Estas últimas Navidades, despues de comer y beber hasta pulverizar las pocas enzimas de nuestros sistemas digestivos (que ya tenemos una edad), todavía nos quedaba 1/4 de neurona sobria para acordarnos de la escoria, digo, clase política (esa tropa de delincuentes organizados).
Y así discurría la velada.
Así pues, no hay incentivo alguno para que los Estados hagan lo contrario aunque sean los propios políticos democráticamente elegidos los que gestionen todo diréctamente. Al revés: Si yo soy el Gobernante y quiero que me re-elijan, prestaré financiación a todo proyecto que me rente votos, y obligaré a los ciudadanos a financiarme, aunque eso implique inmovilizar recursos por mucho más tiempo que el autorizado por los ahorradores al conceder crédito al Estado (o sea, todos los que tenemos cuentas o libretas a la vista o billetes o monedas de curso legal concedemos crédito aunque pocos reflexionen o sepan que esto es así). Si los proyectos resultan ser un desastre, pagarán los contribuyentes.
Es decir, como político, me importará un pimiento saltarme la regla de oro.
"Maniobra Zaragormendi": lección de finanzas e infórmatica aplicadas:
“La mitad de las vacas del pueblo
se han quedado sordas”, puntualiza otro vecino de una pequeña localidad situada
a ocho kilómetros de Baracaldo.
Al parecer, la razón por la que
el banco no podía devolver al cliente el dinero de la participación preferente
consistía en un complicado problema informático-financiero que se resolvió de
manera extremadamente sencilla en cuanto el director, ya con la cara del revés,
apretó cinco o seis botones del teclado de su ordenador y luego introdujo un
número largo seguido de unas letras.
Abelardo Zaragormendi, el
jubilado que tuvo la feliz ocurrencia de propinar el bofetón, asegura que no es
ningún experto en ordenadores y finanzas y que él ha sido el primer sorprendido
por el resultado. “Le dije al director que quería sacar el dinero de la
preferente, me empezó a decir palabras raras y le solté el sopapo
automáticamente, sin pensar en cosas informáticas”, cuenta Zaragormendi. “Yo
había oído algo de reiniciar pero no creía que se referían a esto”, añade. El
cliente obtuvo además un juego de sartenes y tres calendarios.
La “Maniobra Zaragormendi”, como
ya se conoce al suceso de la oficina bancaria de Baracaldo, será incorporada el
próximo curso en todos los manuales de informática y economía de las
universidades españolas.
“Es una hostia de recorrido, con la mano abierta, tirando primero el hombro hacia atrás hasta que te cruja el esternón. Luego sueltas el brazo y acompañas el hostión con un "me cago en diox" en voz alta”, ha revelado Abelardo Zaragormendi.
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