Quien compre bonos del estado, ya no tiene porque preocuparse
de invertir su dinero en aquellos cometidos que mejor satisfacen los deseos de
los consumidores. Ya está complétamente a salvo de la competencia mercantil. Su
posible ineficacia ya no será sancionada con pérdidas patrimoniales graves. Sus
rentas están plenamente garantizadas mediante impuestos recaudados por el
aparato coactivo del Estado. Quien invierte en
Deuda Pública se convierte en asociado del Estado. Cobrarán su interés mediante
el tributo exigido a las masas.
Viejos empresarios, capitalistas cansados y
herederos de grandes fortunas vagos e incapaces, se dan cuenta que en una
sociedad de mercado no hay forma de conservar la riqueza acumulada más que
reconquistándola día a día en dura competencia con todos, con todas las
empresas ya existentes y con los emprendedores recién llegados que surgen de la
nada y quieren comerse el mundo...(.).. Ningún gobernante consigue violentar a
la larga las leyes que rigen la vida y la acción humana. El Estado puede tomar
a préstamo el dinero de los ciudadanos. Si el gobierno dedica este dinero a
aquellas inversiones a través de las cuales quedan mejor atendidas las
necesidades de los consumidores y, en libre y abierta competencia con los
empresarios privados, triunfa en ese empeño, se encontrará en la misma posición
que cualquier otro industrial, es decir, podrá pagar rentas e intereses, porque
habrá cosechado una diferencia entre ingresos y costes. Por el contrario, si el
Estado invierte desacertadamente dichos fondos y esa diferencia no se produce,
o bien emplea ese dinero en gastos corrientes, entonces, el capital disminuirá,
e incluso, desaparecerá totalmente, cegándose aquella única fuente que había de
producir las cantidades necesarias para el pago del principal mas intereses. En
tal supuesto, la exacción fiscal (el impuesto) es la única vía a que puede
recurrir el gobierno para cumplir sus compromisos crediticios. De este modo el
gobierno hace responsables a los ciudadanos del dinero malgastado. Los impuestos
que pagan los ciudadanos no reciben ninguna contrapartida en servicios
prestados por el aparato gubernamental. El gobierno abona intereses por un
capital que se ha consumido, que ya no existe. Sobre todos los ciudadanos recae
la pesada carga de torpes actuaciones anteriores. (Ludwig Von Mises).
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