Una publicación en twitter (proponiendo cierto experimento con gente atrapada y rodeada por tapias) me ha traído a colación este libro
de Eugene Richter, publicado en 1891, 26 años antes de la Revolución Rusa, en el cual, el autor predice la construcción de un muro como el de Berlín, para impedir la salida (no la entrada). El libro fue un éxito inmediato, con traducciones en
toda Europa. En España se publicó en 1896 bajo el título “A donde conduce el Socialismo:
(diario de un obrero)” y en 1898 con diferente título: “Diario de un operario
socialista ó el socialismo y sus resultados prácticos” (Imprenta La Hormiga de
Oro). La obra, una novela, refleja un hipotético triunfo de una revolución
socialista en la Alemania de fines del siglo XIX o inicios del XX, a través del
diario de un trabajador de ideas socialistas que ve cómo sus condiciones de
vida van transformándose poco a poco en una pesadilla. A pesar del dramatismo general de la obra, Richter introduce algunos toques de humor que hacen que la novela resulte de agradable lectura. Lo más destacable en Richter es su capacidad de anticipar las actuaciones del Socialismo/Comunismo mucho antes de la revolución soviética. La obra predice la prohibición de abandonar el país sin autorización. Es la lógica de todo Estatismo. Si el gobierno ha de garantizar "derechos" a todos, debe imponer el "trabajo forzoso". Nadie puede trabajar para si mismo ni escapar del lugar adjudicado en el engranaje socialista.
Emigración
(Extracto de Imágenes de un Futuro Socialista* - 1891)
Entre tanto,
se ha emitido un decreto contra toda emigración sin permiso de las autoridades.
El socialismo se basa en el principio de que el trabajo es una obligación de
todas las personas por igual, tal como en el antiguo régimen la obligación del
servicio militar estaba reconocida universalmente. E igual que en el anterior
régimen a los jóvenes que eran aptos para el servicio militar nunca se les permitía
emigrar sin autorización, nuestro Gobierno por la misma razón puede no permitir
la salida de nuestras fronteras de aquellas personas que se encuentren en edad
de trabajar. Los viejos que ya no tienen que trabajar y los niños son libres de
irse, pero el derecho de emigrar no puede concederse a gente robusta que tiene obligaciones
para con el Estado por su educación y cultura, siempre que estén en edad de
trabajar. Al principio del nuevo orden de cosas sólo algunos escasos
propietarios de medios de producción y sus familias mostraron cierto deseo de
cruzar las fronteras. Es verdad que en principio se había tenido en cuenta la
fuerza de trabajo de esa gente como un sumando más del total, pero se vio en
seguida que el trabajo que realizaban esas personas no se acomodaba a labores
más duras que el recorte de cupones y la firma de recetas, lo que resultaba de
tan escaso valor que se podía prescindir fácilmente de su participación. Por lo
tanto esa gente tenía suficiente libertad para irse. Lo importante era tener
cuidado de que no se llevaran con ellos dinero u objetos de valor más allá de
la frontera. También la emigración de prácticamente todos los pintores, escultores
y escritores era algo que podía tolerarse con la más perfecta ecuanimidad. El
nuevo sistema de trabajo a gran escala y más o menos siempre con un mismo patrón,
no era en absoluto del gusto de esos caballeros. Ponían objeciones a trabajar con
otros por el bien general en los grandes talleres del Estado y estar sometidos
a la supervisión de los funcionarios. ¡Dejemos irse a todos esos descontentos!
No nos faltarán poetas que en su tiempo libre, cantarán con gusto las alabanzas
del Socialismo. Se ha advertido a los artistas y escultores que en adelante no
podrán poner sus obras de arte a los pies de insolentes ricos presuntuosos,
sino que tendrán que dedicarlas a toda la nación. Y esto no gusta en absoluto a
esos servidores de Memón. Sin embargo hay una contrariedad en relación con la
emigración de todos los escultores y es que la erección propuesta de muchas
estatuas a los héroes fallecidos de nuestra causa parece que se pospondrá
indefinidamente. Ni siquiera se han terminado las estatuas de los memorables
pioneros Stadthagen y Liebknecht. Por otro lado, al vaciar los salones de la
burguesía se ha puesto a nuestra disposición un gran cantidad de esculturas para
decorar nuestras salas de reunión y similares. Unas palabras para los
escritores. Aquella gente que critica todo y cuyo trabajo consiste en extender
el descontento entre la gente, puede, en realidad, eliminarse de un estado en
el que el deseo de las masas es ley. Hace tiempo Liebknecht usó estas memorables
palabras: “Aquél que no se someta a la voluntad de la mayoría, aquél que socave
la disciplina debe ser eliminado”. Si esos caballeros olvidaran sus propias
opiniones, sería mucho mejor. Si esto hubiera sido todo, no hubiera sido
necesaria una prohibición de la emigración. Pero lo más extraño del asunto es
que se ha observado que gente útil y gente que realmente ha aprendido algo, se
va, cada vez en mayor número a Suiza, a Inglaterra, a América, países en los
cuales el Socialismo no ha tenido éxito en establecerse. Arquitectos,
ingenieros, químicos, doctores, profesores, directores de factorías y fábricas
y todo tipo de trabajadores cualificados emigran en manadas. La causa principal
de esto podría ser cierta exaltación del ánimo que resulta muy lamentable. Esa
gente imagina que de alguna manera son mejores y no pueden soportar la idea de obtener
la misma remuneración que un simple trabajador de a pie. En verdad dijo Bebel: “Sea
lo que sea un hombre, es la Comunidad quien le ha hecho así”. Las ideas son el
producto del espíritu de la época en la mente de los individuos. Por desgracia,
el espíritu del viejo sistema sigue vagando por ahí, perdido en los laberintos
del error. De aquí todas esas absurdas ideas acerca de la superioridad de un
hombre sobre otro. Tan pronto como nuestra juventud haya recibido la formación
adecuada en nuestras instituciones socialistas y se vean imbuidos por la noble
ambición de dedicar todas sus energías al servicio de la Comunidad, seremos
perfectamente capaces de arreglárnoslas sin todos esos snobs y aristócratas.
Sin embargo, hasta entonces, es justo y necesario que permanezcan aquí con
nosotros. Bajo estas circunstancias se ha encomendado al Gobierno desarrollar
medidas estrictas para evitar la emigración. Con el fin de hacerlo de la forma
más eficaz, se ha estimado la medida de enviar grandes contingentes de tropas a
las fronteras y los puertos de mar. Las fronteras con Suiza han recibido una
especial consideración por parte de las autoridades. Se ha anunciado que los
destacamentos se verán incrementados con varios batallones de infantería y
escuadrones de caballería. Las patrullas fronterizas tienen instrucciones
estrictas de disparar sin previo aviso a todos los fugitivos. Nuestro Canciller es un hombre enérgico y es
de esperar que continuará mucho tiempo al frente de sus responsabilidades.
*Libro completo aquí
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