miércoles, 4 de julio de 2018

Caso extremo de atesoramiento de dinero



Imaginemos una economía de mercado donde el bien generalmente aceptado, es decir, el dinero, por el mero hecho de tenerlo en liquidez pura, proporcionara una rentabilidad superior a casi todos los proyectos empresariales. Riesgo casi cero para el atesorador. 
¿Qué incentivos tendría esta economía? ¿Seria prospera? ¿Quien en su sano juicio haría inversiones arriesgadas si sentarse encima de tu bóveda de billetes, te da, por ejemplo, un TIR 10% anual?




Veamos:

Los proyectos empresariales se llevan a cabo para proporcionar más y mejores bienes y servicios. Una economía en la cual atesorar dinero durante un largo y prolongado periodo de tiempo proporcionara más rentabilidad que casi todos proyectos empresariales en vigor, se traduciría en una progresiva disminución de bienes y servicios en general; con lo cual, muchos de los proyectos en vigor se abandonarían y -forzosamente- se emprenderían proyectos nuevos (ese sería el mensaje que semejante atesoramiento estaría enviando al mercado). En este caso, una vez maduren los nuevos proyectos emprendidos, por fuerza, se desataría una tendencia al aumento de los precios de los nuevos bienes y servicios. De modo que mantenerse en liquidez ya no sería más rentable que la inversión en los proyectos empresariales en desarrollo. El poder adquisitivo del dinero caería (disminuiría su demanda). La gente dejaría de atesorar.

Si aún así, por alguna extraña razón (no se por qué pienso en el Banco Central), atesorar dinero siguiera siendo más rentable que la inversión en los nuevos proyectos empresariales, diría yo que, esa sociedad se estaría suicidando en masa, lentamente, como ranas en puchero con agua calentándose poco a poco, porque esa sociedad estaría consumiendo capital - consciente o inconscientemente (vuelvo a pensar en el Banco Central), no estaría consumiendo los bienes y servicios que se están produciendo: la preferencia temporal de esa comunidad sería negativa.

Esto me recuerda el absurdo de afirmar que "un aumento de la demanda de bienes de consumo conduce siempre a un aumento de la inversión". Al respecto, siguiendo a Hayek: “si fuera verdad que un aumento de la demanda de bienes de consumo conduce siempre a un incremento de la inversión, la consecuencia sería que cuanto con más urgencia se demandaran bienes de consumo, más caería su oferta. Más y más factores serían trasvasados a la producción de bienes de inversión, y al final, como la demanda de bienes de consumo llegaría a ser de una gran urgencia, no se produciría ningún bien de consumo".


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