
"denarios". La ley de Gresham, por supuesto, comenzó a funcionar; las
monedas de plata y de oro eran naturalmente atesoradas y no se encontraban más
en circulación.
Durante el intervalo de 50 años que culmina con el reinado
de Caladius Victorius en 268, el contenido de plata de la moneda romana cayó a
1/50.000 de su nivel original. Con el sistema monetario totalmente desordenado,
el comercio, que había sido una característica del imperio, fue reducido al trueque
y se redujo la actividad económica. "La clase media fue casi destruida y
el proletariado descendió rápidamente al nivel de servidumbre. Intelectualmente
el mundo había caído en una apatía de la que nada podía surgir".
A este pantano intelectual y moral llegó el Emperador Diocleciano,
quien se dio a la tarea de reorganización con gran vigor. Lamentablemente, su
celo excedió su conocimiento de las fuerzas económicas que operaban en el
Imperio….
La reforma monetaria vino primero y fue seguida, después que
era claro que ésta era un fracaso, por el Edicto sobre precios y salarios….
El Edicto fue promulgado en el año 301 Los resultados no
fueron sorprendentes y, de acuerdo con el texto del Edicto, como hemos visto,
tampoco inesperados por el propio Emperador. De acuerdo con un relato
contemporáneo:
“... entonces se puso a regular los precios de todas las
cosas
vendibles. Hubo mucha sangre derramada sobre cuentas
triviales e insignificantes; y la gente no llevó más provisiones
al mercado, ya que no podían obtener un precio razonable
por ellas y eso incrementaba la escasez tanto, que
luego de que varios hubieran muerto por ella, fue dejada
de lado.”
No es seguro cuánto del derramamiento de sangre aludido en este
pasaje fue causado directamente por el gobierno por medio de las ejecuciones
prometidas y cuánto fue causado indirectamente. Un historiador de este período,
Roland Kent, cree que gran parte del daño fue indirecto. Concluye:
“En otras palabras, los límites de precios establecidos en
el
Edicto no fueron observados por los mercaderes, pese a
la pena de muerte prevista en el estatuto por su violación;
los potenciales compradores, si encontraban que los precios
se hallaban por encima del límite legal, formaban
turbas y destrozaban los establecimientos de los comerciantes,
matando a algunos de ellos, aunque los productos
fueran de escaso valor; retenían los productos para el
día en que las restricciones fueran levantadas y la
resultante
escasez de productos ofrecidos a la venta causaba un
incremento mayor de los precios, de forma que el comercio
que continuaba funcionando lo hacía a precios ilegales,
y por lo tanto se realizaba clandestinamente.”
No se sabe exactamente cuánto tiempo permaneció vigente el Edicto;
se sabe, sin embargo, que Diocleciano, citando las presiones y las cargas de
gobierno que le perjudicaban la salud, abdicó cuatro años después que el
estatuto sobre salarios y precios fuera promulgado. Ciertamente se convirtió en
letra muerta con la abdicació de su autor.
Menos de cuatro años después de la reforma monetaria
asociada con el Edicto, el precio del oro en términos denarios había crecido 250
por ciento. Diocleciano había fracasado en su intento de engañar al pueblo y en
suprimir la habilidad de éste para comprar y vender como les pareciera
conveniente. El fracaso del Edicto y de la "reforma" monetaria
llevaron a un retorno de la irresponsabilidad fiscal tradicional y para el año
305 el proceso de degradación de la moneda había comenzado de nuevo.
A fines de siglo este proceso había producido un incremento
del 2000 por ciento en el precio del oro en términos de denarios. …
Las cifras astronómicas de "asignados" franceses,
el marco alemán después de la Primera Guerra Mundial, y el pengo húngaro
después de la Segunda, no fueron fenómenos sin precedentes….
“...Las monedas de cobre podían fabricarse muy fácilmente;
los numismáticos testifican que las monedas del siglo cuarto a menudo muestran signos de apuro y de acuñación descuidada; eran lanzados a circulación en muchos casos sin haber sido debidamente ribeteados o hechos tolerablemente
respetables.
Esta manipulación apuradade la acuñación era tan efectiva
como nuestras modernas impresoras, con sus desbordes de
papel moneda”.
Schuettinger-Butler
M. Rostovtzeff, destacado historiador romano, resumía esta infeliz
experiencia con estas palabras:
“El mismo recurso había sido intentado muchas veces antes
y fue a menudo utilizado después. Como medida
temporaria en un período crítico, podría ser de cierta
utilidad.
Como medida general con intención duradera, haría
ciertamente grave daño y causaría terribles derramamientos
de sangre, sin brindar ningún alivio. Diocleciano
compartía la perniciosa creencia del mundo antiguo de la
omnipotencia del estado, una creencia que muchos teóricos
modernos continúan compartiendo con él y con el Estado”.
Aunque el intento de Diocleciano de controlar la economía
finalizó en un completo fracaso y él fue forzado a abdicar, sólo 60 años más tarde, su sucesor, Julián el
Apóstata, volvía a la misma vieja postura. Edward Gibbon, el brillante
historiador del período, nota irónicamente que:
“...el emperador se aventuró en un paso muy peligroso y
dudoso, el de fijar por autoridad legal, el valor de los
granos.
Estableció que, en tiempos de escasez, debía ser vendido
a un precio que apenas había sido conocido en los
tiempos de abundancia; y para que su propio ejemplo
fortaleciera
sus leyes (envió al mercado una gran cantidad de
su propio grano al precio fijado). Las consecuencias
deberían
haber sido previstas y fueron sentidas rápidamente.
El trigo imperial fue comprado por los mercaderes ricos;
los propietarios de tierras o de granos retiraron de esa
ciudad la oferta habitual, y las pequeñas cantidades que
aparecieron en el mercado eran vendidas secretamente a
un precio elevado e ilegal.
Como medida desesperada, emperadores subsiguientes trataron
de vincular a los trabajadores a la tierra o a las
ocupaciones de
sus padres para prevenir que cambiaran de trabajo como medio
de
evadir los bajos salarios prescriptos para ciertas
profesiones. Esto,
por supuesto, fue la última consecuencia del intento de
controlar
los salarios por ley.
El único escape legal para muchos trabajadores era encontrar
un reemplazante interesado y abandonar todos sus bienes a
él. El
Emperador Aureliano había previamente comparado a un hombre
que abandona su profesión con un soldado que deserta en el
campo de batalla”.
El historiador Levy concluye su informe de la economía del Imperio declarando que:
“La intervención estatal y una política fiscal aplastante
hicieron
gemir al Imperio bajo el yugo; más de una vez, tanto
los hombres pobres como los ricos rogaron para que
los bárbaros los liberaran del mismo. En 378 los mineros
de los balcanes se entregaron en masa a los invasores
visigodos
y poco antes de 500 el sacerdote Salvian expresó la
resignación universal a la dominación bárbara".
(Extracto de 4000 años de controles de precios y salarios)
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