martes, 17 de junio de 2014

Anuncios Supermercados Día: "Lo que se ve y lo que no se ve (Bastiat)



Bastiat nació en Baiona (Iparralde - País Vasco - Francia) en 1801. Falleció en Roma en 1850.

Baiona, Lapurdi, Pais Vasco
Bastiat era sin duda un lúcido y soberbio escritor, cuyos brillantes y agudos ensayos y fábulas son aún hoy notables y devastadoras demoliciones del proteccionismo y todas las formas de subvención y control público. Fue un defensor verdaderamente brillante de un mercado libre sin intromisiones.
Murray N. Rothbard



A pesar de ser uno de los grandes economistas, pensadores y filósofos de la historia, que yo sepa, en ningún libro de texto de secundaria del País Vasco se estudian las enseñanzas de este gran Defensor de la Libertad.
Suya es la obra Lo que se ve y lo que no se ve, dentro de la cual se encuentra "El Cristal Roto" que incluyo al final del post.


"En la esfera económica, un acto, una costumbre, una institución, una ley no engendran un solo efecto, sino una serie de ellos. De estos efectos, el primero es sólo el más inmediato; se manifiesta simultáneamente con la causa, se ve. Los otros aparecen sucesivamente, no se ven; bastante es si los prevemos.
Toda la diferencia entre un mal y un buen economista es ésta: uno se limita al efecto visible; el otro tiene en cuenta el efecto que se ve y los que hay que prever".



La reciente campaña de publicidad de Supermercados Día nos ha mostrado "lo que no se ve" y de paso, me da pié para recomendar a este gran economista y filósofo: Bastiat

A continuación tres Spots.
Nota: como suelo decir ... no recibo comisión de esta empresa, peeeeeero ... no me importaría que me la dieran. 


En estos anuncios, se pone de manifiesto que gracias a la eficiencia económica del mercado y de la división del trabajo cada vez se producen más bienes y servicios, mejores y más baratos. Gracias a la productividad y al descenso de precios, se liberan recursos que quedan a disposición de los ciudadanos, y que éstos emplearán para el cumplimiento de sus fines (sean cuales fueren); fines que antes no podían ser cumplidos por esa falta de recursos.


Lo interesante de esta campaña de publicidad es que nos muestra el efecto que, normalmente, no se ve
Los payasos de cumpleaños, los electricistas y los trabajadores de los hoteles se habrían quedado sin trabajo si la eficiencia económica del mercado en otras partes de la economía no hubiera liberado recursos que ahora se pueden emplear en la contratación de estas personas. Lo que revelan los anuncios es una mayor cantidad total de bienes y servicios. No se han reducido los bienes en las estanterías de los supermercados para aumentar los bienes y servicios que proporcionan los electricistas, payasos de cumpleaños y hoteles. La cantidad total de bienes disponibles ha aumentado en todos los sectores y además el incremento se ha producido en aquellos bienes voluntariamente demandados por los consumidores (no en aquellos designados por un órgano político-burocrático central).


Cuando una empresa aumenta su productividad invirtiendo más capital por empleado y/o adoptando nuevas tecnologías, puede ocurrir que el efecto visible sea que determinados proveedores disminuyan sus ventas y los trabajadores pierdan el empleo. Lo que no se ve es que todos esos recursos son liberados para ser ensamblados en nuevos proyectos de negocio que proporcionarán a todos los consumidores mayor cantidad y calidad de bienes y servicios en el futuro y que antes no se podían producir por falta de recursos. Por tanto, finalmente, habrá más empresas y más gente trabajando que antes. 

En un mercado libre, a mayor acumulación de capital por una mayor inversión empresarial, más escaso resulta el factor trabajo y por tanto mayor será su remuneración por el efecto de la competencia entre empresarios. 

Este proceso únicamente está limitado por la creatividad de la gente o por la intervención de los gobiernos, y jamás por la escasez de recursos naturales disponibles, ya que estos por si mismos sólo tienen el valor que proporciona la creatividad de la mente humana. Todos los bienes de capital son complementarios unos de otros; y proyectos que antes no podían realizarse, ahora sí pueden llevarse a cabo, al quedar liberados de otros procesos productivos. La cooperación social y la división del trabajo en un mercado libre, asigna los factores de producción a proyectos que serán revalidados por la soberanía del consumidor, que es el que tiene la última palabra. Es la única forma de saber qué proyectos son sostenibles y cuales no lo son.


El gobierno puede cargarse este proceso con regulaciones absurdas, mediante recaudación fiscal confiscatoria o manipulando la moneda y el crédito. Sacando recursos del bolsillo de los agentes económicos, no se podrán emprender o ampliar proyectos como los que en este post examinamos: la empresa de payasos a domicilio, un nuevo trabajo de autónomo como electricista o la contratación adicional de trabajadores de hotel. 
En el mejor de los casos, mediante la redistribución fiscal (sin corrupción y suponiendo cierta eficacia a los burócratas), lo único que hace el gobierno es detraer recursos de un sitio para llevarlos a otro; (Subvenciones al "cine nacional" a agricultores, etc); y de ninguna manera podremos saber si ese otro lugar es el correcto, es decir, aquel donde se produzcan los bienes y servicios más urgentemente demandados por los consumidores.  

En resumen, hay que leer a Bastiat.

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El cristal roto
(Bastiat)

¿Ha sido usted alguna vez testigo de la cólera de un buen burgués Juan Buenhombre, cuando su terrible hijo acaba de romper un cristal de una ventana? Si alguna vez ha asistido a este espectáculo, seguramente habrá podido constatar que todos los asistentes, así fueran éstos treinta, parecen haberse puesto de acuerdo para ofrecer al propietario siempre el mismo consuelo: ``La desdicha sirve para algo. Tales accidentes hacen funcionar la industria. Todo el mundo tiene que vivir. ¿Qué sería de los cristaleros, si nunca se rompieran cristales?´´
Mas, hay en esta fórmula de condolencia toda una teoría, que es bueno sorprender en flagrante delito, en este caso muy simple, dado que es exactamente la misma que, por desgracia, dirige la mayor parte de nuestras instituciones económicas.
Suponiendo que haya que gastar seis francos para reparar el destrozo, si se quiere decir que el accidente hace llegar a la industria cristalera, que ayuda a dicha industria en seis francos, estoy de acuerdo, de ninguna manera lo contesto, razonamos justamente. El cristalero vendrá, hará la reparación, cobrará seis francos, se frotará las manos y bendirá de todo corazón al terrible niño. Esto es lo que se ve.
Pero si, por deducción, se llega a la conclusión, como a menudo ocurre, que es bueno romper cristales, que esto hace circular el dinero, que ayuda a la industria en general, estoy obligado a gritar: ¡Alto ahí! Vuestra teoría se detiene en lo que se ve, no tiene en cuenta lo que no se ve.
No se ve que, puesto que nuestro burgués a gastado seis francos en una cosa, no podrá gastarlos en otra. No se ve que si él no hubiera tenido que reemplazar el cristal, habría reemplazado, por ejemplo, sus gastados zapatos o habría añadido un nuevo libro a su biblioteca. O sea, hubiera hecho de esos seis francos un uso que no efectuará.
Hagamos las cuentas para la industria en general.
Estando el cristal roto, la industria cristalera es favorecida con seis francos; esto es lo que se ve. Si el cristal no se hubiera roto, la industria zapatera (o cualquier otra) habría sido favorecida con seis francos. Esto es lo que no se ve.
Y si tomamos en consideración lo que no se ve que es un efecto negativo, tanto como lo que se ve, que es un efecto positivo, se comprende que no hay ningún interés para la industria en general, o para el conjunto del trabajo nacional, en que los cristales se rompan o no.
Hagamos ahora las cuentas de Juan Buenhombre.
En la primera hipótesis, la del cristal roto, él gasta seis francos, y disfruta, ni más ni menos que antes, de un cristal. En la segunda, en la que el accidente no llega a producirse, habría gastado seis francos en calzado y disfrutaría de un par de buenos zapatos y un cristal.
O sea, que como Juan Buenhombre forma parte de la sociedad, hay que concluir que, considerada en su conjunto, y hecho todo el balance de sus trabajos y sus disfrutes, la sociedad ha perdido el valor de un cristal roto.
Por donde, generalizando, llegamos a esta sorprendente conclusión: ``la sociedad pierde el valor de los objetos destruidos inútilmente,´´ — y a este aforismo que pondrá los pelos de punta a los proteccionistas: ``Romper, rasgar, disipar no es promover el trabajo nacional,´´ o más brevemente: ``destrucción no es igual a beneficio.´´


¿Qué dirá usted, Moniteur Industriel[3] que dirán ustedes, seguidores de este buen Sr. de Saint-Chamans, que ha calculado con tantísima precisión lo que la industria ganaría en el incendio de París, por todas las casas que habría que reconstruir?
Me molesta haber perturbado sus ingeniosos cálculos, tanto más porque ha introducido el espíritu de éstos en nuestra legislación. Pero le ruego que los empiece de nuevo, esta vez teniendo en cuenta lo que no se ve al lado de lo que se ve.

Es preciso que el lector se esfuerce en constatar que no hay solamente dos personajes, sino tres, en el pequeño drama que he puesto a su disposición. Uno, Juan Buenhombre, representa el Consumidor, obligado por el destrozo a un disfrute en lugar de a dos. El otro, en la figura del Cristalero, nos muestra el Productor para el que el accidente beneficia a su industria. El tercero es el zapatero, (o cualquier otro industrial) para el que el trabajo se ve reducido por la misma causa. Es este tercer personaje que se deja siempre en la penumbra y que, personificando lo que no se ve, es un elemento necesario en el problema. Es él quien enseguida nos enseñará que no es menos absurdo el ver un beneficio en una restricción, que no es sino una destrucción parcial. — Vaya también al fondo de todos los argumentos que se hacen en su favor, y no encontrará que otra forma de formular el dicho popular: ``¿Que sería de los cristaleros, si nunca se rompieran cristales?´´

Petición de los fabricantes de velas a los Srs. miembros de la Cámara de los Diputados:

 

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