jueves, 10 de noviembre de 2016

¿Por qué mandan los malos y, para colmo, los que gobernarán serán peores?



Para responder a esta cuestión combinaré lo que dijeron Hayek y Hans Hermman Hoppe (aunque tal combinación, quizás no sea muy del agrado de éste último, lo cual me importa un rábano), y terminaré con unas palabras de Bryan Caplan.


1- ¿Qué tipo de "negocio" es gobernar? se pregunta Hoppe. Respuesta: “no es un negocio para producir bienes para consumidores voluntarios”. “Es un "negocio" dedicado a robar y a expropiar – por medio de impuestos y falsificación monetaria – y a guardar para sí los bienes robados”.

Esto ya era así en los antiguos regímenes absolutistas. No ha cambiado en las actuales democracias. Sin embargo, el poder del monarca absoluto era mucho menos absoluto de lo que se piensa. El reino, feudo o principado debía ser su fuente de ingresos, y no sólo durante 4 u 8 años, sino durante toda su vida y la de sus herederos. “Todo príncipe que fallaba en su deber primario de preservar la dinastía – que arruinaba el país, que causaba inestabilidad, confusión y disensión civil, o que de cualquiera forma pusiera en peligro la posición de la dinastía – encaraba el riesgo inmediato o bien de ser neutralizado o incluso de ser asesinado por otro miembro de su propia familia” (HHH).
La diferencia fundamental, pues,  estriba en que en una democracia, cualquiera puede llegar al gobierno. Sin embargo, de facto, el poder del gobernante democrático es muy superior al poder del monarca del antiguo régimen.  Era impensable que el monarca intentara planificar la economía y confiscar la mitad de la renta de los súbditos, tal y como ocurre hoy día en los Estados del Bienestar. Incluso, como señaló B. Leoni, los magistrados romanos, con un poder casi despótico sobre sus ciudadanos compartieron la idea de que la ley es algo que se debe descubrir más que promulgar y que nadie debe ser tan poderoso en su sociedad como para identificar su propia voluntad con la ley del país.

Sin embargo, en una democracia no hay límite alguno. Cualquier límite puede ser abolido democráticamente.

En palabras de Hoppe:

2-  “Desde que el hombre es como es, en toda sociedad existen personas que codician la propiedad de los demás. Normalmente los miembros de la sociedad han aprendido a considerar el tomar y redistribuir la propiedad de otras personas, como vergonzoso e inmoral.  En claro contraste, bajo un sistema democrático, al abrir a todo el mundo la entrada en el gobierno, a cualquiera le es permitido expresar libremente su deseo por la propiedad de otros. Lo qué era considerado anteriormente como inmoral y por consiguiente suprimido, es ahora considerado como un sentimiento legítimo. Todos pueden codiciar abiertamente la propiedad de otros en nombre de la democracia; y todos pueden actuar bajo este deseo por la propiedad de otros, siempre y cuando logren entrar en el gobierno. De ahí que bajo la democracia cualquiera puede llegar a ser una amenaza”.


Pablo Iglesias "cabalgando contradicciones"

El poder de los hombres sobre los hombres y codiciar la propiedad de los demás son los motores que impulsan a los malos para hacerse con el gobierno.


"Dame a mí los telediarios"


Sobre el “Poder”, Hayek dijo:

3- “Muchos socialistas se guían por la trágica ilusión de que para extinguir el poder basta con privar a los individuos particulares del que poseen en un sistema individualista y transferirlo a la sociedad. Lo que escapa a todos los que así argumentan es que, al concentrar el poder de tal modo que pueda ponerse al servicio de un único plan, no se transfiere tan sólo ese mismo poder, sino que se aumenta infinitamente; al reunir en las manos de un organismo único el poder que antes se repartía independientemente entre muchos, se crea un poder infinitamente mayor que el que antes existía, casi tan acrecido en alcance como diferente en naturaleza. Es enteramente falaz argüir, como se hace a veces, que el gran poder ejercido por una oficina de planificación central «no sería mayor que el poder colectivamente ejercido por los consejos de administración de las empresas privadas. En una sociedad en régimen de competencia no hay nadie que pueda usar ni siquiera un pequeña fracción del poder que disfrutaría una oficina de planificación socialista, y si nadie puede conscientemente ejercer este poder, es un abuso del lenguaje asegurar que aquél equivale al de todos los capitalistas sumados. Es un simple juego de palabras hablar del «poder colectivamente ejercido por los consejos de administración de las empresas privadas», en tanto éstas no se combinen en una acción concertada; lo que, por lo demás, significaría el final de la competencia y la creación de una economía planificada. Dividir o descentralizar el poder significa necesariamente reducir la cuantía absoluta del poder, y el sistema de la competencia es el único sistema dirigido a hacer mínimo, por descentralización, el poder que los hombres ejercen sobre los hombres.
La sustitución del poder económico por el político, tan a menudo demandada hoy, significa necesariamente la sustitución de un poder que es siempre limitado por otro del que no hay escape. Lo que se llama poder económico, aunque es cierto que puede ser un instrumento de coerción, jamás es, en las manos de los particulares, poder exclusivo o completo, poder sobre la vida entera de una persona. Pero centralizado como un instrumento de poder político, crea un grado de dependencia que apenas se distingue de la esclavitud".



Así pues, volviendo a Hoppe:

4-Bajo condiciones democráticas, el popular deseo por la propiedad de otra persona, aunque inmoral y antisocial, es sistemáticamente reforzado. Toda demanda es legítima si es proclamada públicamente bajo la protección especial de la "libertad de expresión". Todo puede ser dicho y reclamado, y todo está a disposición de cualquiera. Ni siquiera el aparentemente seguro derecho de propiedad privada está exento de alguna solicitud de redistribución”.

Sobre este asunto Hayek decía:

5-Existe, sin duda, como dice Niebuhr, «una creciente tendencia en el hombre moderno a imaginarse que su propia conducta se ajusta a una ética porque ha delegado sus vicios en grupos cada vez más amplios».
"Cuando actúan en nombre de un grupo, las gentes parecen liberadas de muchas de las restricciones morales que dominan su conducta como individuos dentro del grupo”.

Hoppe:

6-Mediante elecciones populares, aquellos miembros de la sociedad con poca o ninguna inhibición para hacerse a la propiedad de otras personas, eso es amorales habituales, con gran talento para obtener las mayorías populares para una multitud de demandas moralmente irreprimidas y mutuamente incompatibles (demagogos eficientes) tenderán a ganar entrada y ascenso a la cima del gobierno. De ahí que, una situación mala llega a ser todavía peor”.

7-La selección de gobernantes por medio de elecciones populares hace casi imposible que una persona buena o inocua pueda jamás subir a la cúspide. Primeros ministros y presidentes son escogidos por su eficiencia probada como demagogos moralmente laxos. Por lo tanto la democracia asegura virtualmente que sólo personas malas y peligrosas suban al más alto gobierno. Efectivamente, a consecuencia de la libre competencia y selección políticas, los que suben llegan a ser individuos cada vez más malos y peligrosos”.

Hayek lo enfoca desde otro punto de vista, pero, no menos actual visto lo visto desde el 15M y las manifestaciones de indignados en todo el mundo en 2011; y visto, al final, quien terminó apropiándose -y sacando partido- de aquella indignación.

Hayek dijo:

8-El gobernante democrático que se dispone a planificar la vida económica tendrá pronto que enfrentarse con la alternativa de asumir poderes dictatoriales o abandonar sus planes … [.]… tendrá que elegir entre prescindir de la moral ordinaria o fracasar. Ésta es la razón de que los faltos de escrúpulos tengan más probabilidades de éxito”.
“El lider que pretenda una dirección unificada de todos los asuntos necesita en derredor suyo un grupo dispuesto voluntariamente a someterse a aquella disciplina que luego impondrá por la fuerza al resto”.
Hay tres razones principales para que semejante grupo, numeroso y fuerte, con opiniones bastante homogéneas, no lo formen, probablemente, los mejores, sino los peores elementos de cualquier sociedad”.

9-En primer lugar, es probablemente cierto que, en general, cuanto más se eleva la educación y la inteligencia de los individuos, más se diferencian sus opiniones y sus gustos y menos probable es que lleguen a un acuerdo sobre una particular jerarquía de valores”… “Corolario de esto es que si deseamos un alto grado de uniformidad y semejanza de puntos de vista, tenemos que descender a las regiones de principios morales e intelectuales más bajos, donde prevalecen los más primitivos «comunes» instintos y gustos. Esto no significa que la mavoría de la gente tenga un bajo nivel moral; significa simplemente que el grupo más amplio cuyos valores son muy semejantes es el que forman las gentes de nivel bajo. Es, como si dijéramos, el mínimo común denominador lo que reúne el mayor número de personas. Si se necesita un grupo numeroso lo bastante fuerte para imponer a todos los demás sus criterios sobre los valores de la vida, no lo formarán jamás los de gustos altamente diferenciados y desarrollados; sólo quienes constituyen la «masa», en el sentido peyorativo de este término, los menos originales e independientes, podrán arrojar el peso de su número en favor de sus ideales particulares”.

A este respecto, viene a cuento mencionar la respuesta de cierto gobernador norteamericano a uno de sus electores:
- ¡Gobernador, todas las personas razonables estamos con usted!. 
- El Gobernador replicó: No es suficiente, necesito tener mayoría.

Bien, a estas alturas de siglo XXI, la Educación Publica (con la colaboración de los medios de comunicación) han conseguido ese alto grado de uniformidad y semejanza de puntos de vista señalado por Hayek. El mínimo común denominador ya existe: solidaridad obligatoria, desprecio del individualismo, confianza absoluta en el Estado como proveedor de servicios esenciales y no esenciales, condena de la actividad empresarial y de la acumulación de riqueza, buenismo políticamente correcto, exaltación de lo colectivo y del igualitarismo, regulación de todas las facetas de la vida de las personas, etc.
Menos mal que, de momento, nos queda "internet libre".

Seguimos con Hayek:

10- El segundo principio negativo de selección: Propaganda
“El líder será capaz de obtener el apoyo de todos los dóciles y crédulos, que no tienen firmes convicciones propias, sino que están dispuestos a aceptar un sistema de valores confeccionado si se machaca en sus orejas con suficiente fuerza y frecuencia. Serán los de ideas vagas e imperfectamente formadas, los fácilmente modelables, los de pasiones y emociones prontas a levantarse, quienes engrosarán las filas del partido totalitario”.

11- “Con el esfuerzo deliberado del demagogo hábil, entra el tercero y quizá más importante elemento negativo de selección para la forja de un cuerpo de seguidores estrechamente coherente y homogéneo. Parece casi una ley de la naturaleza humana que le es más fácil a la gente ponerse de acuerdo sobre un programa negativo, sobre el odio a un enemigo, sobre la envidia a los que viven mejor, que sobre una tarea positiva”.
“La contraposición del «nosotros» y el «ellos», la lucha contra los ajenos al grupo, parece ser un ingrediente esencial de todo credo que enlace sólidamente a un grupo para la acción común”.
“Por consecuencia, lo han empleado siempre aquellos que buscan no sólo el apoyo para una política, sino la ciega confianza de ingentes masas. Desde su punto de vista, tiene la gran ventaja de concederles mayor libertad de acción que casi ningún programa positivo. El enemigo, sea interior … o exterior, parece ser una pieza indispensable en el arsenal de un dirigente totalitario”.



Bien, estas son las razones por las que terminarán gobernando los peores. Cada cual que contraste esto con la realidad y con la tendencia que llevamos. 
Para finalizar, unas palabras de Bryan Caplan de su libro “El Mito del Votante Racional”:



12-Al catalogar los fallos de la democracia no hemos de perder la perspectiva. Cientos de millones de personas bajo gobiernos democráticos disfrutan de unos niveles de vida asombrosamente buenos en términos históricos. Los defectos de las peores democracias palidecen al compararlos con los de regímenes totalitarios. Al menos las democracias no asesinan a millones de sus propios ciudadanos. Pero ahora que la democracia es la forma de gobierno habitual, no parece muy razonable refugiarse en tópicos del tipo de «Es mejor que el comunismo» o «Supera con creces la forma de vida durante la Edad Media». Tales comparaciones colocan el listón excesivamente bajo. Es más útil averiguar cómo y por qué decepciona. Para muchas personas, el tema queda zanjado mediante uno de los más famosos aforismos de Winston Churchill: «La democracia es la peor forma de gobierno, exceptuando todas las demás formas que se han probado de tanto en tanto». Pero esta sentencia pasa por alto el hecho de que los gobiernos se diferencian unos de otros no sólo en su forma, sino también en el alcance de sus políticas. En democracia, la principal alternativa al gobierno de la mayoría no es la dictadura, sino el mercado”.

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